Muchos consideran que el COVID19 fue un motor para la transformación de la educación, pero en realidad fue lo que en pedagogía conocemos como una evaluación diagnóstica formativa donde cada institución pudo valorar si estaba preparada para asumir los desafíos que el sector educativo había planteado dos décadas atrás.
Es así, que en el escenario pos-covid, vamos a tener instituciones de educación superior de carácter privado de tres tipos:
- Universidades evolucionadas: Varias universidades estaban preparadas para asumir una situación así, aunque nadie lo hubiese imaginado de esta manera. Las universidades de esta categoría muy fácilmente pudieron activar su versión de educación remota, porque contaban con los recursos tecnológicos, el talento humano, el soporte administrativo, un personal docente capacitado y un grupo de estudiantes familiarizados con el desarrollo de clases a través de múltiples plataformas. Estas universidades lo que han hecho durante estos tiempos es evolucionar, posicionarse en el top of mind y desarrollar nuevas estrategias para aprovechar la ventaja que han venido tomando, para de esta manera brindar una mejor UX (Experiencia de usuario) y asegurar un mayor número de seguidores.
- Universidades transformadas: Son aquellas que realmente usaron lo aprendido durante la contingencia para desde el interior de la organización, jalonar procesos de transformación que les permitirán al regreso ser instituciones diferentes. Los estudiantes y profesores de estas universidades sufrieron el cambio, pero al final terminaron adaptándose. De hecho, en aquellas que encajan dentro de esta categoría se vio el fenómeno de tener un NPS (Net Promoter Score) con muchos detractores en marzo y un NPS con más promotores en julio. Quizá este grupo de universidades sean las más beneficiadas durante este periodo y aunque dentro de ellas hay instituciones de mucha tradición y reconocimiento (que aún no estaban preparadas), también están otras más “pequeñas” que durante el periodo poscovid estarán muy presentes en el top of mind, puesto que su comunidad se ha vuelto promotora y ha comenzado a recomendarlas entre colegas y amigos. Lo interesante es que algunas de ellas son instituciones que han venido atendiendo a poblaciones de estratos socioeconómicos bajos, casi que llevando a cabo la labor del Estado. No sería raro pensar, que durante el periodo de crisis económica en el que se encuentran los países de LATAM, estas instituciones que se transformaron lleguen a estar en su mejor momento de crecimiento y expansión.
- Universidades arrastradas por la ola: Son aquellas que no estaban preparadas, pero además sus equipos directivos no contaban con un liderazgo para asumir un reto como el que ha representado el COVID19. Asumir esta contingencia, no solo se trataba de recursos tecnológicos, sino que implicaba una transformación cultural de emergencia de los equipos académicos; tanto profesores como estudiantes. Algunas instituciones no lograron tener una visión de largo plazo, de hecho, consideraron que esta situación iba a ser un tema de un mes y por ello sus planes de contingencia fallaron. Otras, continuaban casadas con una mala comprensión de la palabra tradición, considerándola un antónimo de la innovación e implementaron acciones basadas en tecnología, pero sin ninguna transformación; solo cambiaron la pizarra o el tablero por Zoom (incluso usando la versión gratuita), pero teniendo profesores con la misma o peor actitud. En estos casos, los estudiantes no han percibido ningún cambio positivo y han considerado que el ROI (retorno de la inversión) de aquello que se pagó por la matrícula o colegiatura es negativo. Estas comunidades claramente tienen posibilidades en el periodo poscovid, pero requerirán de directivos y académicos con un verdadero liderazgo adaptativo, que deben afrontar inicialmente lo motivacional, para posteriormente equilibrar todo lo relacionado con los indicadores financieros, pues seguramente tendrán índices de deserción por encima de los registrados en el sector educativo durante la contingencia.
El sector de la educación privada en la educación superior tiene grandes retos por delante, algunas instituciones que consideraban que estaban solas en el mercado, hoy deben abrir sus ojos y analizar que en el periodo poscovid otras casas de estudio se habrán movido a su segmento aumentando la competitividad. Es decir, que la supervivencia financiera de la misma, en gran parte dependerá de la forma en la que se atiende la amenaza de nuevos competidores, al tiempo que, se negocia con proveedores, con los usuarios finales que son los estudiantes y se evita que el ingreso de productos sustitutos los deje fuera de juego.
De esta manera, la visión estratégica va a ser fundamental en los tiempos que vienen y la constitución de equipos de dirección que conjuguen la experiencia, con el conocimiento académico, pero sobre todo la capacidad de pensar las instituciones a futuro, van a ser factores determinantes para lograr no solo que la educación superior amparada desde la institucionalidad de la universidad sobreviva, sino que finalmente se logre deconstruir las palabras claustro universitario para pensar escenarios abiertos de trabajo colaborativo que permitan la formación integral de las nuevas generaciones. La universidad del 2021, debe considerar portafolios académicos no pensados desde lo que se tiene o se puede ofrecer teniendo en cuenta su infraestructura o historial, sino situados desde la visión de los jóvenes y lo que ellos quieren estudiar.