Alexander Velásquez

Escritor, periodista, columnista, analista de medios, bloguero, podcaster y agente de prensa. Bogotano, vinculado a los medios de comunicación durante 30 años. Ha trabajado como reportero para importantes publicaciones de Colombia, entre ellas El Espectador, Semana y El Tiempo. Ha sido coordinador del Premio Nacional de Periodismo CPB (ediciones 2021, 2022, 2023). Le gusta escribir sobre literatura, arte y cultura, cine, periodismo, estilos de vida saludable, política y actualidad. Cree en la vida después de la muerte, uno de sus temas favoritos. La lectura y caminar una hora diaria mientras escucha podcast son sus pasatiempos favoritos. Escribe su segunda novela.

Alexánder Velásquez

El beso con lengua de dios: el caso del Dalai Lama

“La religión está en el corazón, no en las rodillas”: Douglas William Jerrold (1803 – 1857, dramaturgo y escritor inglés) 

Yo tampoco me sobrepongo a lo que hizo el viejo asqueroso ese (como ahora lo llama la gente en las redes sociales) y no quiero estar ni por un segundo envuelto en su “divina” túnica anaranjada. ¡Ni Buda lo quiera! Nada justifica la hediondez de su lascivia. Me pregunto si el asco que ahora se manifiesta en todos los idiomas es acaso la confirmación de la repulsión colectiva que nos causa la vejez,  o si a aquel octogenario  se le hizo tarde para reclamar afecto o lo imploró atrevidamente en el lugar y tiempo equivocados.

Empecemos por decir que llamar Su Santidad a seres de carne y hueso es ya un despropósito, y esa es quizá la primera falacia de las religiones. La segunda mentira, tragada por millones, es afirmar que estas personas son la representación de (un) Dios en la Tierra (así dicho por los católicos sobre el Papa y por los budistas en el caso del Lama). Son, pudiéramos decir, dos de los mitos mejor elaborados, porque se han mantenido incólumes pese a los escándalos que los persigue y al ciclo sin fin de sangre derramada en su nombre. (Tal vez ya no necesitemos de estos mitos para seguir con nuestras vidas, al fin de cuentas muchos se las han arreglado para vivirla sin necesidad de estos).

La iglesia que ofrece el cielo con sus ángeles arcángeles y querubines, al mismo tiempo amenaza con los jinetes del apocalipsis que vendrán cabalgando con fuego para castigar a esta manada  de pecadores (los únicos jinetes que Colombia conoce son los de la cocaína que escribió Fabio Castillo de sus épocas de reportero en el diario El Espectador, y que perpetúan la nación violenta que somos). El budismo en cambio promete la iluminación después de sucesivas reencarnaciones necesarias para alcanzar el nirvana y así igualarnos a Buda (Siddhartha Gautama), que vivió hace 2500 años. Quinientos años de historia separan a Buda de Jesús, quien ha revivido por obra y gracia de la inteligencia artificial (IA). El señor Tenzin Gyatso (1935) es la decimocuarta reencarnación del sacerdote Sonam Gyatso (1543-1588), quien instituyó el nombre de Dalai Lama, según informa la prensa. Cuando muera este buda, que les pide besos con lengua a los niños, otro ocupará su túnica y sus sandalias. 

Reafirmo mis convicciones de persona agnóstica: quiten las religiones del camino y quédense nada más que con el dios que tengan en el corazón, sin acudir a intermediarios. Afuera no hay nada que primero no haya estado dentro. Esto es: crea en usted primero y actúe con buen juicio, sentido común que llaman, siendo compasivo ante el sufrimiento ajeno y buen ser humano consigo mismo y con los demás, (si no podemos hacer el bien, con no hacer el mal estaría bien, para eso no necesita la religiosidad, ni siquiera el misticismo), en lugar de estar persiguiendo “deidades” hechas de deseo, hormonas y necesidades biológicas, como el resto de nosotros, porque el pez murió por la boca (y por la lengua), quitándose una máscara, abriéndole los ojos al público que observa. El mundo está defraudado, saliendo a la superficie a respirar.  Se nos han caído del pedestal como se le cayó del pedestal el marido a una vecina que lo tenía por santo hasta que descubrió que se daba besitos con lengua con su mejor amiga cuando la otra se volteaba para poner la olla de la sopa. 

Ahí está el trasfondo del meollo: pelado el cobre, se rompió la confianza en aquellos que han fungido (¿fingido’) como guías espirituales, personas intachables, ejemplos de buena conducta, en un momento de la historia carente de valores y necesitado de referentes honestos para encarar nuestra propia existencia, porque no todos son (¿somos?) capaces de hacerlo solos. En ese sentido, lo ocurrido con el Dalai Lama no debería usarse para pisotear las creencias de nadie, ni  tratar a los demás de ignorantes por creer en esto o aquello, porque eso nos pone en el mismo papel del dios inquisidor. Desde la compasión podríamos aceptar con humildad que cada uno de nosotros está haciendo lo mejor que puede con los recursos que tiene. Querámoslo o no, en los relatos de cada religión la gente encuentra sentido y consuelo a sus vidas ante la certeza de la muerte. 

Pero insisto: Me apena lo ocurrido, porque desde que empezó la pandemia hice un acercamiento al budismo a través El Libro tibetano de la vida y de la muerte; gracias a esta obra hoy considero la meditación como una forma poderosa de la espiritualidad,  una alternativa a la religiosidad y un escapismo al estrés. Para qué buscar afuera lo que está en nuestro interior, lo repito​​ como mi mantra personal

De hecho, tras leer el libro Yoga de Emmanuel Carrére estoy considerando hacer el retiro de diez días de meditación Vipassana, como lo hizo el escritor francés, solo que lo haré por razones distintas: mientras él buscó refugio en el silencio y la soledad contra la depresión y un trastorno bipolar, yo quiero escapar de un mundo arropado por la futilidad. Lo que busco está adentro, me insisto. 

Volviendo al acontecimiento obsceno, pienso en la mucha gente horrorizada, escandalizada, abochornada y asqueada que pide un castigo ejemplar para el viejo verde. Ojalá con igual rabia pidiéramos justicia por los niños que sufren.  Según UNICEF, hasta  agosto de 2022, cerca de 1.000 niños y niñas habían muerto o resultado  heridos desde que comenzó el conflicto Rusia-Ucrania.  .

Según Los Ángeles Times “la malnutrición causó la muerte de al menos 308 niños y niñas menores a cinco años en Colombia en 2022, el mayor número de casos registrados en los últimos cinco años…”. 

Afirma el escritor Juan Carlos Botero en Twitter: “Si el Papa Francisco le pidiera a un niño, en público, que le chupara la lengua, como lo hizo hace poco el Dalái Lama, con todos los escándalos de pedofilia que ha tenido la iglesia católica, se desplomaría la institución. Así de simple”. 

No tan simple, querido Juan. La iglesia de Pedro ha resistido dos mil años de escándalos y sigue aguantando la tempestad debajo del paraguas. Si la violación de niños no ha sido suficiente para borrarla como institución de la faz de la Tierra, menos lo haría un beso abusivo.  Eso ya dice mucho de la capacidad de tolerancia aberrante de nosotros como homo sapiens (que de sapiens más bien poco).   No he visto personas apedreando iglesias para pedir que cesen los abusos de los pederastas con sotana, ni aquí ni en el Vaticano. Algo tan osado como lapidar a Dios sería un acto subversivo que merece castigo. 

Aquello no pasaría de ser un escándalo más y se pediría perdón arguyendo que el enviado de Dios perdió la razón y bastaría con poner un pontífice  de repuesto, que es así como se han mantenido de pie desde que negaron  a Jesús tres veces antes del gallo cantar, y en esa negación sempiterna el mundo ha seguido girando, sin despelucarse.  

Dice, también en Twitter, Martín Caparrós, otro escritor: “Un gran ejemplo de cierta ideología contemporánea: abusar de un niño —cosa horrible— es mucho peor que engañar y controlar a millones de personas”.

No cabe la comparación, estimado Martín. Porque es precisamente lo segundo lo que ha llevado a que pase lo primero. Sí, lo que está mal son las religiones pero la depravación contra los niños existe con ellas o sin ellas. Cada época ha engendrado sus propios Herodes. 

Titula el diario Página 12 de Argentina: “Predicen que en 8 años la humanidad conseguirá la inmortalidad”. Si ya la tecnología nos está ofreciendo la vida eterna, quizás los días de las religiones estén contados y ya no sea necesario seguir esperando al Mesías prometido, a no ser que venga camuflado como político, que de esos salvadores se ven a cada rato en Colombia

Soy de los que cree que la IA conducirá a reevaluar nuestros conceptos de espiritualidad, y si eso nos quita cucarachas de la cabeza, aleluya, aunque aquí tampoco meto las manos al fuego, porque no sé si aquello sea bueno o malo, o si con el tiempo seamos envueltos por otra forma de religión capaz de controlar nuestros actos y pensamientos. ¿Podría la tecnología resolver los problemas existenciales de la Tierra o estaríamos simplemente cambiando unos mitos por otros? ¿Matará la IA a Dios? Eso es harina para sacudir en otra columna. 

Mi única religión es la literatura, que es también fuente de felicidad y en tanto la practico en soledad se convierte además en otro soporte espiritual, junto con la filosofía. Los libros, en mi caso, ocupan el lugar de Dios. 

¡Dejad que los libros vengan a mí! 

Vayan a la Feria Internacional del Libro de Bogotá, que empieza la próxima semana. Necesitamos una cura de reposo basada en la lectura que nos permita sosegarnos en este maremágnum de información que nadie logra procesar por más avispado que sea, porque cuando apenas estamos digiriendo lo del lama que lame nos salen con que los extraterrestre están a la vuelta de la esquina, quizás mirando el paisaje desde algún agujero negro, que es en el que está la humanidad aquí y ahora.

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Alexánder Velásquez
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