Juan Restrepo

Ex corresponsal de Televisión Española (TVE) en Bogotá. Vinculado laboralmente a TVE durante 35 años, fue corresponsal en Manila para Extremo Oriente; Italia y Vaticano; en México para Centro América y el Caribe. Y desde la sede en Colombia, cubrió los países del Área Andina.

Juan Restrepo

El Metaverso como Disneylandia

Será cosa de la edad pero a mí el Metaverso me parece un parque temático virtual, una distracción al fin y al cabo. En espera de que alguien me haga cambiar de idea y me dé argumentos para pensar otra cosa, veo el Metaverso como una especie de Disneylandia virtual en donde los humanos, seguramente en tropel, acudirán en busca de la felicidad.

En alguna parte leí una magnífica definición de cómo busca el ser humano ese estado de ánimo pleno. Parece que fue Voltaire, quien a la hora de hacer definiciones estaba sobrado, el que dijo: “Buscamos la felicidad, pero sin saber dónde, como los borrachos buscan la casa, sabiendo confusamente que tienen una”. Mark Zuckerberg, el empresario creador de Facebook, parece que decidió tomar de la mano a la legión de beodos que integramos la humanidad y llevarnos a ese universo paralelo; que ya habían adelantado, por cierto, los videojuegos y alguna novela de los años 90.

La ciencia, con esa característica tan particular que tiene de echar jarros de agua fría a los poetas y a los pensadores, nos ha venido a decir que la felicidad es cuestión de unas cuantas hormonas y de su capacidad de funcionamiento. Que se sepan comunicar entre sí, enlazar nuestras emociones con nuestros pensamientos, dar órdenes al cerebro y ya está: ¡La felicidad!

La hormona de la felicidad tiene, además, un nombre bien bonito, serotonina. No sé cómo en Latinoamérica, en donde son especialistas en ponerles a los niños nombres extravagantes, aún no conozco la primera niña que se llame Serotonina. Fíjense ustedes y verán como suena a heroína de novela decimonónica. Su carencia en nuestro organismo, dicen los expertos, es la causa de estados como la ansiedad y la depresión; se asocia a la fatiga, la irritabilidad y al difícil control de la ira. Aquí quiero detenerme, aunque sea desviarme un poco de lo que quería compartir hoy con ustedes. 

Por allá a finales de 2013, Nicolás Maduro creó el Viceministerio para la Suprema Felicidad del Pueblo. Supongo que ese departamento sigue vigente aunque, a la vista del éxodo masivo de venezolanos, a la gente de allí parece no haberle interesado mucho la cosa. Así pues, si Gustavo Petro —que en materia de ocurrencias parece dispuesto a emular a Maduro— desea replicar la gracia en Colombia, ya sabe: a repartir serotonina a la lata. Que su carencia debe ser la razón de la iracundia que domina la vida de los colombianos.

Pero volvamos al Metaverso o sea, a Disneylandia. El éxito de esos parques, nacidos en Norteamérica y extendidos luego a Francia, Hong Kong y Japón,  se basa precisamente en el ideal del viceministerio de Maduro, en su propósito social. Solo que el chavismo no lo logró y los herederos de Walt Disney sí lo consiguieron. Lograron un mundo en donde reina la paz, la alegría y el festivo jolgorio. El hogar de unos seres rarísimos cuya extravagancia no solo no molesta sino que despierta empatía.

Quienes ingresen al Metaverso (¿se dirá así? ¿ingresará la gente a esa cosa?) encontrarán a personajes tan pintorescos como Goofy, Mickey o el Pato Donald y les parecerá la cosa más normal del mundo. Entre otras razones porque los participantes en el Metaverso podrán adoptar la figura de un perro, un dinosaurio, un canguro o tener cualquiera de los múltiples sexos que hay hoy en día en la humanidad: transgénero, fluido, no binario, escoliosexual, pansexual, queer…, y demás. En aquel mundo virtual a nadie importará la diversidad, porque precisamente su singularidad no generará confrontación; serán felices por ser todos particularmente extraños.

Y como no todo en el Metaverso es gratis —una de las monedas para transacciones al interior de ese mundo se llama Zuck Bucks—, imagino que muchos querrán pagar para que, al morir, sus restos o sus cenizas acaben en aquel mundo virtual, como ocurre hoy en Disneylandia. Hay muchos cuyo último deseo es descansar eternamente en el reino de la paz, la armonía y el pacífico regocijo de los parques de Disney.

Les tengo, sin embargo, una mala noticia. Los parques temáticos de la cadena Disneylandia tienen un código de limpieza llamado HEPA, sigla que corresponde a un filtro de alta eficacia conocido como High Efficiency Particulate Air, destinado a depurar el aire de partículas no deseadas. Y como cada vez más personas piden que sus cenizas descansen para siempre en tan idílico lugar, aquella eficaz aspiradora se encarga de llevarlas a la basura. No hay lugar para la muerte en el reino de la felicidad.

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