La Tarde en La Hora de la Verdad del día jueves 8 de julio tuvo el acierto de tener como invitado a Óscar Iván Zuluaga. Con mucha emoción nos confirmó que fue liberado de la tremenda carga que le significaron las injustas acusaciones contra su hijo David como parte de la trama con la que se llevó a cabo el gran fraude de las elecciones de 2018. Se necesitó de toda la bajeza de Juan Manuel Santos, cuando se vio perdido luego de su derrota en la primera vuelta, para atreverse a atacar al hijo de su contrincante con el fin de amedrentarlo, debilitarlo y acorralarlo hasta el punto de llevarlo a admitir una derrota con todas las evidencias de fraude.
¡Qué miserable!
(Repasar esos dolorosos momentos me llenan de indignación, no es para menos)
Esa no es página que se dé por pasada, queda una deuda con la justicia que será saldada algún día. La impunidad en la que quedaron las fechorías de Santos gracias, en parte, a la extraña benevolencia de Duque, no es tolerable si queremos construir un Estado de Derecho con sólidos cimientos. Cuando un edificio se derrumba la impresión que tenemos, generalmente, es la de que se cae de arriba abajo, como un castillo de naipes, sin percatarnos que la falla pudo haberse producido invisible a nuestros ojos, abajo, en lo subterráneo. Lo que padecemos ahora es el resultado de unos cimientos carcomidos por la acción nefasta de los dos gobiernos de Santos y la inacción del gobierno de Duque que no se ha ocupado en repararlos y de atacar las causas de ese deterioro.
Óscar Iván Zuluaga se mostró magnánimo en su charla en el programa de Fernando Londoño. No hay duda de que se trata de un hombre bueno y que su comportamiento lo demuestra. Hay quienes consideran que el ser bueno equivale a débil y condescendiente. Otros, entre los que me cuento por haber contado con un padre al que se le consideró un hombre bueno, tenemos como el mayor elogio el ser catalogado como tal y más aún cuando en la madurez encuentran el buen juicio y el sentido común que, con frecuencia, está poco desarrollado en la juventud. En muchos ni los años permiten que se asome el buen juicio y menos el sentido común.
No nos prestemos a malinterpretaciones, el fraude de 2018 fue una jugada siniestra perfectamente calculada. Lo que se tenía planeado para el país, su entrega a los criminales de las FARC en un acuerdo maldito, tenía que ser consumado a como diera lugar. Desde que, a través del engaño, un hábil mentiroso se instaló en la Casa de Nariño habiendo pactado hasta con el mismo diablo, la suerte quedó echada como si se tratara de una partida de poker entre tramposos y, por su parte, Óscar Iván Zuluaga se vio acorralado y aislado lo que los llevó a admitir una injusta derrota, error que ahora la vida le da la oportunidad de reparar.
Luego de una experiencia de esas y con la confianza en que va a recuperar los años perdidos, se empeñará en sacar al país del abismo. No podríamos contar con un mejor candidato para convertirse en el gran dirigente de los destinos de la nación. El que enfrentará los inmensos problemas acumulados en los años precedentes.
