Miguel Ángel Díaz

El triunfo de la gente

Los resultados electorales del pasado 29 de mayo, fueron un verdadero “terremoto” político y los terremotos suelen dejar las cosas en su sitio. El real centro político votó con un 53 % del total de los votos, de los cuales, el 28 % logró hacer historia y contra todo pronóstico, pusieron al ingeniero Rodolfo Hernández en la segunda vuelta. La izquierda radical se quedó en sus “cuarentas”. 

¿Qué pasó realmente? la gente votó por la democracia, por el orden, por la institucionalidad, por el cambio dentro del marco legal vigente; definitivamente, el pueblo no quiere un cambio que lleve a la insurrección, a la violencia, al odio, a la lucha de clases. Quienes conocemos el sentimiento popular de esos colombianos que votaron, sabemos que todos los días se levantan a trabajar, a labrar el campo, a laborar en diversos oficios, muchos de ellos  aunque viviendo en los barrios más humildes, saben que nada se logra sin esfuerzo, sin las luchas que han vivido de generación en generación, son conscientes del cambio que necesita el país, no quieren más corrupción, no quieren que sigan robándose el erario que les quita oportunidades, desean que les cumplan lo que les prometen, no quieren más impuestos, sueñan con un manejo austero del presupuesto público, que no hagan pacto con los delincuentes.

Una nueva política se abre paso. La política donde no todo vale, donde la comunicación directa con los grupos sociales es la nueva forma, sin partidos políticos, porque estos no se transformaron, no tradujeron al pueblo y no leyeron que se venía el cambio. Atrás quedó la vieja política en donde está todo permitido, las maquinarias, el constreñimiento electoral de los grupos criminales ha muerto. Hoy ha triunfado una política fresca, la que quieren los jóvenes, sin engaños, con contratos sociales.

Otro de los cambios drásticos que se evidenció, fue el costo de las campañas de todos los candidatos, quienes para la primera vuelta presidencial, gastaron en total más de 30 mil millones de pesos, de los cuales, un poco más de 3000 mil millones, fue el gasto del ingeniero, cifra bastante inferior a la de sus contendores, dando ejemplo de austeridad, eficacia y sentando un precedente para todo aquel que decida quedarse en las formas arcaicas de hacer política, porque entrará en el ostracismo político en cuestión de meses.

Es cierto, el país quiere un cambio, pero lo quiere desde el respeto por la constitución, del orden económico, de las libertades, lejos del modelo socialista; por ello, aunque para muchos resulte sorprendente que, sin estructuras políticas se haya producido un apoyo de 6 millones de votos de opinión, lo que se expresó en la urnas, representa los anhelos de la gente que respeta la propiedad privada, la justicia, el imperio de la ley, el respeto por los derechos humanos, el sueño de la paz, el respeto por los tratados internacionales, por la inserción de la economía en el concierto mundial,  que desea el progreso para todos, no solo para los partidarios de una colectividad, sino para todos los colombianos sin excepción.

Lo ocurrido en los pasados comicios, es el triunfo de la esperanza, de la ilusión por una Colombia democrática, también, es la apertura de una puerta para aquellos que quieren participar en política, que no tengan necesidad de buscar la intermediación en un partido, para lograr su aval. Hoy queda demostrado que, también se puede de manera independiente, con ideas buenas, bien comunicadas, presentando las posibles soluciones a los problemas endémicos para la transformación del país. 

El pueblo se pronunció, respaldando las ideas de que la pobreza, se resuelve creando riqueza, el problema de la corrupción, se resuelve eliminando el círculo vicioso de la presencia de grandes sumas de dinero en las campañas. El pueblo sabe que, el país no es viable con reformas tributarias de 50 billones de pesos, los cuales no resolverán los problemas, al contrario, lo agravarán, porque marchita al sector productivo, mientras que, como lo ha expuesto el ingeniero, se debe lograr un Estado fuerte y pequeño, que genere credibilidad, que atraiga la inversión y garantice el cumplimiento de las políticas públicas.

Tal parece que tenemos un nuevo país, renace la esperanza, la ilusión de que podemos avanzar sin hacer daño al otro, sin acabar con las bases del contrato social, el respeto a los derechos fundamentales, a los derechos políticos y económicos, sin subvertir el orden.

Lo que es cierto es que, gane quien gane, existe un gran reto para el nuevo gobernante: Los problemas de los colombianos deben ser resueltos, no podrán seguir siendo los mismos, hay que hacer frente a la inseguridad, la violencia, el narcotráfico, la desigualdad, el desempleo, la inflación, la injusticia social y la falta de oportunidades, esos deben ser temas prioritarios, para los que se tracen políticas públicas trascendentales y así avizorar un Estado viable y sostenible.

Se abre un espectro para la recomposición de las fuerzas políticas en el país, los que apoyen una mayor descentralización, un manejo de recursos públicos con trasparencia, un acceso al poder de manera democrática, para los que traten temas vedados como el de las cárceles, la contratación de las fuerzas militares, los sindicatos de la educación, las concesiones públicas, la conformación de las cortes de justicia, la financiación de las campañas, el manejo de la Unidad Nacional de Protección, de la Sociedad de Activos Especiales, la conformación del Consejo Nacional Electoral, la elección del procurador, del fiscal, del registrador, del contralor, se abre el espectro, para aquel que acepte que todo debe emanar del poder del pueblo y no de coyundas políticas.

Este es el verdadero cambio que espera la Nación. Son las bases de ese nuevo mandato político recogido el 29 de mayo –histórico, por cierto-. El País parece que eligió el cambio, pero no cualquier cambio, ni a cualquier precio. Los resultados son contundentes, el ingeniero, en varias de las más recientes encuestas, arrebata a Gustavo Petro, el primer lugar de las preferencias electorales en diversos departamentos, en todos los grupos poblacionales gana Rodolfo Hernández, -excepto entre los jóvenes de 18-24 años-, entre las mujeres gana con el 60 % y entre los hombres gana con un 51 %.

Para Latinoamérica también hay un gran mensaje, saben que Colombia es el eje del futuro político para la región, se consolida la idea de que no hemos sido arrastrados por el populismo, por hiperinflaciones, por gobiernos militares, dictaduras, que seguimos cumpliendo con los compromisos adquiridos por la deuda externa, que seguimos haciendo parte del concierto de naciones democráticas y el triunfo es de la gente.

Esperemos que el 19 de junio, el pueblo se pronuncie en las urnas, en coherencia con lo ocurrido en la primera vuelta, que se pronuncie, no en las guerras verbales, sino con el silencio contundente de los votos.

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Miguel Ángel Díaz
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