En el día a día de Bogotá, la ciudad que encabeza la lista mundial de tiempo perdido en tráfico, los ciudadanos enfrentan no solo el estrés vehicular, sino también una carga significativa en sus mentes. Según el TomTom Traffic Index 2023: “Los bogotanos gastan en promedio 244 horas al año atascados en el caos vehicular.
Pero más allá de las calles congestionadas, un informe reciente de la secretaría distrital de salud y la oficina de Naciones Unidas revela un panorama inquietante en cuanto a la salud mental en la capital colombiana, la depresión se erige como uno de los protagonistas en este escenario. El estudio, llevado a cabo en la administración anterior, evidenció un cuadro desafiante: “Aproximadamente el 11% de la población encuestada ha padecido o padecerá en algún momento un trastorno depresivo”
¿Qué tanto incide el entorno citadino en estas cifras? La respuesta radica en los determinantes sociales, que van desde la deprivación económica hasta la inseguridad y la incertidumbre. Factores ambientales, climáticos y genéticos también entran en juego, formando una combinación que incrementa el riesgo de trastornos mentales.
Es evidente que las condiciones de vida, especialmente en estratos socioeconómicos bajos, están asociadas a una mayor propensión a los problemas de salud mental. La deprivación económica, la dificultad en acceder a servicios de salud y otras condiciones precarias son señaladas como catalizadores de estos trastornos. Es aquí donde se materializa la necesidad de abordar la salud mental como un componente más amplio que va más allá de los diagnósticos clínicos.
La gestión del estrés y las emociones también se entrelaza con otro problema latente: la seguridad vial. En Bogotá, los incidentes viales y la violencia en las calles son una realidad diaria. Las cifras de violencia intrafamiliar, violencia interpersonal y presuntos delitos sexuales son alarmantes. En este contexto, he presentado dos Proyectos de Acuerdo que buscan abordar de manera integral la salud mental.
El primer proyecto se centra en la seguridad vial, proponiendo estrategias pedagógicas para el manejo de las emociones de los actores viales. La educación socioemocional se erige como una herramienta clave para fomentar la tolerancia y el respeto en el espacio público, mejorando así la convivencia ciudadana y reduciendo incidentes viales.
Considerando la importancia de la seguridad vial en la ciudad, el acuerdo propone medidas para fortalecer la educación socioemocional de los ciudadanos, abordando aspectos como la tolerancia y el respeto en el espacio público. El proyecto refleja mi preocupación por mejorar la convivencia ciudadana y reducir los incidentes viales, al tiempo que promueve una cultura de respeto mutuo entre los diversos actores en las calles de Bogotá.
El segundo proyecto, tiene como objetivo establecer orientaciones para fomentar y reforzar las medidas existentes sobre educación socioemocional en Bogotá. El acuerdo busca convertir las escuelas en territorios de paz, priorizando la formación integral de los estudiantes. La propuesta se basa en la premisa de que la educación socioemocional es un proceso educativo continuo que potencia el desarrollo emocional como complemento al desarrollo cognitivo de los niños, niñas y adolescentes (NNA).
“La educación socioemocional es esencial para prevenir perturbaciones emocionales, especialmente en un contexto pospandémico donde se evidencian altos índices de trastornos mentales en adolescentes a nivel global” según UNICEF.
El proyecto busca atender estas preocupantes estadísticas al enfocarse en estrategias para gestionar el manejo de emociones y promover un ambiente escolar que contribuya al bienestar personal y social de los estudiantes.
Además, el proyecto considera las etapas cruciales del desarrollo infantil, desde la primera infancia hasta la adolescencia, destacando la importancia de la gestión emocional durante estos periodos formativos. La propuesta también se alinea con los principios orientadores del Gobierno Nacional en el Plan Nacional Decenal de Educación (PNDE) y el Plan Nacional de Desarrollo (PND), demostrando un compromiso con las metas de construcción de paz, desarrollo humano y reducción de inequidades.
Adicionalmente, el Instituto Nacional de Medicina Legal y Ciencias Forenses informa que entre enero y junio de 2022, Bogotá registra la cifra más elevada de suicidios en niños, niñas y adolescentes comparada con otras ciudades capitales del país, representando el 21.9% del total nacional. Estas estadísticas ponen de manifiesto la necesidad crítica de intervenir en la salud mental de la población más joven.
La educación socioemocional en las escuelas no solo impacta positivamente en el rendimiento académico, sino que también prepara a los niños y adolescentes para enfrentar los desafíos de la vida con resiliencia. Por otro lado, las estrategias para mejorar la seguridad vial no solo salvan vidas, sino que también generan entornos urbanos más amables y justos.
Mi iniciativa evidencia mi compromiso sólido con el bienestar de la comunidad bogotana. El enfoque integral, abordando tanto la salud mental como la seguridad vial, para tener una comprensión profunda de los desafíos actuales y la necesidad de acciones preventivas y proactivas.
Como Concejal de Bogotá reconozco la importancia de la representación política en la promoción del bienestar ciudadano. La atención a estos temas cruciales no solo mejora la calidad de vida de la población, sino que también sienta las bases para una sociedad más saludable, resiliente y equitativa.
