Hay muchas personas, que hablan mal de las empresas para las cuales trabajan, conspiran contra ella. Los verdaderos enemigos de las instituciones, se encuentran casi siempre, al interior de las entidades.
Es una estrategia caníbal. No soportan el crecimiento de la misma entidad que les da de comer, en realidad no les importa, lo que sí les importa es tragarse y llevarse por delante lo que no les conviene, así sea bueno para la Corporación.
Este tipo de comportamientos, destruyen por dentro la organización. Sustituyen el interés general por el propio. Es una especie de secuestro de la misma institución y después tienen el descaro de reclamar por la mala imagen de la misma. Son enemigos internos, de lejos.
Ejercen un falso patriotismo institucional. Ostentan poder y a la vez son oposición. Se atraviesan a las buenas prácticas empresariales. Es un fenómeno muy recurrente en no pocas entidades. En casi todas, abundan estos personajes.
Son mediocres profesionales. Desde zonas de influencia, no hacen cosa distinta de profesar y justificar ideas contrarias que atentan contra su propia casa laboral. Tienen exceso de intriga y les falta valentía.
Otro rasgo que los caracteriza es la arrogancia. Posan como intocables, meten miedo. Todo lo hacen con cálculo, no obstante, en el fondo son torpes. Ninguna empresa, entidad o incluso grupo de trabajo pequeño, se escapa.
Y no entienden algo elemental en toda Corporación de trayectoria. El verdadero enemigo se encuentra afuera. Aunque estos contradictores internos, contribuyen en gran medida, para los ataques externos. Mutan a un caballo de troya.
Pero no todo es pésimo. Las actitudes de hostilidad interna, en la mayoría de ocasiones resultan ser frágiles, efímeras, parcializadas. Son triunfos coyunturales. En algún momento, son expuestos al público y terminan al margen. Aunque estos procesos no son tan rápidos.