Fanáticos y sectarios en la universidad

El boicot que impidió esta semana a Sergio Fajardo hablar en la Universidad Tecnológica de Pereira, cuando pretendía dar una charla sobre la situación del país en el marco de la campaña electoral que se lleva adelante en estos días en Colombia, es una muestra de intolerancia y fanatismo que no debería tolerarse en una sociedad democrática.

Y lo más triste es que el hecho haya tenido lugar en el recinto de una institución que por su naturaleza debería representar el conocimiento y la libertad de expresión. Mucho me temo, sin embargo, que este incidente pasará sin pena ni gloria en el cúmulo de actos de sectarismo que se viven a diario en este país, y no será nada extraño ver su repetición de aquí en adelante.

Fajardo, que vio como una de sus colaboradoras sufrió una agresión física como consecuencia del estallido de un artefacto de fabricación casera, ha dicho que insistirá en encontrarse con los estudiantes de ese centro universitario, y que “las universidades deben ser lugares de encuentro, de debate, de argumentos e ideas; nunca de violencia y opresión”.

No hay a quién señalar por el sabotaje al candidato presidencial de la Coalición Centro Esperanza, porque los protagonistas de este hecho lamentable iban encapuchados como delincuentes. Pero sí tenemos unos datos para reflexionar y sacar conclusiones.

A ese mismo recinto acudió en días pasados el senador Gustavo Bolívar, cabeza de lista al Senado del Pacto Histórico que encabeza Gustavo Petro, a dar una charla que transcurrió sin incidente alguno. “Fue un día maravilloso y lleno de experiencias y aprendizajes”, dijo en Twitter una de las presentes en la charla de Bolívar.

Curiosamente algunos medios han aireado en estos días la presencia de un encapuchado que se identifica como “joven herido por el Esmad” en un mitin de Gustavo Petro. En declaraciones a WRadio, Rey Mono, como dice llamarse este personaje, segura que “este Gobierno nos obliga a estar así” (encapuchado). Las capuchas, tanto las “buenas” como las “malas, deben desaparecer de la campaña política. Ya hay suficientes elementos de crispación en el ambiente político para agregarle nuevos elementos de alarma.

La película del incidente vivido por Fajardo en la universidad pereirana ya se vivido en España protagonizada por uno de los interlocutores de Gustavo Petro durante sus recientes viajes a Europa: Pablo Iglesias. Este señor fue especialista en boicotear la intervención de contradictores políticos en la Universidad Complutense de Madrid.

No solo eso, Iglesias ha teorizado sobre esta práctica deleznable en un portal de internet, comparando a los energúmenos que impiden la libre expresión en centros universitarios nada menos que con Antígona, personaje de la mitología griega que, a lo largo de los siglos, particularmente durante el siglo XIX, se convirtió en sinónimo de resistencia y reivindicación por haberse enfrentado al tirano Creonte.

Para Pablo Iglesias impedir que un contradictor político hable en la universidad tiene una “relevancia anecdótica”, y un acto como aquel representa “el No de Antígona en el que se fundamenta la ética política, como acto de radical libertad que desafía las leyes y se opone a la tiranía”.

Y es que Iglesias, además de posar de Che Guevara de salón y soñar con llevar a su país una revolución tropical, es uno de los mayores cursis que ha dado la política española en las últimas décadas. Traer su doctrina a los campus universitarios colombianos es dar varios pasos atrás en convivencia y libertad.

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