Insultos, empujones, provocaciones. La sangre ardiendo de los malos perdedores.
Picado el futbol. Se va a a los estadios en los tiempos modernos, a jugar poco y a pelear mucho.
Es la degeneración del ambiente, tenso, de confrontaciones agresivas, con decisiones arbitrales incomprensibles y una compleja administración de los dirigentes que, en muchos casos, ni saben ni entienden lo que aprueban y realizan.
El futbol pierde su esencia.
Son varios los entrenadores conflictivos, identificados, quienes con exceso de patanería insultan a los rivales y atizan las tribunas. Se ve también en las canchas de futbolistas aficionados.
El episodio vergonzoso del clásico capitalino, Santa Fe-Millonarios, con bochornosa exhibición televisiva, tuvo un epílogo lamentable.
Los futbolistas, rumbo al camerino, con los ojos desorbitados y sus brazos extendidos y amenazantes, ladraban como perros rabiosos y se desafiaban para ir a dirimir sus diferencias como gamines, en la calle.
¡Qué vergüenza!
El ambiente está enrarecido, con el peligro de una tragedia. Comunes son las declaraciones incendiarias de parte de los protagonistas, con participación activa de los periodistas partidarios, parcializados en los conceptos, que hacen mayoría en la capital en defensa de Millonarios, en Medellín a favor de Nacional o en Cali para beneficiar al América, con versiones distorsionadas para calificar los hechos.
Peligro inminente, como ocurrió en Manizales, donde aficionados y familiares fueron evacuados, hostigados por el ala violenta de las barras del América, enardecidas por la goleada a su equipo y su eliminación, con la pretensión de lograr los puntos por la vía violenta.
Como sucedió con la enrevesada decisión de Dimayor, a favor de Junior, en el reciente partido ante Nacional plagado de incidentes.
Es la fórmula siempre perversa de provocar disturbios para ganar los partidos por escritorio.
En un polvorín se han convertido los estadios.
El lenguaje utilizado hoy en el futbol es similar al de Rigoberto Urán frente a los medios, quien hizo del insulto un estilo, aunque en su caso, sin la agresividad ni la profundidad de los agravios que se aprecia en los entrenadores y futbolistas.