No son dioses los futbolistas, ni pueden pasar por encima de la ley y quienes la representan. El escándalo en Barranquilla, con la pelea entre algunos policías desbordados y jugadores exaltados, generó rechazos con indignación entre los aficionados.
A qué extremo hemos llegado.
El desenfreno en el tumulto, con golpes, empujones e insultos, es uno más de los tantos, vistos cada semana, originados especialmente por la precaria asimilación de una derrota.
Malos perdedores.
Vale decir que la seguridad en el interior de los estadios, razón y origen del conflicto entre los jugadores de América y los policiales, corresponde a la logística contratada por los clubes y no a los agentes del orden.
No justifico los desmanes de la autoridad, ni la fuerza bruta para controlar disturbios. Tampoco los excesos de los deportistas creyéndose intocables.
No son dioses los jugadores, pero muchos de ellos creen serlo, saltando normas, abusando de su popularidad y el reconocimiento público que en muchos casos llega a la idolatría.
Generando violencia con sus variantes en el fútbol profesional, que se hace extensiva a las canchas populares como inapropiado ejemplo, donde pelean los padres, confrontan con insultos los niños, agreden a los árbitros y se desafían de la peor manera los protagonistas desde las tribunas.
La violencia que genera violencia.
Las mañas a la hora de las derrotas. Los ídolos de barro de los camerinos, incapaces muchas veces de prevalecer con el buen juego, refugiados en la intransigencia o en tirar cortinas de humo para disimular sus caídas.
Hastiado de todo esto, prefiero, como me gusta, seguirle la huella a la pelota, con su riqueza de matices.
El buen momento de Nacional, por ejemplo, con la irrupción de futbolistas nuevos, de gran futuro, y el reencuentro de la identidad de su juego como garantía de los resultados, tan esquivos con los veteranos que terminaron bajo sospecha por su bajo rendimiento.
Situación similar la de Millonarios, que, al margen de sus cambiantes números al reiniciarse la Liga, con respeto a sus hinchas, no distorsiona los valores que lo hicieron campeón.
Al igual que la expectativa, entre polémicas y especulaciones por la nueva selección Colombia, que en horas o días será citada para iniciar una nueva aventura hacia el mundial.
Es la selección, que siempre eleva la temperatura y nos pone a soñar despiertos. Ese es mi fútbol…Es nuestro fútbol.
