La ciencia colombiana también tiene mujeres

El pasado 8 de marzo se celebró el Día de la Mujer que conmemora la lucha de las mujeres por el reconocimiento de sus derechos. En ese contexto, considero importante destacar los aportes de tres mujeres que conozco y que han hecho grandes aportes a la ciencia en Colombia. 

Cuando tuve el privilegio de conocer a Virginia Gutierrez De Pinedo ya era mayor pero tenía una voz fuerte y clara. Me sorprendió un poco esa mujer que, pese a su sencillez, generaba un gran respeto en la comunidad científica de Colombia dominada por hombres. Sin embargo, mi ignorancia sobre la antropología colombiana no me permitió aprovechar ese momento para haberle preguntado más sobre sus investigaciones que daban cuenta de las características de las familias y en particular de las mujeres colombianas. En efecto, Virginia, quien murió en 1999, fue una gran investigadora sobre la estructura de los hogares colombianos, revelando las particularidades propias de estas estructuras sociales. Para las mujeres colombianas, los resultados de esas investigaciones han sido fundamentales para que comprendamos que venimos de estructuras muy patriarcales y que liberarnos de ellas ha sido un esfuerzo largo y difícil. Sin embargo, que no hubiéramos dado un paso a la autonomía sin habernos formado intelectualmente. En efecto, para Virginia, ha sido la educación la que nos ha permitido desarrollarnos socialmente e independientemente de los hombres. Pese a lo importante del legado de Virginia para la construcción de la comprensión de la familia colombiana y pese a los grandes reconocimientos que le han hecho, es poca la gente del común que sabe quién fue ella, a pesar de que día a día vemos su cara en el billete de 10.000 pesos colombianos. 

La segunda mujer que destacaré se llama Carmenza Duque, a quien pude apoyar cuando ella era la directora de CEMARIN y a quien admiro por su liderazgo como miembro de la Misión de Sabios que recientemente entregó su informe final al gobierno nacional. Carmenza es una química colombiana que, gracias a su gran disciplina y capacidad de trabajo, dirigió la tesis de la primera persona que logró graduarse de un doctorado en Colombia. En efecto, pese a que las universidades colombianas se habían creado entre los siglos XVIII y XX, para los años 80s aún no habían estructurado programas de doctorados. Convencidos de la importancia de crear esos programas para proyectar la investigación en Colombia, Luis H. Blanco, Eduardo Posada, José Luis Villaveces, entre otros promovieron (con gran esfuerzo) la creación del primer programa de doctorado en la facultad de ciencias. Pese a que muchos de esos promotores de los doctorados empezaron a gestar investigaciones con sus estudiantes, la seriedad y gran disciplina de la química Carmenza Duque, permitieron que su alumna fuera la primera estudiante de doctorado graduada en Colombia. 

Finalmente, destaco en esta columna a Ángela Camacho a quien conozco por ser miembro de la Junta Directiva de la Asociación Colombiana para el Avance de la Ciencia. Ángela quien, en una clase llena de hombres, científicos, físicos, logró encontrar que su pasión era la enseñanza de la física. Fue profesora primero en la Universidad Nacional y más recientemente en la Universidad de los Andes. Sin embargo, hace unos años, reconoce que surgir en el mundo de la ciencia siendo mujer no siempre es fácil. Por ello, desde hace unos años lidera una entidad sin ánimo de lucro para abrirle camino a aquellas niñas que quieran dedicarse a la ciencia en Colombia: la Red Colombiana de Mujeres Científicas. Una entidad que, apoyada por la Academia Colombiana de Ciencias Exactas Físicas y Naturales, ha promovido los debates sobre retos, dificultades y logros de las mujeres dedicadas a la ciencia en Colombia. 

Si en este momento de la historia no es fácil para las mujeres destacarse en el mundo de la ciencia, tuvo que haber sido mucho más difícil para estas tres mujeres. Pese a ello, su esfuerzo, disciplina y tenacidad les permitió ir construyendo caminos para que hoy, las demás mujeres podamos abrirnos esos espacios con mayor facilidad. Por ello, creo que es necesario hacer este pequeño homenaje a Virginia, Carmenza y Ángela, porque con su profunda disciplina y amor por la ciencia lograron abrir caminos que hoy transitamos y que seguirán transitando las futuras generaciones de niñas y jóvenes que se dediquen a la ciencia en Colombia. 
 

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