Lo que con acierto denunciaba de sus contradictores el varias veces candidato presidencial Gustavo Petro, finalmente elegido, sobre aportes no reportados y algunos de oscura procedencia, hoy se le endilga a su propia campaña electoral.
La escaramuza delatora de Armando Benedetti, quién días después guardara sospechoso silencio, desató un imparable escándalo por el presunto ingreso de sumas de dinero, algunas de dudosa procedencia, y que, al parecer, no fueron reportadas en las cuentas oficiales de la campaña presidencial del Pacto Histórico.
Lo que Benedetti calló, por ahora, por temor o por efecto de haber logrado la cobarde reacomodación que tanto le reclamaba a Laura Sarabia (la del escándalo de la niñera en Casa de Nariño), explotó por el lado de Nicolás Petro Burgos, hijo del presidente de la República, quién no solo reconoce haberse quedado con parte de los recursos aportados por los sui generis señores Lopesierra e Hilsaca, sino que otra parte de esos recursos no reportados dice él que sí ingresaron a la campaña presidencial. Fico Gutiérrez y Sergio Fajardo le advirtieron oportunamente de Lopesierra a Gustavo Petro, pero hizo caso omiso.
Del escándalo de Benedetti y Nicolás Petro surge, por ahora, el nombre de Euclides Torres, de quién se advierte que el hijo del presidente entregará valiosa información que puede llegar a comprometer a la campaña presidencial de manera delicada con inexorables efectos sobre el propio presidente de la República.
Aún cuando los defensores del presidente destacan la postura del mandatario en el sentido de que ha dicho que respetará el Estado de Derecho y no se dejará seducir para presionar a la Justicia, la verdad es que esa postura presidencial lejos está de merecer el menor reconocimiento o aplauso, habida cuenta que lo propio es lo mínimo que debe cumplir el mandatario y cualquiera otro colombiano.
Esos defensores del gobierno de Gustavo Petro, han definido dos torpes estrategias para hacerlo: la primera, desestimar al propio Benedetti y ahora a Nicolás; y la segunda, amenazar la estabilidad institucional frente al probable adelantamiento del juicio político y jurídico que los graves anuncios de los delatores Benedetti y Petro obligan.
La defensa es tan torpe y pobre que han creído que los pronunciamientos del ex presidente Ernesto Samper ayudan, cuando dice que Gustavo Petro podrá demostrar su inocencia como él lo hizo siendo protagonista del proceso 8.000. Sobra cualquier otro comentario.
Esa defensa es tan poco seria como la que hace el candidato a la Alcaldía Mayor de Bogotá Gustavo Bolívar pero no más vergonzosa que la postura de algunos periodistas que buscan quitarle trascendencia a las delicadas confesiones del hijo del presidente o las voces de defensores que alegan que los topes electorales son muy bajos y por eso justifican la conducta tramposa de superarlos o no registrar todos los ingresos.
La verdad es que superar los topes electorales y dejar de registrar los aportes en dinero o en especie a las campañas electorales constituye una inocultable conducta tramposa, sepa o no el candidato o el gerente de la campaña. Por demás, el hecho de que no sepan denota que su burdo desinterés por evitar que suceda.
El gobierno Petro cumplió un año sin que el prometido cambio, para mejorar, se advierta en lo más mínimo. El cambio se ha hecho notar pero por la incapacidad e improvisación de buena parte del equipo ministerial, la creciente cadena de escándalos de corrupción, indelicadezas ministeriales y la más degradante expresión de la politiquería.
El presidente sigue sin explicar sus ausencias reiterativas a muchos actos oficiales -la última en la Cumbre en Brasil- no obstante viajara con ese propósito. Algún día se sabrá qué le pasa al presidente, además de lo notoriamente visible e inocultable.
Los colombianos no debemos dejar pasar más por alto el quebrantamiento de principios que deberían ser respetados por todos.
La respuesta unánime debería ser de rechazo a los políticos que hacen trampa al permitir que sus campañas violen los topes o no registren todos los ingresos.
Gracias a esa postura complaciente, por ejemplo, no obstante la ocurrencia del proceso 8.000, el señor Samper Pizano, se considera un referente moral y varios periodistas afectos al gobierno de turno le den resonancia, aprovechando la protuberante ignorancia de buena parte del joven electorado Petrista.
