La inequidad en el mundo es innegable, pero en el Departamento del Chocó es más evidente

Durante los años 2012 y 2013, atendiendo invitaciones de mi amigo Rafael Pardo, quien fungía como Ministro del Trabajo y en representación de los medios de comunicación del Chocó, asistí como ponente de varios simposios sobre la Erradicación del Trabajo Infantil, donde insistí en que este tema en el Chocó, había que mirarlo desde una óptica especial.

Estas participaciones, en estos eventos, me llevaron a investigar y por supuesto preocuparme mucho más por los graves peligros y riesgos, no solo a la vida y a la salud, si no a educación de los niños, niñas y adolescentes, que viven día a día, el drama del trabajo infantil.

Un análisis del Observatorio Laboral de la Universidad del Rosario y Alianza EFI concluyó que, en el contexto de la crisis económica y sanitaria, se puede ralentizar la tendencia de reducción progresiva de la tasa de trabajo infantil.

En el mundo, 73 millones de menores de edad desarrollan trabajos considerados peligrosos. Con la pandemia se espera que haya un aumento entre 109.000 y 326.000 niños, niñas y jóvenes más trabajando en América Latina y el Caribe.

El trabajo infantil, según la Organización Internacional del Trabajo (OIT), es todo trabajo que priva a los niños de su niñez, su potencial y su dignidad, y que es perjudicial para su desarrollo físico y psicológico. Suele exigir muchas horas de trabajo, interfiere en su escolarización, puede implicar que estén esclavizados, separados de sus familias y expuestos a riesgos y enfermedades graves.

Según un informe de la OIT y Unicef, en el mundo hay 160 millones de menores que laboran y en los últimos cuatro años la cifra aumentó en 8,4 millones. Sin embargo, en América Latina la tendencia se ha mantenido a la baja. En Colombia, según cifras del Ministerio de Trabajo, la problemática ha descendido: la tasa pasó de 5,4 en 2019 a 4,9 en el último trimestre de 2020, lo que representa 523.000 trabajadores entre 5 y 17 años de edad, de los cuales 242.000 estaban ubicados en centros poblados, mientras los 281.000 restantes en rural disperso.

Sólo en la producción de bienes y servicios, según el DANE, 523.000 niños, niñas y adolescentes en Colombia ejercieron trabajo infantil, siendo la “agricultura, ganadería, caza, silvicultura y pesca”, la principal actividad económica, realizada principalmente por niños y adolescentes hombres (6,3 %). La principal razón por la que trabajaron los niños en el país fue porque debían participar en la actividad económica de la familia (38,8 %).

Y es ahí donde regreso a mi planteamiento inicial, de que este tema debía ser analizado desde un espectro más amplio en el departamento del Chocó, pues además de que esta región lidera vergonzantemente la lista de la tasa de desempleo más alta del país, año tras año, también lo hace con la mortalidad infantil, no queriendo esto decir que dichas muertes se deben a la realización de trabajos por parte de los infantes, solo que si se mira de una manera más prospectiva, los niños de este departamento del pacifico colombiano están casi obligados, no por sus padres sino por la misma situación económica que los rodea desde que abren sus ojos al nacer.

Una madre soltera y cabeza de familia chocoana, como la gran mayoría en esta región, con 5 o 6 hijos que alimentar, debe subsistir haciendo trabajos por lo general, de agricultura, minería, lavando ropa o empleada doméstica, en el último caso es muy poco probable que los patrones le permitan llevar los niños al trabajo, así que en los restantes, lo más normal es que la acompañen a sus labores diarias en donde participarán de estas los mayores, mientras los más pequeños permanezcan jugando cerca.

En este caso, no es trabajo infantil forzado, es SOBREVIVENCIA PURA, ya que si no trabajan, no comerán y aunque algunos organismos aseguran que trabajar en el agro o en las minas les ayuda a los niños a adquirir importantes habilidades de subsistencia y contribuyen a su supervivencia y seguridad alimentaria, yo opino que el tipo de actividades que realizan son inapropiadas para su edad, probablemente peligrosas e interfieren con su educación.

Una cosa es el trabajo infantil ayudando en las labores del hogar, otra es la trata de personas y la prostitución infantil forzada, de la que por lo menos cada uno de nosotros conocemos aunque sea un caso y de la que nos referiremos muy seguramente en otra ocasión.

No es una tarea fácil, hacerles entender a los padres de familia y a los menores de edad chocoanos, que el trabajo infantil es un delito y que el estado está en la obligación de garantizarles sus derechos, con sensibilización y acompañamiento a las familias para evitar y prevenir estas situaciones, las cuales generan deserción escolar, reclutamiento forzoso, consumo de sustancias psicoactivas y explotación sexual, entre otros.

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