De las lágrimas de Neymar en su partida, que evocaron las de James, cuando a Colombia la eliminó Brasil en 2014, a las vulgares provocaciones de los argentinos, después de la clasificación a las semifinales del mundial.
Pésimos ganadores son, como malos perdedores. Muestras hay por cantidades.
Al margen, Messi inmenso, cuando ya prende sus turbinas el tren de su adiós. En un mundial en el que los jóvenes valores, aunque resaltan, tienen mínimos porcentajes de su talento.
Él y 10 más, así se diga lo contrario, porque algunos de sus compañeros, inflados por el marketing , son de palo. Cristiano, su eterno rival, el hombre del espejo y los abdominales, goleador histórico, terminó en el banco peleando consigo mismo y con la máquina del tiempo. Mbappé pide el trono, ¿Y Kanne, el inglés? Cualquiera falla un penalti. Su selección, siempre en la cuneta.
Lo previsto, alta tensión en Qatar en las instancias de cierre con sorpresas como Marruecos y la ratificación de Croacia y Francia, finalistas en Rusia.
Mejoraron los partidos, pero no el espectáculo. Los juegos se hicieron intensos y emocionales con finales de infarto y una que otra jugada de cartel como la acción del 10 argentino, antes del primer gol ante Países Bajos.
Lejana, sin embargo, la esencia del futbol. Correr o chocar, a veces sin pensar, no es brillar. Defenderse como recurso. El miedo a perder subordinó, hasta ahora y con pocas excepciones, la osadía de ganar. La tendencia a anestesiar los partidos, se robó las emociones.
Es un equipo feroz el argentino. Juega con pasión y…con el alma. A lo Pereira, flamante campeón en el futbol colombiano, contra todos los pronósticos.
Pereira, en esta absurda superposición de partidos con Qatar, en la final colombiana al estilo Dimayor, un ejemplo de la reactivación anímica de un equipo acostumbrado a pelear en el descenso.
No siempre con fajos de billetes o con favores de los árbitros, se construyen los campeones.
Dejó de sufrir en el sótano del futbol, con variantes en su rendimiento, con desmarques veloces, presión intensa, técnica colectiva, ideas simples, para transformarse en un equipo guerrero y resistente. Leo Castro, su símbolo.
Ganó desde su proyecto, desde sus hinchas, desde el himno, desde el aporte valiente de sus futbolistas, desde el compromiso grupal, porque, conducidos por Alejandro Restrepo, un técnico rechazado como varios de sus futbolistas, logró lo que por años fue imposible, tocar el cielo con las manos.