La política como instrumento de cambio

Durante muchos años nos hicieron creer en el Chocó que la política es cosa de otros, que es una acción que sólo pueden llevar adelante los iluminados y cuentan con capacidades específicas. Vaciaron de sentido político nuestras acciones y les quitaron lo más importante: la idea de que cada uno y cada una de nosotros puede transformar el mundo que nos rodea, hacerlo más justo, más digno.

De esta manera, el ejercicio del poder queda reducido a clanes familiares y grupos selectos: los que ejercen la política y toman las decisiones sobre el conjunto. El poder queda comprimido a su mínima expresión.

Por otra parte y al mismo tiempo, la participación se fue fragmentando y replegando a espacios reducidos siendo el voto la máxima (cuando no la única) expresión de participación, acto sustancial y fundamental para vivir en una sociedad democrática. Pero la complejidad de lo social demanda otros modos de participación que resulten más inclusivos.

En el escenario actual del Chocó aparecen, por un lado, la falta de visibilidad sobre aquellas cosas que nos interesan y preocupan, y, por otro, que la mayoría de los que ocupan lugares de representación no responden a nuestras necesidades y expectativas, no luchan por lo que legítimamente deberían hacerlo. Sumado a esto, y paradójicamente, la sociedad en su conjunto no logra recuperar la política como instrumento de cambio, como un modo de accionar para transformar. Sigue entendiendo “lo político” como algo que excede sus capacidades, que es cosa de otros o simplemente lo reducen a lo partidario.

Es obvio que la “despolitización” de los sujetos no es casual y necesitó de la construcción de complejos procesos de comunicación en todas sus dimensiones. Seguramente la primera tendencia es pensar sólo en el sistema de medios como un mecanismo por excelencia para separar a las personas de la acción política. Los medios son responsables pero no son el único dispositivo utilizado para desmovilizar. La inmovilización también se construyó en el día a día de todos y todas, en las relaciones que establecemos en nuestra vida cotidiana. El “no te metás” como dispositivo fue una consigna poderosa que construyó sentidos tan fuertes que aún persisten en las prácticas cotidianas y que se traduce en “no reclamés, no protestés, no cambiés, no participés”. De esta manera se deja el camino abierto para que ciertos sectores se adjudiquen la representación y actúen sólo en función de intereses propios.

Entonces la pregunta es ¿cómo construir nuevos procesos de comunicación que devuelvan a las personas y a la sociedad en su conjunto, el sentido de lo político? ¿Cómo pensar en procesos de comunicación que recuperen el sentido de la participación política sin reducirla a lo partidario? Resulta imperioso recuperar el sentido político de nuestras acciones, para sentirnos parte de un proyecto más amplio, para sentir que cada uno de nuestros actos da sentido a ese proyecto y puede trasformar la realidad.

Si nuestra cotidianidad sigue sumergida en lo individual, si nuestros proyectos no se engarzan en proyectos macro, la política seguirá siendo de otros y otros seguirán tomando decisiones sobre aquellas cosas que nos afectan todos los días. Comprometernos, ser solidarios, pensar que lo que me pasa a mí les pasa a otros y construir lazos para transformar es tarea de todos y todas.

Las brechas en nuestro departamento están más que abiertas y cerrarlas constituye una empresa titánica que no cualquiera tiene como asumir, en español, no cualquiera tiene la capacidad intelectual, económica, estructural y hasta espiritual, pues para echarse ese saco al hombro (el de hacer política) debe haber una conexión con el electorado, que solo se consigue ubicándose en tiempo y espacio, en la problemática general de nuestros pueblos, y eso no cualquiera tiene la capacidad racional, lo que llamamos “caberle el Chocó en la cabeza”.

Platón consideraba que no es cierta la teoría que todos los hombres son iguales y válidos para gobernar. Decía que cada persona tiene tres almas y cada individuo tiene más o menos desarrollada cada una de esas tres almas. Las personas que tienen el alma racional más desarrollada son los que estarán más preparados para gobernar.

La comunicación será potente en nuestro departamento cuando las relaciones sociales recuperen el sentido político, cuando nuestras decisiones como ciudadanos se conviertan en actos políticos, en decisiones de conjunto y de gobierno. Cuando seamos capaces de pensar que las desigualdades sociales son producto de relaciones sociales y que la exclusión es el resultado de decisiones de personas que ejercen el poder. Recuperar la dimensión política de la comunicación es discutir sobre el sentido de las cosas, es reconocer que en las relaciones el poder se ejerce para instituir sentidos.

Si cada uno pelea por su sentido y no logramos construir un sentido común que nos contenga, seguramente y trágicamente, solo asi, habremos demostrado que como sociedad y en plena pandemia no aprendimos nada y que la política como instrumento de cambio fracasó.

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