Esteban Jaramillo

Administrador de empresas y periodista. Premio Nacional de periodismo SIMÓN BOLÍVAR. Galardón vida y obra “Orlando Sierra”. Alumno orgulloso de Juan Gossain, Yamit Amad, Guillermo Lema, José F Corredor y Javier Giraldo Neira. Experiencia en Radio prensa, tv, internet.

Esteban Jaramillo

La vida en un penalti

No puede ser un penalti la antesala de la muerte, como ocurrió con Andrés Escobar. 
 
Es un momento de tensión, nervioso para todos por igual, que desborda en celebraciones, es motivo de disparates, provocaciones, desahogos y revanchas, pero no puede, por sus efectos, llevarse a los extremos.
 
Un penalti es una jugada más que representa cobros exquisitos o errores penosos, en partidos trascendentales o en juegos de potrero.
 
Frente a la portería, a pesar de la ensayada sensibilidad en el golpeo, muchos famosos han fallado. 
 
Para ellos, cuando erraron, la vida siguió igual, porque en el futbol sin sospechas, con juego limpio, no es perverso quien se equivoca, ni siempre es héroe quien tapa.
 
Ni pena de muerte ni cadena perpetua, para quien lo comete, lo falla o no lo evita. 
 
Lo de Andrés Escobar, el gran Andrés, con la selección en el mundial, tiene cola todavía, por el dolor que produjo a los suyos su trágica muerte, el descrédito para el futbol colombiano y el impacto anímico para sus seguidores, compañeros y entrenadores.
 
Algo debió enseñar, por sus consecuencias.
 
Dos episodios parecidos, con sus ecos destructivos, llevaron de nuevo al futbol colombiano al escándalo. La agresión al futbolista Daniel Cataño, en Tolima-Millonarios, por parte de un aficionado y la respuesta imperdonable del jugador, que se justifican con la ley del Talión: “ojo por ojo, diente por diente”. 
 
Y la conducta de Aldair Quintana, sospechoso o no, quien elevó la temperatura pasional con su penalti premeditado ante su antiguo club, Nacional, en momento crítico del partido ante Pereira, su equipo actual, y su escaso compromiso al intentar detenerlo, que levantó las iras de la afición.
 
Es simple: no se juegan ni el futbolista, ni el árbitro, la vida en un penalti…Es una jugada más, a pesar de que las emociones en el futbol son desbordadas y las relaciones tensas. Claro queda, para efectos del castigo, que es pequeño el hilo que separa el pecado del indulto, de acuerdo con el dinero, las influencias y el poder.

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