Modern Love: ¡qué viva la gente cursi!

“Lo de mi ex marido y yo fue amor a primera vista. Debí echarle otro vistazo” (Película  Delitos y faltas, Woody Allen,1989). 

Se casaron los periodistas Catalina Suárez y Jorge Ernesto Suárez. El enlace no habría causado morbo en las redes sociales de no ser porque él es un ex guerrillero como lo fue su papá y ella una joven uribista. Se juntaron el hambre con las ganas de comer, dirían los incrédulos. Ella es "adoratriz" de Álvaro Uribe y él tiene  historia propia en la extinta Farc que, al parecer,  asesinó  al papá de Uribe. Lo que demuestra que el amor puede obrar milagros, así Uribe se haya salido de los chiros con la noticia, supongo. 

¡Qué viva el amor y no la guerra! 

Pensándolo bien, yo vine a hablarles de otra cosa: Tire la primera piedra aquel o aquella que no ha sido cursi en el amor. El amor es cursi por naturaleza. Google, que no se calla nada, tiene su propia definición: “Cursi es un adjetivo que describe algo exagerado o ridículo. El uso más común de este adjetivo se encuentra en la descripción sobre declaraciones o actitudes románticas exageradas. Por ejemplo, que una pareja se la pase llamándose nombres cariñosos mientras se comparan el uno al otro con metáforas ridículas”.  ¿Están de acuerdo? 

¿Cómo tratan a sus parejas, y viceversa? Hay apelativos para todos los gustos: Mi Muñeco, Solecito mío, Nene, Mi tesoro, Mi rey, Princesa, Osito, Conejita, Cosita, Bichito, Corazón de melón, o, más empalagosos, Bombón, Galletita, Bizcochito, Mi Chocolate. 

A propósito del cuento, el fin de semana se murió el Pupuchurro: paz en la tumba del actor Raúl Santa.  Él y la Pupuchurra elevaron la cursilería a otro nivel gracias a la telenovela Yo soy Betty la fea. 

El poeta cubano Nicolás Guillén lo dijo en un verso y sin esfuerzo: A veces tengo ganas de ser cursi / para decir: La amo a usted con locura. / A veces tengo ganas de ser tonto / para gritar: ¡La quiero tanto!

El amor es cursi porque la cursilería es inherente al ser humano. Como inherente es la corrupción a la naturaleza humana, según el “poeta de cuello blanco”, Miguel Nule, miembro del famoso Cartel de la Contratación que saqueó las finanzas bogotanas. Qué romántico es el amor al dinero, así que un poco de cursilería es necesaria en el país de los desfalcos y el Sagrado Corazón.

Soy lector empedernido de la columna Modern Love, que publica desde hace más de una década el diario The New York Times; su editor –oh sorprais- es un hombre, el periodista Daniel Jones.

La plataforma Amazon Prime Video estrenó  este 2021 la segunda temporada, de ocho capítulos igual que la primera.

Son historias de la vida real  que  le pasan a personas de carne y hueso como usted y como yo. Me encantó el episodio titulado “Acéptame tal y como soy, quienquiera que sea”, donde Anne Hathaway se mete en la piel de  una mujer bipolar que anhela lo que todos, amar y ser amada, a pesar de que su vida está hecha un sancocho. 

Paréntesis. Este drama me conmovió por una razón especial:  cada sábado, mientras salgo a caminar,  charlo telefónicamente con una amiga que prepara un libro sobre el Trastorno Afectivo Bipolar (TAB); por  esta mamá cuidadora de su hija, he podido comprender lo compleja de esa enfermedad mental. Si el amor es difícil para quienes nos creemos cuerdos, imagínese lo que significa para quien habita dos mundos a la vez.  

Otra historia del Times habla de las tales relaciones abiertas (a mí que no me vengan con esos cuentos, tampoco me hablen de poliamor, una forma encubierta  de la  promiscuidad, así me tachen de anticuado), aunque en defensa de los poliamorosos aceptemos que Woody Allen tiene razón: “El sexo sin amor es una experiencia vacía. Pero de todas las experiencias vacías que existen, hay que reconocer que es una de las mejores”. 

Un relato más nos lleva hasta un escritor que inventó la cura de los besos que salvaron a su amada anoréxica. Llevan más de 20 años comiendo perdices.   

Como periodista, las historias de amor me seducen. De hecho, una de ellas  dio origen  en plena pandemia a mi primer pódcast, Solos Solas y Soles. Resumen: Una joven peruana, fanática de "Betty, la fea", viajó a Colombia como pasante de geología y, en mayo de 2013, encontró en Bogotá a su media naranja en la misma casa que sirvió de locación de la icónica telenovela colombiana.

Me declaro cursi. ¡Qué viva el amor! ¡Qué viva la gente cursi del mundo y sus alrededores! ¡Qué vivamos por secula seculorum  los anticuadamente monógamos! ¡Y qué viva el amor y no la guerra, doctor Uribe!

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