Nueva historia de “d/Dios” y el Bing Bang…

Unos versos patrióticos, alusivos a la guerra por nuestra independencia, aprendidos durante la primaria, decían: “¡Permite Dios poderoso / que yo plante esta bandera / donde se mece, altanera, / la del español odioso, / y yo moriré dichoso / si tal es tu voluntad […]!”. Una invocación similar, para tentar a Dios, haría el comandante o virrey ibérico con el fin de evitar que su “altanera” bandera fuera desplazada por la criolla. ¡Tamaño lío para Dios!: ¿a quién hacerle caso: al humilde soldado patriota o al bien provisto jefe ibérico? 

No se tiene noticia exacta desde cuándo los humanos empezamos a buscar apoyo celestial en las aspiraciones terrenas. Podría decirse que desde cuando los primeros habitantes del planeta Tierra intuyeron la extraordinaria complejidad del mismo, y supusieron –eran inteligentes– que había sido creado por algo o alguien omnipotente y omnisciente, a quien podrían solicitarle toda clase de ayuda bajo un principio que dice “El que puede lo más, puede lo menos”. Pero aquí hay gato encerrado.

Resulta que, en el comienzo del comienzo, operaba el Consejo Central de las Divinidades, máximo órgano de gobierno de lo que existía, algunas de las cuales tenían descendientes de edades menores. Pues bien, se cuenta que una de estas –la denominaremos Alfa–, con fama de ir a su aire, como divinidad que era, en uno de sus momentos de ocio y autogestión obtuvo de la nada un material misterioso y elaboró una minúscula figura que, tras soplarla con fuerza, explosiona (el Bing Bang) con una potencia jamás registrada, y de inmediato empieza a expandirse a velocidades indescriptibles, y surge el Cosmos actual, hace la bicoca de unos 14 mil millones de años.

El Consejo lamentó la inesperada pilatuna y, luego de proyectar la magnitud de lo sucedido, amonestó enérgicamente a la inquieta divinidad y la “condenó” a estar atenta, ¡por siempre!, a la evolución del suceso que había generado, cuya dinámica daría lugar al planeta Tierra hace más o menos 4.500 millones de años. En otras palabras, la forzada misión de Alfa era vivir pendiente del Cosmos, en especial de la Tierra, hasta el final del tiempo. La joven fue consciente, ¡era de suponer!, de lo que se le esperaba, intuyendo que, si en este planeta en alguna época aparecían seres con algo de su inteligencia, tarde o temprano le pedirían ayuda en sus aspiraciones. 

Ello se habría iniciado con los neandertales hace unos 230 mil años y continuaría con el Homo sapiens y el Homo sapiens-sapiens, al ir comprendiendo, según se anticipó, que su propia existencia era un misterio, que era imposible que se hubieran hecho a sí mismos, y que todo tenía que ser obra de divinidades especiales. No obstante, pasados miles de años, la creencia en una pluralidad de las mismas se fue decantando y se resumió en una sola, a la que en español llamamos d/Dios (en minúsculas para un agnóstico, en mayúscula inicial para un creyente). Así, entonces, los terrícolas lo reconocieron como el s/Ser del que se requería apoyo para lo que desearan o necesitaran. 

¡Qué de cosas las que habrá escuchado de tantos en tantos siglos! Se imagina uno las que le pedirían, por ejemplo, cada quien a su modo, Alejandro y Atila, María Magdalena y Cleopatra, Savonarola y Torquemada, Beethoven y Mozart, Newton y Galileo, Picasso y Rivera. Y Paul Tibbets (el piloto que lanzó la bomba sobre Hiroshima). Y los sicarios colombianos cuando le piden que guíe sus disparos; los futbolistas, que guíe sus tiros; las candidatas de la belleza, que guíe sus giros en pasarela; los corruptos, que guíe otra clase de giros; los borrachitos, que les guíe el carro; las huestes talibanas, que guíe sus dagas para decapitar mujeres. Y cosas por el estilo. ¡Por Dios!

Es fácil suponer que la inquieta e indescifrable Alfa, es decir, el d/Dios de nuestro Cosmos, no volvería a dormir jamás… Tampoco los que ignoramos qué propósito tuvo al provocar el Big Bang y el rol que íbamos a jugar en él. 

Todo eso explica los versos citados al principio de la columna, ínfimo reflejo de lo que en las guerras civiles de nuestra historia hacían muchos políticos al pedirle a d/Dios que estuviera de su lado para lograr o retener el poder, cualquiera fuera el costo. Costumbre que no ha cesado y se ve ya en la campaña presidencial. 

Colorín colorado.

INFLEXIÓN. Finalmente, la bandera aquella se plantó donde se mecía altanera “la del español odioso” pese a que los reyes, reinas, cardenales, generales y mariscales de la Metrópoli le pedían a d/Dios lo contrario…

Por: Ignacio Arizmendi 

28/08/2021

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