Millonarios, campeón de la Copa BetPlay, jugó en ocasiones, a lo largo de la temporada, con la técnica y precisión de la fina relojería.
También caminó en la cuerda floja, en medio de tribulaciones, con el beneplácito de sus detractores.
Sorteó aguas turbulentas, agitadas, con el apoyo irrestricto de su gente, con estadio lleno, en noches gélidas, sin declinar frente a la zozobra, a pesar de las provocaciones desde tribunas de opinadores celosos e incompetentes.
De vestuario sucio, para sacar provecho personal a una crisis, habló el Pibe Valderrama, hincha de Junior.
Palabras necias tan comunes en los desfallecimientos.
Respondió Millonarios con el reencuentro de su ADN futbolero, con reanimación de las convicciones, con solidaridad y compromiso y, en etapas determinantes, con fútbol.
A pesar de que sus estrellas nacientes, Gómez y Ruiz, acaparadores de elogios, sin esconderse, perdieron claridad en sus acciones, pero reaparecieron con influencia, Montero y Ruiz, el goleador, castigados en redes y medios.
Ganó el azul por jerarquía. Porque supo competir en los momentos más difíciles. Porque atacó con vehemencia, en la misma proporción de sus errores defensivos, de riesgo obligado, cuando se asumen posiciones agresivas hacia la portería adversaria.
Porque supo interrumpir su racha sin victorias, con suspenso en los últimos compases hacia el título.
El triunfo lo celebró con llanto, con grandeza, sin provocaciones ni mensajes subliminales como cuentas de cobro por parte de sus figuras.
Conmovedor fue ver a Macalister Silva, con su golazo, pieza de hemeroteca en segundo plano, ensalzando a Gamero quien con humildad celebraba con su familia y la tribuna, como pieza vital de la campaña.
Si señores, Gamero con su juego romántico, sin ponerle maquillaje petulante a sus modales, para construir su estilo desde la pelota. Quien limpió el camerino cuando atacaban los egos, recuperó la capacidad de su equipo en los momentos justos y lo llevó a empujar y a correr hasta los límites del esfuerzo*.
Por todo esto ganó Millonarios.
Ganó en partido vibrante y emotivo, a pesar de Viera, arquero volador, salvavidas, de largo aliento en Junior.
Ganó porque le puso razón y corazón a su futbol, no bajó los brazos y corrió hasta fundirse.