Juan Manuel Galán

Politólogo e Internacionalista, Magíster de Artes en Política Internacional de Instituto Politiques de Paris y Magíster de Ciencias en Relaciones Internacionales de Georgetown University. Es trilingüe, domina el español, francés e inglés. Candidato a la Presidencia de Colombia 2022 – 2026 por el Partido Nuevo Liberalismo. Senador de Colombia en tres periodos consecutivos (2006 – 2018).

Juan Manuel Galán

¿Podemos seguir creyendo en lo que dice el presidente Gustavo Petro?

El pasado 20 de marzo, un grupo representativo de alcaldes y gobernadores se manifestaron en favor del orden nacional por el recrudecimiento del conflicto armado interno en Antioquia, Meta, Caquetá, Norte de Santander, Chocó y Cauca. en las provincias de nuestros territorios. 

El mensaje fue claro e histórico: «señores del Gobierno, ¿hasta cuándo abusarán de nuestra paciencia?», dieron a entender los representantes democráticos de las  regiones que viven y sienten el caos. Si ellos no están legitimados para cuestionar  el estado actual del orden público, ¿entonces, quién puede hacerlo? Es que son  evidentes los efectos de la inobservancia de la obligación constitucional del  presidente de «conservar en todo el territorio el orden público y restablecerlo donde  fuere turbado» (Art. 189). 

Pero los antecedentes de nuestra cabeza de Estado demuestran que su actitud de  vida se inspira en el abierto desconocimiento del ordenamiento jurídico y el  desprecio por el statu quo. El restablecimiento de sus derechos políticos se dio  porque la Procuraduría General de la Nación era incompetente para inhabilitar  funcionarios de elección popular, no porque el ente de control hubiere omitido su  deber de basarse en las pruebas incorporadas en el expediente. 

La reforma viciada del Plan de Ordenamiento Territorial, la adopción abrupta de un nuevo esquema de prestación del servicio público de aseo y la modificación arbitraria de las tarifas del Sistema Integrado de Transporte Público son ejemplos  de infracciones cometidas por el líder de la Bogotá Humana. Ahora que es presidente, Petro pretende que ignoremos que capitalizó políticamente el paro del  Clan del Golfo durante la campaña presidencial; que su familia se reunió con capos  de la mafia; que luego las cabezas del narcotráfico pagaron hasta quinientos  millones por cupos en la Paz Total, y que —producto del desorden institucional— la  semana pasada renunciaron treinta y cuatro coroneles, mayores y capitanes. 

A Petro no se le puede creer por lo que dice, sino por lo que hace. Para todo tiene una explicación plausible, una coartada e incluso un escándalo: «yo no lo crie», «yo  no sabía», «es una persecución» o «miren, trajimos a Aida Merlano a declarar», son  los fundamentos comunes de sus defensas. La Fiscalía General de la Nación tendrá  que hacer las investigaciones de estos hechos, ojalá antes de que se envíe una  terna oficialista para el reemplazo de Francisco Barbosa. No se vale el juego sucio,  ni son admisibles las alianzas político-criminales; la democracia solo es posible  cuando se expresan ideas sinceramente, sin intrigas y con base en argumentos.

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