Nohelia Durán

Pongámonos exigentes

Esta nueva etapa a la que nos enfrentaremos los colombianos, en donde debemos elegir el nuevo presidente del país, es un claro enfrentamiento del cambio contra el cambio. En ese sentido, mi invitación es a ponernos más exigentes frente a los planes que tendrán los dos candidatos que se jugarán la segunda vuelta a la presidencia, especialmente en términos de educación, que será de lo que tratará esta opinión y uno de los rubros más valiosos que consideraré para la próxima jornada de elecciones, aunque honestamente no tengo muchas esperanzas. 
 

Inspirada por un mensaje que vi hace poco en Facebook de Susana Álvarez que además representa la necesidad y el malestar de muchos jóvenes en Colombia quise terminar de escribir esta opinión, que tenía en mente desde hace días, y cito un fragmento de lo que publicó “Soy de esos jóvenes que desde que nos graduamos llevamos andando de contrato en contrato, que cada tres meses se preguntan seguirá, de esos que no saben que es una liquidación, de los que ven de lejos el sueño de una casa por las pocas oportunidades, de esos que quieren un posgrado pero el precio lo hace ver muy lejos”. 
 

En este país el dinero, o más bien la falta de dinero, marca el ritmo de vida de millones de hogares; hogares que ni siquiera tienen esperanzas de salir de la pobreza porque los jóvenes de éstas familias no tienen la opción de acceder a la educación que quizás muchos de nosotros pudimos aprovechar, la ecuación es sencilla: no tienen los recursos para mandar a sus hijos a las universidades, porque los números son impensables si los padres son camioneros, agricultores, taxistas o trabajadores informales, muy probablemente las personas más trabajadoras del país. 

En los últimos 9 años, según los cálculos del Dane, los precios reales de las matrículas universitarias se han incrementado en un 20%, las tasas de deserción o abandono tienen una tendencia más al alza que a la baja, incluso mucho antes de la pandemia, específicamente las cifras vienen mal desde el 2018. En Colombia, cada año se gradúan de bachillerato 500.000 jóvenes, de los cuales 192.000 ingresan a la educación superior, ósea que 308.000 jóvenes se quedan fuera del sistema. La primera causa que argumentan los estudiantes que interrumpen su formación universitaria, identificada como “motivos personales”, también estaría ligada a la dificultad para financiar los altos costos educativos. 

Entonces, quiero citar un trabajo investigativo que realizó Bloomberg, justamente para evaluar las propuestas de los candidatos en materia de educación. Dice el estudio que Rodolfo Hernández tiene un 10% de sus propuestas enfocadas en educación y Gustavo Petro 7% la gran mayoría de éstas enfocadas en respaldar a los estudiantes, los profesores y los directivos, respectivamente. 

En resumen, Petro se enfoca en disminuir la deserción académica y cierre de brechas, pero no especifica cómo y no menciona medición ni remediación de aprendizajes. Y, por otro lado, Rodolfo se enfoca en brechas también, bilingüismo e infraestructura, y aquí se repite el juego: no especifica cómo y no mencionan medición. Propuestas básicas, generalizadas, donde evidentemente vemos que no es una prioridad. 

Entonces a los jóvenes pobres del país les presentamos un escenario en donde solo pueden perder. Todos les pedimos que obtengan un grado universitario para tener mejores oportunidades para competir en la economía globalizada, pero mientras lo decimos dudamos de nuestra recomendación porque sabemos que estamos exigiendo algo imposible. Y podría decir que pueden hacer esfuerzos como trabajar duro, ser dedicados y disciplinados, pero eso también sería sepultarlos en deudas porque estamos en un periodo de gran incertidumbre tanto para encontrar empleo, como para definir el tiempo en que van a pagar sus créditos por estudiar.

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Nohelia Durán
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