
El significado de la “sostenibilidad”, con el que hacemos referencia al desarrollo que satisface las necesidades del presente sin comprometer la capacidad de las futuras generaciones, garantizando el equilibrio entre el crecimiento económico, el cuidado del medio ambiente y el bienestar social apareció por primera vez en el famoso Informe Brundtland (también titulado Nuestro futuro común), elaborado por varios países para la ONU en 1987.
Desde entonces, y cada vez con mayor énfasis, el papel de las empresas frente a la consecución de la sostenibilidad ha sido tema de discusión, investigación y generación de múltiples acciones.
Para nadie es un secreto que las organizaciones, si quieren perdurar y prevalecer en el mercado, deben equilibrar su rentabilidad económica con la responsabilidad y el desarrollo social y ambiental.
Si algo ha demostrado la “Sostenibilidad” y en especial la empresarial, es que debe ser un ente dinámico que evolucione a la par del ser humano y de sus necesidades, para adaptarse y ser ese principio organizador que asegure la supervivencia de nuestra especie ante las condiciones cambiantes del planeta.
Esa misma evolución de la sostenibilidad es la que hoy señala al empresariado en general un nuevo camino: su implementación en toda la cadena de valor de las organizaciones.
Y aunque la “Directiva de Debida Diligencia Corporativa en Materia de Sostenibilidad, (CSDD, por sus siglas en inglés), expedida en abril de 2024 por la Unión Europea, pareció ser el detonante para incluir la cadena de valor sostenible como una obligación, son muchas y variadas las razones para hacerlo que ya existían.
De acuerdo a Cecodes, capítulo colombiano del World Business Council for Sustainable Development (WBCSD, por sus siglas en inglés), “La cadena de valor de las empresas y el relacionamiento positivo con la naturaleza para enfrentar el cambio climático, la pérdida de la biodiversidad y la creciente desigualdad es la mejor forma de crear valor y competitividad”.
Hoy, la gestión de la sostenibilidad en la cadena de valor implica trabajar de forma colaborativa con los proveedores y otros grupos de interés, integrándolos en la estrategia y los objetivos de la organización, buscando reducir los riesgos y aumentar los beneficios para todos los involucrados.
La cadena de valor se refiere al conjunto de actividades interrelacionadas con las que una organización crea, produce y entrega un producto o servicio a sus clientes. Abarca desde la obtención de materias primas, el diseño y desarrollo, la producción, el marketing y la distribución, hasta el servicio postventa.
Para implementar una cadena de este tipo se hace fundamental la gestión responsable de los recursos, la equidad social y la creación de valor compartido.
En resumen, una cadena de valor sostenible debe contemplar: 1. Adoptar estrategias que reduzcan el consumo de recursos naturales, minimicen la generación de residuos y promuevan la eficiencia energética; 2. garantizar condiciones laborales justas y seguras para los trabajadores, respetar los derechos humanos, fortalecer las comunidades locales y promover la diversidad e inclusión; y 3. crear valor compartido (generar beneficios tanto para la empresa como para la sociedad en general).
También es importante destacar que todo lo anterior no es solo una responsabilidad ética. Es también una ventaja competitiva en el entorno mundial.
El compromiso sostenible de las empresas, y el de su cadena de valor, es un diferencial indiscutible frente a los nuevos consumidores, definidos no como las nuevas generaciones, sino como los ciudadanos de todas las edades que cada vez son más conscientes de los efectos económicos, sociales y de respeto al medio ambiente que generan sus compras.
Resta decir que es un error pensar que la cadena de valor sostenible solo la pueden consolidar grandes empresas. Cualquier compañía, por pequeña que sea, puede y debe comenzar a trabajar en este sentido desde su actuar propio, el relacionamiento con sus proveedores y sus procesos productivos.
La cadena de valor sostenible de cualquier empresa, con seguridad crea un efecto de propagación que va permeando a otras organizaciones y las impulsa a hacer lo mismo. Así se puede generar una tendencia que a todos nos beneficiará y que de sobra la necesitamos.