Miguel Jaramillo Luján
Miguel Jaramillo Luján

¿Puede un gobernante endosar votos en campaña?

En los últimos 24 años poco o nada les ha servido a los alcaldes en ejercicio por elección popular, tomar partido en una campaña al Congreso, Presidenciales e incluso para elegir su propio relevo; porque gobernar en tiempo real es invertir un capital político que solo tiene frutos reales con el paso de los años, cuando ya se ha dejado el cargo.

En varios de los talleres y capacitaciones que dicto a los equipos de gobierno, uno de los temas que más salta a la vista es lo desagradecida e incomprendida que es la tarea de gobernar. Caen tomates, piedras y muchas otras cosas sobre quienes gobiernan, por más buena intención que tengan, así son los ciudadanos y más en estos años donde el prestigio de los políticos y de la actividad política se tasa a la baja. Por eso a veces mi consejo es: nunca mirar a los lados, siempre al frente y báñese a diario con aceite de coco para que todo le resbale.

De 4 ó 5 años que dura un período constitucional, los dos primeros son esa luna de miel en la que los gobernados con ilusión lo aceptan y lo perdonan todo, luego se llega a un punto de alta tensión y en el último año y medio viene un tiempo realmente agrio por más cintas que se corten u obras que se inauguren; ni qué decir del último semestre de gobierno, cuando opera lo que la escuela norteamericana llama el Lame Duck que equivale a decir que ya el gobernante no gobierna pues en medio de la campaña o empalme empieza a estorbar.

Uno de los temas que más llama la atención es que muchos alcaldes consideran que por tener un gran presupuesto y contar con el apoyo de miles de personas a partir de la necesidad natural que tienen de verse beneficiados por obras, contratación, influjo de poder u otras consideraciones de percepción que genera en el ”ciudadano de a pie” quien gobierna; a veces se suele confundir eso con simpatía, conexión e incluso capacidad de movilización.

Hace algunos días me generaba mucha risa la historia que me compartió un amigo que trabaja en un canal público de televisión quien me contaba que un miércoles del mes pasado por la tarde los habían convocado por medio de sus jefes a recibir con aplausos al alcalde que iba de visita al canal. Me contaba que solo un 20% de ellos fueron a hacer la pantomima y agregó que de la experiencia les quedó un grupo de mensajería donde a diario recuerdan con memes y mensajes de ridiculización, el patético acto de tener que ir a aplaudir a quien no admiraban y antes por el contrario veían con recelo y desconfianza.  

Muchos alcaldes se les olvida que una cosa es firmar los cheques del erario público, dar órdenes en un periodo particular de tiempo e incluso lograr la gratitud fugaz de algunas personas y otra muy distinta es replicar la votación que los llevó al cargo e incluso movilizar una población similar, cuando inexorablemente gobernar es restar y dividir el propio capital político con una rentabilidad en simpatía, aprobación y decisión de endose que no se refleja en el corto plazo.

La aparición en medios medios masivos y el manejo excesivo de redes sociales es un verdadero narcótico que hace dependientes a ciertos gobernantes que ven en estos escenarios un mundo paralelo hecho de likes y de seguidores, la mayoría ficticios a lo cual se suma un sanedrín de áulicos que no son capaces de hacerle entender al rey de papel que está desnudo, que debe concentrarse en su labor de gobernar y que la mejor forma de endosar votos o ganar capital político futuro es cumplir con el contrato que pactó con los ciudadanos sin dispersarse en hacer campaña o en su defecto algo que es mucho peor: hacer la parodia del artista.

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Miguel Jaramillo Luján
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