Queridos camaradas, cubanos y demás

Ha querido la casualidad que dos días antes de que estallasen las protestas contra el régimen en más de una veintena de ciudades en Cuba, hubiese visto una excelente película del director ruso Andrei Konchalovski sobre una protesta popular contra el régimen comunista en la Unión Soviética en 1962. Queridos Camaradas, film del pasado año, en blanco y negro y subtitulada, cuya versión completa puede verse en Youtube, y que desde aquí recomiendo.

Queridos Camaradas puede ser una de las últimas películas que se hayan hecho libremente en la Rusia de Vladimir Putin, el ex funcionario de la policía secreta soviética, KGB, hoy todopoderoso mandamás de aquel país que, con leyes arbitrarias contra la libertad de expresión, manifiesta cada vez más la nostalgia por el pasado dictatorial al que tan bien sirvió.

Rusia ha introducido nuevas normas relativas a la expedición de certificados de exhibición para películas, decretando que aquellas historias "que contaminan la cultura nacional, que suponen una amenaza para la unidad de la patria y socavan los fundamentos del orden constitucional" no se les permitirá proyectarse en los cines.

Queridos Camaradas, Premio Especial del Jurado en Venecia, cuenta un acontecimiento ocurrido en Novocherkask, una localidad de la ex Unión Soviética y que permaneció en secreto durante varias décadas. La historia se cuenta a través de los ojos de una mujer, militante convencida del Partido Comunista, que ve desmoronarse sus firmes ideales cuando le toca presenciar la matanza de sus conciudadanos como consecuencia de una huelga en una fábrica local. En medio del caos que allí se genera su hija desaparece y el mundo se le viene abajo. 

El maestro Andrei Konchalovski (84 años) narra sin maniqueísmos una gran historia. La misma que vivieron los húngaros en octubre del 1956, los checoeslovacos en agosto de 1968 y los chinos en 1989. En los tres casos las revueltas populares fueron aplastadas por los carros de combate. De ésos solo el comunismo chino permanece, transformado hoy en un capitalismo estatal, triunfador económicamente, pero a costa de libertad individual y de un control de la sociedad cada día más férreo por parte del Estado.

Lo de esta semana en Cuba mucho me temo que no pase de ahí. Es interesante por lo novedoso: no se conocían protestas populares hace muchos años, las redes sociales han jugado un papel importante, la gente joven ha perdido el miedo, ya van más de dos generaciones desde que triunfó la Revolución y lo que ustedes le quieran agregar.

Pero la reacción del régimen ha sido de libro: lo primero, cortar internet. Luego, detener periodistas. Y finalmente, encarcelar y desparecer manifestantes y aquí paz y después gloria. Será el pesimismo que te dan los años pero no pasará de ahí, ojalá me equivoque porque los pobres cubanos están en mora de superar un sistema económico y social fracasado en todas partes menos en China; al precio arriba señalado y después de millones de muertos, naturalmente.

Entre paréntesis, esta semana leí una de esas encuestas que se dedica a hacer gente muy desocupada y seguramente con mucho dinero, sobre las sociedades que más aman el capitalismo. Resulta que el país que más ama el capitalismo, según dicha encuesta, es Vietnam. No sé qué tanta base científica tiene la cosa, pero me fue inevitable recordar la primera visita que hice a ese país hace muchos años. En el formulario de ingreso para la aduana debía declarar si llevaba, entre otras cosas, una máquina de escribir o unos pantalones jeans. “Cien mil muertos entre norteamericanos y vietnamitas para que unos pantalones vaqueros terminen siendo un valor supremo”, pensé entonces. Por algo se empieza.

Para los cubanos es un pollo. Vale tanto que pueden hacer cola durante horas para conseguir uno, si lo encuentran. Un ex agente de inteligencia de allí me dijo un día que la gente que pasa la vida haciendo cola para comprar un pollo no tiene tiempo para ponerse a protestar en la calle. Y razón no le falta. Vamos a ver dónde cae este globo pero si la comunidad internacional no las apoya, las protestas callejeras de estos días en Cuba se diluirán en el tiempo.

España, por razones ahora largo de explicar aquí, sería el país llamado a liderar ese apoyo internacional, al menos en la Unión Europea. Pero el Gobierno español, con cuatro ministros neocomunistas en su gabinete, no va a mover un dedo en tal sentido. Andan muy ocupados en ver qué destino dan a la ayuda económica europea a la pandemia; además de estar entretenidos en otros asuntos de vital interés, como regular el acoplamiento sexual, previo consentimiento mutuo de los participantes en el hecho.

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