Edubar Arango

Director del Periódico La Gaceta y de la Agencia Imperio Publicidad y Comunicaciones.
Experto en Marketing, imagen Política y corporativa y Relacionista Público.

Quibdó: 358 años de desidia e ignominia

A propósito del cumpleaños número 358 de Quibdó el pasado viernes primero de julio, es importante, a pesar que este, el que, para otros entes territoriales de cualquier latitud, sería un evento para congratularse y que pasó sin pena ni gloria, se conoció sobre el más reciente informe del Índice de Competitividad en las Ciudades Capitales de Colombia y donde no nos fue muy bien.

Pero yo no culpo totalmente a la administración municipal, allá el alcalde y sus temas, lo que sorprende es la desidia, el desinterés, el desarraigo, la falta de amor por lo nuestro y el poco o nulo sentido de pertenencia, de los que habitan estas tierras.

En el Quibdó de otrora, el de mis abuelos, el de mis padres y hasta en el mío y el de los que sobrepasamos orgullosamente la barrera de los 40s, aunque sea, se hubiese, en nuestras casas izado la bandera de nuestra ciudad capital y realizado eventos alrededor de la insigne fecha, organizado magistralmente por el presidente y fundador de la Real academia de Historia del Chocó, Augusto Cicerón Mosquera, uno de los pocos preocupados por no dejar perder estas magnas conmemoraciones.

La incuria de los quibdoseños hacia su propia tierra no es fortuita, esa falta de amor es sistemática y progresiva y por lo visto hasta irreversible. La desazón de los nacidos en esta villa de Asís, no viene de ahora. A ese punto se llegó, cuando la corrupción, la falta de empatía, la falta de empleo digno, la violencia, el precario sistema de salud y todo este cúmulo de situaciones adversas, se empezaron a acostar con la institucionalidad, a revolcarse con la gobernabilidad, a convivir con la autoridad, a copular con la justicia.

La gente se acuesta y se despierta leyendo sobre muertos, -901 en los Álamos-, es como decir “Hola, ¿Cómo están?”, Ya nada nos mueve, nada toca nuestros corazones, la misma violencia nos endureció y si no conocíamos al occiso, peor. Tiene que ser algún conocido o un familiar cercano, para mover nuestras fibras, a estas alturas, endurecidas como las que más, a causa de la costumbre de estos diarios actos viles.

Nuestro morbo llegó a su máxima expresión, cuando nos preocupa más saber por los cuernos del vecino o quien trajo a las 5 de la mañana a la hija de la vecina, que concientizarnos de la triste y caótica realidad de las 131.886 personas que vivimos aquí. ¡En fin!

Como les decía arriba, el Consejo Privado de Competitividad y la Universidad del Rosario presentan el Índice en Ciudades (ICC) 2021, es un ejercicio que se ha consolidado desde 2018 como un insumo para el seguimiento y monitoreo a la gestión de la competitividad territorial.

Esta edición resulta de particular interés puesto que revela el impacto que en muchas variables pudo tener la pandemia. En efecto, frente a 2020, 15 de las 32 ciudades evaluadas disminuyeron su puntaje. La dimensión de este fenómeno es un hecho sin precedentes en los cuatro años de medición, pues por primera vez el ICC registra casi el 50% de ciudades capitales con una reducción en su nivel de competitividad. 

Otro aspecto importante que resalta el ICC 2021 es el aumento de brechas territoriales. En esta oportunidad, la diferencia en puntaje, entre la ciudad con el mejor y el peor desempeño, aumentó en ocho de los trece pilares evaluados. Se destaca la ampliación en la brecha de pilares como sostenibilidad ambiental, adopción de tecnologías de la información y las comunicaciones (TIC) y sofisticación y diversificación y donde a Quibdó no le va muy bien.

Pero esos resultados no sorprenden, pues la crisis del COVID–19 ha sido particularmente desafiante. En Colombia, la pandemia agudizó tensiones y problemáticas socioeconómicas que desencadenaron en un estallido social con importantes costos humanos, en la salud pública y las economías locales. De hecho, la más reciente medición de pobreza multidimensional, que incorpora los efectos de la pandemia en 2020, destaca un aumento de la tasa de incidencia de este indicador en 0,6 puntos porcentuales frente a 2019. 

No obstante, en departamentos como el Chocó, la pobreza multidimensional aumentó cerca de 7 y 5 puntos porcentuales, respectivamente. Adicionalmente, una situación que la pandemia a puesto de manifiesto es el impacto en el bienestar de los jóvenes. Por ejemplo, la Tercera Gran Encuesta Nacional sobre Jóvenes de la Universidad del Rosario, El Tiempo y Cifras y Conceptos, realizada en mayo de 2021, destaca que un 33 % de los jóvenes reportaba como emoción predominante la tristeza, mientras que solo el 5 % se identificó con la alegría. Ese mismo desinterés que les hablé anteriormente.

Quibdó, según esta medición, ocupa el puesto 27 en el ranking de ciudades capitales, con 3,68% en Competitividad. Así mismo, ocupamos el lugar número 25 en cuanto a medición de TIC, con el 3,01%, sorprendentemente, pues con la pésima conectividad en internet es un milagro que no estemos en el último lugar.

En cuanto al índice de Sostenibilidad Ambiental, pasamos raspando con el puesto 15, pese a que desde CODECHOCÓ no se están haciendo grandes gestiones.

En salud nos fue como "perro en misa" y era de esperarse, lugar número 29 de 32, por encima de Leticia, Inírida y Riohacha. 

En Educación Básica y Media, bajamos pues en la anterior mediación del 2020, obtuvimos el decimotercer lugar con 6,89% y hoy estamos en el puesto 17 con 6,54% y en la Educación Superior, nos hundimos hasta el puesto 27 de 32 con el 2,01%. En el Pilar de Entorno para los Negocios, somos el puesto 26, muy entendible por el deterioradísimo orden público y las extorsiones que son el pan de cada día en la capital del Chocó. En cuanto a Mercado Laboral, puesto 30 de 32, con el 3,69% dice muy claramente cómo vamos.

Pero llama mucho la atención el pilar de Gestión de Recursos, puesto número 32 de 32, o sea, el último lugar en el ranking. Puesto 31 en Autonomía Fiscal, Último lugar en Seguridad y Justicia, en Tasa de Homicidios, en Hurtos, Extorsión, en Infraestructura de Servicios, en Escenarios culturales, en Recaudo por Eventos Culturales, en Pruebas Saber 11, en Calidad de la Educación Superior, en Puntaje Pruebas Saber PRO, en Educación para el Desarrollo y el Trabajo Humano, en Proporción de Estudiantes de IETDH matriculados en Instituciones Certificadas, en Brechas de tasas de desempleo en Hombres y mujeres, en fin. El panorama no es gratificante ni se vislumbra muy positivo.

Pero Quibdó es una proyección de la realidad del Chocó. El Chocó es uno de los departamentos con el mayor número de necesidades básicas insatisfechas -NBI-, alcanzando aproximadamente el 79,19% de su población, frente al 27,78% de la media nacional, según estadísticas del 2017 realizadas por el Departamento de Nacional de Estadísticas -DANE-.

A pesar de esto, son evidentes las enormes capacidades que han alcanzado comunidades como las afrodescendientes, quienes han brindado al país variedad de logros: artísticos, culturales, deportivos, intelectuales entre otros, a tal punto de que han representado a nivel nacional e internacional el talento que se encuentra en esta región colombiana.

Es posible decir entonces que el Chocó se muestra al mundo a partir de la creatividad y el esfuerzo de sus habitantes; pero ¿Qué le aporta el país y el mundo a este departamento? Teniendo en cuenta que el índice de miseria llega al 32,24% aproximadamente y por parte de quienes detentan el poder no parece haber voluntad de resolver los problemas que afectan de forma directa a las comunidades.

La solución no es señalar culpables. ¿ya qué? Vienen las regionales y si los chocoanos y más los quibdoseños, quienes en estas presidenciales enviaron un contundente mensaje anti establecimiento, continuaran por esa línea, quizás las cosas cambiarían. Hay que apostarles a gobiernos renovados, modernos y de calidad, pero, sobre todo, de gestión, de manos pulcras y diáfanas. Ya no aguantamos un caso más de corrupción ni de desgobierno.

El palo no está para cuchara, hay que romper las brechas, cambiar las narrativas y tumbar esos imaginarios colectivos que pesan como cadenas. Los tiempos de la esclavitud ya pasaron, por lo menos las de la esclavitud mental, esa misma que nos impide racionalizar sin apasionamientos, sin egoísmos ni mezquindades.

Juntarnos para recapitular y reconstruir ese gran barco que era el Chocó, desde nuestras potencialidades, juntos en una gran sinergia pluricultural y multiétnica y sobre todo multidisciplinaria, que nos permita salir del abismo en que estamos sumergidos por nosotros mismos.

No hay tiempo para perder. ¡Es el futuro de nuestros hijos el que está en juego!.

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