Los PetroVideos publicados por la Revista Semana no solo ponen en evidencia las sórdidas estrategias por parte de los dirigentes de la campaña de Gustavo Petro para acabar con el contradictor a partir de mentiras y desinformación, sino también el no menos sórdido talante de todos y cada uno de los protagonistas, quienes en el desespero de verse evidenciados procuraron evitar que la ciudadanía pudiera conocerlos. En buena hora, no lo lograron. Ojalá hubiera sido igual con los narcocasetes sobre la financiación por parte del Cartel de Cali de la campaña de Ernesto Samper, que entonces sí lograron ocultarlos hasta después de elecciones. Hoy, el expresidente, sin vergüenza alguna, da cátedra sobre estos asuntos.
El hostigamiento y la estigmatización que se ha procurado a ese medio periodístico por el candidato y los dirigentes del Pacto Histórico, igual como se hace con los contradictores y sus familias, es inaceptable y demuestra que actúan igual que los dictadores que gobiernan países como Cuba, Venezuela o Nicaragua. Ese comportamiento debe ser reprochado por la ciudadanía porque atenta contra la libertad de expresión y el derecho a la información, sobre los cuales se funda el ejercicio legítimo del periodismo y la prensa libre.
Por esa razón y frente a los ríos de desinformación que fluyen por las redes sociales y, en no pocas ocasiones, también en algunos medios formales de comunicación -muchas de ellas dirigidas exclusivamente a destruir la honra y reputación de las personas- resulta más que oportuno destacar la importante labor social que cumplen las y los periodistas. No la labor de aquellos que dejando el rigor debido parecen más influenciadores, sino la tarea que cumplen muchas y muchos periodistas que se la juegan por informar la verdad, sin temor a las represalias de los afectados, ni paradójicamente a las de sus propios colegas, ni a las amenazas en contra de su propia vida por parte de los violentos.
Son muchos los ejemplos que ponen de presente las diferencias entre un periodista y los otros actores que orbitan en los medios. Uno de ellos es la publicación valiente y responsable de los PetroVideos por Vicky Dávila y sus colegas y colaboradores Jairo Lozano, Yesid Lancheros y Diego Bonilla; en contraste, con lo que últimamente viene haciendo Daniel Coronell en su espacio de W Radio, “El Reporte Coronell”, cuando hace mención al mal llamado Caso Vitalogic, a partir de lo que desinforma sobre la realidad y alcance de la vinculación de Rodolfo Hernández a un proceso penal.
La presentación del contenido de los PetroVideos que hacen los periodistas de la Revista Semana corresponde a una información verás que habla por sí misma y que la audiencia y lectores pueden verificar de manera directa. Allí se observa, entre otros hechos, cómo sobre la base de mentiras se planea la destrucción del contradictor. También pueden verse las inequívocas y conscientes manifestaciones de que “todo vale”, como, por ejemplo, plantear un discurso engañoso a sabiendas que después se dirá que se cambió de opinión como propone Clara López Obregón o decir que se correrán un poco los límites de la ética como lo señala Sebastián Guanumen o lo que, vergonzosamente, se conoció de Verónica Alcocer sobre lo que dice de las personas del género femenino que cumplen la labor de periodistas, y que no merece más comentario y eco que un categórico rechazo.
Por su parte, el señor Coronell sin el debido rigor presenta una información que vincula al ingeniero Hernández, a su hijo y a una empresa denominada Vitalogic en un proceso penal sobre un contrato de “basuras” que en los términos sesgadamente informados no existe, toda vez que no se ajusta a la realidad y contenido de este proceso que cursa en el Juzgado Cuarto (4º) Penal del Circuito de Bucaramanga.
El Escrito de Acusación radicado por el señor Fiscal Quinto (5º) Jorge Alberto Villamizar Suárez en 2021, no vincula a ninguno de los miembros de la Unión Temporal denominada Vitalogic, como tampoco lo hace con el hijo del candidato Hernández y, mucho menos, basa su argumentación en la celebración de contrato alguno de “basuras” entre la EMAB ESP y la citada Unión Temporal. El objeto y alcance de la acusación y, por ende, del proceso penal, es muy diferente al que el señor Coronell ha procurado -en muchos casos seguramente logrado- dejar irresponsablemente en la retina del imaginario colectivo. Esto no es periodismo, se parece más a lo que se hizo con la mal llamada e infame “columna” que publicó El Espectador sobre la hija del ingeniero Hernández, y que debió luego desmontar de su versión digital.
Es deber de la comunidad nacional e internacional, proteger el ejercicio legítimo y democrático de la libertad de prensa y la labor de las y los periodistas, porque gracias a ella los ciudadanos pueden acceder a información oportuna y cierta. Lo demás, es basura.