Es una triste realidad, que, en Colombia, miles de jóvenes llegan a las drogas y a las bandas criminales por falta de oportunidades, no sólo no reciben una educación oportuna y de calidad, sino que muchos de ellos provienen de familias disfuncionales, sin el amor de una madre o un padre, sufren de múltiples tipos de violencia y, son bastantes, los que además se ven obligados a trabajar desde niños para aportar en algo a la economía del hogar.
Son cientos de lamentables historias las que he conocido a lo largo y ancho de nuestro país, las drogas y la violencia nos han arrebatado la vida de jóvenes talentosos, han dejado una huella irremplazable en su familia, pero también han desnudado las falencias de la sociedad en la que vivimos.
También son muchas las historias de jóvenes que nacieron en familias rotas, sin estudio, muy cerca de la violencia, que, al contrario, no se volvieron drogadictos ni integraron grupos violentos. Es la vida de un muy buen número de colombianos, que a pesar de sus circunstancias y de su pasado, son hombres y mujeres trabajadores, echados para adelante, que estudian, trabajan, emprenden, forman nuevas familias, jamás le han hecho daño a nadie, apunta de tesón y ganas salieron adelante alejados de los vicios y la violencia.
¿Por qué la vida de personas que nacen y crecen en circunstancias tan similares, terminan en formas de vida tan distintas?
Desconozco si la sociología o la psicología tienen una única respuesta a esta pregunta, lo que si estoy seguro, es que cada uno de los seres humanos son todo un universo, las formas en las que reaccionamos y asumimos nuestras realidades son tan diferentes, como diferentes somos los seres humanos.
Lo que me parece absurdo, es creer que dar un subsidio evitará que estas personas dejen de delinquir, no es equiparable a tener una “nueva oportunidad”, un plan de vida o metas a mediano y largo plazo. Entregar recursos públicos para intentar “evitar” la comisión de nuevos delitos, no es nada distinto a pagar con los recursos de todos los colombianos, un subsidio al crimen.
Lejos de evitar, en mi opinión, termina siendo un incentivo para delinquir, ¿cómo explicarle a un joven que vive en la pobreza, que no tiene educación ni trabajo, que el Estado lo abandonó, pero que al mismo tiempo ese Estado le esta dando recursos a quien ya ha asesinado, secuestrado o traficado con drogas?
Ese joven que no ha llegado a las drogas ni a la violencia entendió, gracias a Petro y su Gobierno, que para lograr la atención que requiere y poder obtener algo de recursos, lo que tiene que hacer es integrar un combo y delinquir.
Debemos, como Estado, hacer enormes esfuerzos para llevar educación de calidad a todas las regiones, no la de Fecode, ideologizada, de mala calidad y totalmente obsoleta. Debemos llevar educación oportuna, relacionada con la vocación productiva de cada región, debemos mejorar la conectividad, utilizar las nuevas tecnologías y conectar a nuestros jóvenes con el mundo.
Está bien buscar alternativas para los jóvenes que lamentablemente ya están en la violencia, sin que esto implique renunciar a la justicia, a la corrección, a la resocialización y al castigo ejemplarizante. Regalarle dinero es un premio al delincuente y una bofetada a quien creció en las mimas circunstancias pero que nunca ha delinquido.
El Gobierno no escucha, se encerró dentro de su círculo pretoriano de aduladores. Desconoce y desprecia la opinión del resto de los colombianos que hoy rechazan este tipo de subsidios, finalmente, envía un terrible mensaje a jóvenes vulnerables, en el Gobierno de Petro, ¡ser pillo si paga!
