Una peligrosa medida populista

El anuncio hecho por el presidente Gustavo Petro según el cual su Gobierno pagará $ 1 millón mensual a 100.000 “gestores de paz”, y que entre ellos habría 171 de la Primera Línea; es decir, a 171 presos por delitos cometidos durante las protestas de todos conocidas, es una iniciativa disparatada y un peligroso precedente. Nada que extrañar por otra parte, estaba tardando demasiado. 

Uno de los principios fundamentales del populismo es: “subvenciona  todo lo que puedas y piensa que todos los subvencionados han de estar siempre agradecidos con tu apoyo; y, por supuesto, no te importe gastar en dádivas, ya sabes que el dinero público no es de nadie”. Seguramente es lo que piensan en el Pacto Histórico. A la coalición de Gobierno, sin embargo, habría que explicarle que aquel que pretende vivir del Estado olvida que el Estado vive de todos los demás.

El asistencialismo de los gobiernos populistas en todo el mundo no ha llevado más que caos y miseria a las sociedades; y en América Latina hay suficientes ejemplos para espantar: voy a recordar solo a Argentina y Venezuela. En el primer caso, Juan Domingo Perón, deslumbrado por Mussolini, subvencionó generosamente a sus votantes para mantenerse en el poder. Y con su mujer, Evita, instituyó un sistema conyugal de gobierno que llevó a la Argentina, una de las sociedades más prósperas del primer tercio del siglo XX, a convertirse en un país con los problemas y penurias de las que no sale desde entonces.

Y qué más podemos decir de un caso tan cercano como Venezuela, un país inmensamente rico al que el chavismo y su sistema de subvenciones llevó al caos y a la bancarrota. Cuando Hugo Chávez, que constitucionalmente pudo haber sido revocado en su mandato en 2004, aprobó la llamada Misión Barrio Adentro para ganarse el favor de la gente echó a nuestro vecino en manos de Cuba y lo demás es historia.

Pretendiendo sintonizar con sus votantes instituyó, apoyado en el ingreso petrolero, un sistema de subvenciones en lugar de ocuparse de las causas de la miseria y el atraso del pueblo. Y los errores de conducción, la improvisación, el clientelismo y la corrupción hicieron el trabajo de todos conocido.

Con el agravante y casi excepcionalidad en el mundo, al contrario de lo que ocurre en todas las dictaduras, sean de izquierda o de derecha, en donde las calles suelen ser seguras (en la España de Franco, en la Cuba de Castro, en la China de Mao, en el Chile de Pinochet) que la Venezuela de Maduro llegó a ser el segundo país con más homicidios del mundo.

¿Y esto último a qué se debió? A haber asignado a los civiles, los llamados “patriotas cooperantes”, tareas de seguridad e inteligencia. Dicho de otra forma, a haber armado a la gente para que “defendiera la revolución”, y cuando se acabaron las subvenciones la gente salió a la calle fusil en mano a buscarse la vida.

Qué inquietante en un país como Colombia 100.000 “gestores de paz” en la calle, y entre ellos casi dos centenares de la Primera Línea, cuando empiecen a llegar los nudos al peine en el Gobierno de Petro, cuando la inflación y el empobrecimiento que vienen llamen perentoriamente a la puerta de los colombianos. 

Entonces se buscará echar la culpa a otros. Porque el populismo es maestro en buscar enemigos externos para justificar los desastres a los que lleva la economía. Su objetivo no es reducir la pobreza como pregona, sino beneficiarse de gestionar prebendas como estas. Regalar dinero es una forma de tener ciudadanos rehenes, estómagos agradecidos. Y en este caso, en el mejor de los escenarios, de tener cien mil votantes cautivos, para cuando Gustavo Petro pretenda gobernar en cuerpo ajeno dentro de cuatro años.

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