Vivirás por siempre en mí, papá

Darle el último adiós a un ser querido es quizá el mayor temor que podemos tener y la situación en la que nunca quisiéramos estar. Acompañamos a muchas personas a despedir a sus familiares, en nuestros pensamientos siempre intentamos postergar ese momento con la férrea convicción de que nunca llegará, sin embargo, es inevitable.

El pasado 23 de junio se cumplieron los designios de Dios y debí asumir que mi padre, Misael Díaz Novoa, ahora descansa en paz. Él, que, de alguna manera, fue periodista, locutor empírico, tesorero fiscal de junta, promotor turístico, comerciante, dizque ganadero, precursor de un museo precolombino también fue el mejor papá. 

Me siento orgullosa de ese hombre que muchas veces se sacó el pan de la boca para ayudar a los demás sin escatimar nada, aquel que se sentía feliz de ser campesino, oriundo de Boyacá, tierra de hombres y mujeres nobles, llenos de pasión y amor por sus trabajos. Ese señor que poseía un gran liderazgo y el don de perdonar, siempre dijo: “dejen eso así, que cosas mejores vendrán”.

Este duro momento de mi vida, me hace reflexionar y llegar a concluir que debemos dar todo como hijos por nuestros padres, pues eso nos permitirá que, cuando llegue el momento de decirles hasta luego, estemos en paz. La Biblia es muy clara y en su palabra nos enseña que uno de los mandamientos es honrar a padre y madre. Aunque la pandemia ha generado más distanciamiento y a veces el tiempo no sea el mejor aliado, quiero invitarlos a que amen en vida a sus padres, que escuchen a sus viejos, los abracen, les den todo lo que quieran comer, satisfagan sus gustos, los acompañen en sus dolores, les cumplan sus promesas de superar sus angustias, los lleven a viajar, decirles permanentemente que los aman y, sobre todo, nunca abandonarlos. No importa la distancia, una llamada siempre podrá marcar la diferencia. De nada sirve llorar sobre un cajón o un cuerpo si su alma ya se fue al cielo.

Muchos dirán que los hijos no tienen la obligación de cuidar a sus padres, pero, en mi concepto, están muy equivocados. Ellos nos alimentaron, nos dieron amor, nos ayudaron con nuestras tareas, nos apoyaron para cumplir nuestros sueños, ¿por qué no devolver un poquito de eso que tanto nos entregaron? Así que, si están alejados de los suyos o disgustados por cualquier diferencia, dejen eso a un lado, vayan y brindarles esa compañía tan vital en la vejez, una etapa maravillosa, pero también llena de altibajos.

La memoria de nuestros padres se honrará en la medida en que nosotros y las nuevas generaciones hagamos lo mejor para que su legado permanezca y se extienda en nuestros hogares y lo hagamos vida como padres, hermanos, esposos, hijos y amigos, pues esa es la mejor manera de rendirles homenaje.

La familia es y siempre será lo primero. No serán los títulos ni las grandes fortunas los que nos acompañarán en nuestros momentos de tristeza y soledad, sino sus enseñanzas, su amor y aquellos momentos vividos los que verdaderamente nos reconfortarán y aliviarán nuestro dolor en cualquier momento de dificultad.

Gracias papá, te amaré por siempre.

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