El 13 de marzo no es un día para quedarse en casa. En una sociedad tan angustiada por múltiples necesidades, reclamos y hambre de soluciones, no puede delegarle a la mitad de la gente, las decisiones que nos corresponden a todos.
El próximo domingo afrontamos un desafío como pocos. Lo que está en juego es la democracia misma, que muy a pesar de sus defectos, permite sostener la institucionalidad. El reto es fortalecerla, jamás deteriorarla, en caso contrario, comenzaríamos a perder libertades.
Mitad y mitad. Así se encuentra de polarizada nuestra sociedad y las divisiones muy rara vez, permiten llegar a consensos. El voto es una oportunidad para calmar los ánimos, un derecho que es transformador, para bien, por supuesto, si votamos con propósito colectivo.
Votar con odio es un riesgo. Frente a tanta confrontación, insultos y rabia, el escenario de acudir a las urnas en una especie de venganza, traería consecuencias inimaginables para todos. De allí la suprema urgencia que el 13 de marzo no sea un tradicional domingo de descanso, sino una jornada de conciencia, que contribuya a salvar la democracia.
La mejor inversión para nuestro futuro inmediato, es votar. Por el Congreso de la República pasa el país, allí vive la democracia. Son más de 8 mil candidatos, las opciones son diversas, no dejar en manos de unos pocos, una decisión transcendental para la mayoría.
Una realidad social empeorada tras dos años inesperados, tiene como efecto millones de personas cargadas de fastidio, este debe ser el argumento central para depositar un voto que conduzca al país por un camino de recuperación cierto y esas herramientas las puede entregar un Legislativo consiente de lo que ocurre. Sin Congreso no hay democracia.
La próxima legislatura debe abordar la crisis económica, desempleo y varias reformas aplazadas. Si no se atienden de forma oportuna y eficaz, las consecuencias serán más severas de lo que la actualidad se vive. El nuevo Congreso asumirá responsabilidades históricas. De ninguna manera un voto contaminado por la rabia ayudaría.
El compromiso de lo que se aproxima es mayúsculo, tanto para electores como para elegidos. Las prioridades son colectivas y, así las cosas, el ejercicio del sufragio debe desmontarse de la campaña polarizada y odios sin sentido. El 13 de marzo demostraremos de verdad quiénes somos.
Tu voto es decisivo. Es hora que la polarización y los desacuerdos entren en dieta. Es aceptable la diferencia y hasta necesaria en una democracia, pero con mucho respeto. Las urnas nos esperan, no dejen esperando las urnas.
