Alguien tiene que hacer el trabajo sucio. Y durante años a Terry Bracey y Craig Baxleyk les tocó hacerlo: ejecutar a las personas sentenciadas a la pena de muerte en Estados Unidos.
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Ese fue su trabajo. Matar a la gente que había matado a otra. Cansados de esa labor, decidieron renunciar.
Siente años después de su renuncia, en 2008, los antiguos funcionarios del estricto sistema penitenciario de Estados Unidos rompieron su silencio. En la película de Patty Dillons, 'There will be no stay' ('Sin indulto'), creada por Producciones Through a Glass, contaron un drama que pocos conocen.
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"Todos los días cuando me miro al espejo veo a un asesino en serie. Y sí, a veces eso resulta insoportable", cuenta Terry Bracey, exverdugo de Carolina del Sur.
Poner la inyección letal, sentar a los reos en la silla eléctrica o bajar la palanca con la que se activaba el mecanismo mediante el cual cientos de voltios aterrizaban sobre el cráneo del sindicado, era su función.
Pasa noches en vela. De repente se despierta asustado. Recuerda la mirada de las personas que ejecutó.
"Hubo muchas veces en las que nuestras miradas se cruzaron con las del reo e indudablemente mis ojos fueron los últimos que vieron en su vida", recuerda Craig Baxleyk.
"Desde el primer día me sentí diferente, desde la primera vez que lo hice”, confiesa, mientras se lleva la mano a la frente y suda, pero también llora. Suda, llora, sufre y reconoce con frialdad: "Sabía que tenía que ser un profesional. Sabía que tenía un trabajo que hacer".
Hablando de su primera ejecución, el verdugo constató mientras sujetaba la jeringuilla y presionaba el émbolo que "no estaba preparado para eso".
La presión les ganó. Renunciaron. Desde entonces tienen ayuda sicológica, ayuda, que a veces sienten, no sirve de nada. Se sienten solos, incomprendidos: "No tenemos a nadie con quien hablar".
"Es una dura lucha, y hay veces que doy un paso adelante y casi dos hacia atrás", cuenta Terry. "Lo que me preocupa es pensar que dentro de mí sigue viviendo ese monstruo", revela.
No solo es su duelo, no solo es su lucha. También es la de sus familias.
"Mi vida ha cambiado por completo", relata Craig. "El sistema no puede saber a ciencia cierta quién es culpable y quién es inocente. Se lo he dicho a mis hijos, se lo he dicho a mi mujer, pero ni siquiera se imaginan cómo me hace sentir eso", añade.
Se autoconsideran asesinos y de hecho en algunos estados del país donde se ejecutan prisioneros la palabra "homicidio" aparece en los certificados de defunción de los condenados.
En el tráiler de la película, que aún no está terminada por falta de fondos, los exverdugos hacen una reflexión sobre las personas que trabajan en lo que ellos hacían.
"He matado a once personas por imposición de la sociedad", cuenta Terry. "Yo no tenía una opinión formada sobre la pena de muerte antes de entrar en esto. Al menos no más que el resto de la gente".
En este enlace de croudfounding, los realizadores reciben donaciones. Necesitan el dinero para terminar de filmar.
En lo que se ha podido ver, habla el doctor Ault, exalcaide de Georgia, que supervisó varias ejecuciones mediante la silla eléctrica, él tuvo que dar la señal para comenzar la ejecución.
"Me volví a Brad, el electricista que estaba detrás de mí, y le dije: ‘Brad, es el momento’. Brad bajó la palanca y en ese momento te das cuenta de que sencillamente acabas de matar a un ser humano", relata.
"Me entrenaron para matar a gente en el Ejército. Combatí en Corea. Pero esto es diferente", confiesa Ault. "Para mí suena bastante hipócrita decir que matando gente vamos a enseñar a otra gente a no matar a otros", reflexiona Ault. "¿Dónde está la lógica?".