Pasó 120 días secuestrada y torturada por su pareja

Mié, 22/10/2014 - 07:02
“Quería volver a mis hijas. Por ellas estoy viva”, dice Luisa*, quien durante cuatro meses estuvo y fue sometida a toda clase de vejámenes. Su cuerpo tiene  cicatrices y hematomas en l
“Quería volver a mis hijas. Por ellas estoy viva”, dice Luisa*, quien durante cuatro meses estuvo y fue sometida a toda clase de vejámenes. Su cuerpo tiene  cicatrices y hematomas en las piernas, los brazos, la espalda y cabeza. Incluso su verdugo le arrancó dos uñas del pie derecho. Pese que lleva 15 días en recuperación, aún le cuesta moverse y agacharse. Pero sus daños físicos son menores a los psicológicos. Durante las noches se despierta y cree que aún está en manos del hombre que antes le decía que la amaba. A Luisa le atormentan los pensamientos y los recuerdos que le producen ataques de pánico. Aunque se siente víctima de un psicópata, también cree que ella misma es responsable de lo que pasó. Dos meses antes de ser encerrada y torturada entabló una relación con un hombre que no tenía buena reputación. Así se conocieron Luisa conoció a Robinson Contreras Valdéz, a quien apodan  ‘Roco’, en una fiesta del barrio Boston, un suburbio humilde al suroriente de Cartagena. “Sabía que no  tenía trabajo y metía vicio, pero al principio me trataba bien. Se preocupaba por ayudarme con plata y alguna que otra cosita que necesitaba me mantenían encariñada con él. No me di cuenta que fuera violento”, precisa Luisa a KienyKe.com Mujer torturada CartagenaLuisa* fue golpeada con palos, cables y hasta alambre. Tiene cicatrices en todo el cuerpo.  Durante los primeros días Luisa, de 34 años, quien a veces trabajaba como empleada doméstica, no se percató de nada que la hiciera sospechar que su vida corría peligro. De hecho Contreras era especial hasta con la hijas de Luisa, quienes tienen seis y cuatro años. Sin embargo, Robinson Contreras cambió drásticamente su actitud el día en que invitó a Luisa a su casa. Según el testimonio de la mujer, Contreras la condujo por la sala, donde se encontraba la hermana y mamá de Robinson, hasta llegar un patio, donde quedaba un pequeño cuarto. En ese lugar, la mantuvo cautiva durante 120 días. “Tuvimos una relación sexual y después de eso le dije que tenía que irme para la casa porque mis hijas me estaban esperando. Fue la primera vez que lo vi violento. Con palabras de alto calibre me dijo que yo no iba para ninguna parte y comenzó a golpearme, de ahí en adelante no supe más de mí, dormí todas las noches con las manos amarradas a la espalda y la mayor parte del tiempo amordazada. En ese estado me pegaba, me violaba y me amenazaba con matar a mis hijas y a mis hermanas”, dijo. Escuche la descripción que Luisa hace del lugar donde estuvo cautiva: [soundcloud id='173264510'] No comprende cómo sobrevivió no solo a los golpes, sino a las repetidos intentos de ahorcamiento. En las noches Robinson la asfixiaba con una sábana que ponía alrededor del cuello de Luisa y luego la suspendía en el aire hasta dejarla inconsciente. “Él sentía placer con lo que me hacía. Se saciaba pegándome con palos de escoba y como estos se le partían los ponía dobles y me golpeaba en la cabeza. Me daba con varillas en la espalda y cuando se cansaba me daba con alambres o cables de luz, no paraba ni siquiera cuando yo caía al suelo sin aliento. De tanto dolor llegaba el momento en el que ya no sentía nada. Entonces en el piso él se sentaba sobre mi cabeza y saltaba sobre mí como si fuera un resorte. No podía gritar porque él me amordazaba. En otras ocasiones enrollaba la sábana y la amarraba alrededor de mi cuello y luego la halaba hasta suspenderme y dejarme inconsciente, otras veces intentó ahorcarme con sus manos”, contó a un medio local. Como si fuera poco Luisa era abusada sexualmente hasta tres veces al día. Luego era obligada a dormir amarrada en una colchoneta junto a su verdugo. Solo le permitía bañarse muy tarde en las noches para que los familiares de Robinson no notaran la presencia de la mujer. Para sus necesidades fisiológicas, el verdugo le compró una bacinilla con el fin de evitar que ella saliera del pequeño cuarto.  A las hermanas de Luisa, quienes habían ido cinco veces a buscarla a esa casa, la familia de Robinson les decía que estaba dormida o que había salido. Aunque no reportaron la desaparición ante las autoridades. Mujer torturada CartagenaEl victimario de Luisa, no conforme con los golpes, le arrancó dos uñas del pie derecho.  La fuga Cuando Luisa escuchó que su victimario le dijo que no volvería a ver sus hijas, entendió que no saldría viva si no aprovechaba alguna oportunidad para recuperar su libertad. “Le hablaba a mis piernas, y les decía que no me podían fallar”, dijo a KienyKe.com El pasado sábado 10 de octubre fue su última noche de cautiverio. A eso de las cinco de la mañana Robinson le desató las manos y le dijo que dormiría peor. Minutos después, el hombre salió de la habitación y dijo que volvería rápido. No cerró la puerta con llave y Luisa se dio cuenta que esa era la oportunidad que había esperado. “Estaba muerta del susto, pero me puse un short y me envolví en una toalla, me asomé a la puerta y no lo vi por ahí, caminé rápido hasta el interior de la casa de la mamá y me di cuenta que no había nadie, me fijé que había una ventana abierta y por ahí me escapé.” Gracias a los gritos de auxilio de la mujer, dos policiales que patrullaban el barrio Boston se percataron de lo que sucedía y encontraron a Luisa en un estado deplorable. Fue remitida a un centro de asistencia donde permaneció alrededor de 15 días. Mientras tanto Róbinson fue capturado y llevado ante un juez de control de garantías, quien le imputó los delitos de secuestro, tortura, abuso carnal violento y tentativa de homicidio. Podría recibir una condena de hasta 40 años de cárcel. Las amenazas Luisa asegura que hasta su casa han ido las hermanas de “el Roco” para exigirle bajo amenazas que retire la denuncia en contra de este hombre. Dice que la familia de su victimario le dijo que era más probable que Róbinson saliera de la cárcel, pero que ella no la podrían sacar de una tumba. “La hermana me dijo que a su hermano lo podían sacar del hospital y de la cárcel, pero que a mí no me podían sacar de tres metros bajo tierra. Ellas lo quieren hacer pasar por loco para que lo dejen libre. Estoy confiada en que el mismo Dios que me protegió durante el secuestro se encargará de hacer justicia con él”. *Nombre cambiado a petición de la fuente. 
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