El avance del conflicto armado en el país ha causado un luto día a día por más de 50 años. Durante ese lapso millones de personas, sin importar su postura u actor armado al que pertenezcan, han perdido su vida. Entre ellas la del padre Tiberio Fernánadez, asesinado en las mal llamadas "limpiezas sociales" de guerrilleros.
La incertidumbre de Fernández comenzó con una tortura premeditada en la unión de narcotraficantes y agentes del estado, quienes "se aliaron para acabar con la vida de cientos de personas", asegura el Centro Nacional de Memoria Histórica (CNMH) en su informe 'Trujillo, una masacre que no cesa".
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Y es que desde hace 29 años el eclesiástico de la iglesia Nuestra Señora del Perpetuo Socorro, es recordado en la comunidad de Trujillo, Valle del Cauca, por tratar de fortalecer los tejidos sociales y amparar a los más desfavorecidos por sus condiciones económicas. De ahí que su muerte, sea aún recordada en la región.
Esos hechos son conocidos como la masacre de Trujillo, que no fue una solo un periodo continuado de violencia que dejó 342 muertos, sino que entabló las mismas circunstancias que vivieron " 38.000 víctimas de crímenes de lesa humanidad ocurrida en el país los años 66 y 1998".Estos testimonios de algunos trujillenses, entre ellos niños y niñas, muestran la fuerza de los lazos que construyó el padre con la comunidad: pic.twitter.com/EsnnOphlwM
— Centro Nacional de Memoria Histórica (@CentroMemoriaH) 17 de abril de 2019
"Por entre las montañas desciende el egoísmo ruin que asusta la labranza y detiene el vivir, acapara tierra y cielo para su único fin, acumular sin limites lo de todos compartir", tomado del libro 'Tiberio vive hoy'La historia del sacerdote en Trujillo comenzó en 1995. Se mantuvo cinco años realizando inquieto sus labores, bien sabía que el terreno era custodiado por grupos guerrilleros y tal situación le generó un estigma que lo vinculaban con ellos, mal visto para los contrainsurgentes que buscaban el control. En antesala a su muerte, los asesinos comenzaron amenazando a sus amigos, uno de ellos fue Abundio Espinosa, quien recibió varios disparos en Tulua. Después de tal acción, fue contundente el proseguir, Tiberio y tres de sus acompañantes un día cualquiera fueron raptados y llevados a una finca del narcotraficante Henry Loaiza. [single-related post_id="1080553"] Su cuerpo apareció descuartizado aguas abajo del río Cauca, en Roldanillo y "la estrategia de sembrar terror se extendió aún más: el campesino que encontró el cuerpo también fue asesinado", relata el CNMH. En la actualidad, el padre Tiberio y las víctimas de la masacre cuentan con un monumento, bautizado en el 2001 como el Parque Monumento a las Víctimas de Trujillo. Conozca el libro de 'Tiberio vive hoy', Testimonio de un Martí, aquí