Pensionarse es comenzar a morirse en vida, es creencia generalizada. Y al parecer resulta peor para quienes tienen que desprenderse no sólo del puesto sino del poder que ostentan los políticos, porque llegan a pensar que de ellos dependen miles de ciudadanos y hasta el futuro del país.
Un incómodo episodio vivido en la noche del miércoles por el senador Roberto Gerlein, con más de cuarenta años en el Congreso (debieron ayudarle a salir de un baño y trasladarlo de urgencias a una clínica) han traído el asunto nuevamente a la discusión pública.
El congresista costeño, un hombre de alta alcurnia, prestante, respetado, erudito, la más grande figura viva del conservatismo colombiano, regresó hace dos semanas a su curul después de un receso-licencia de 45 días, tras sufrir una isquemia cerebral leve.
El retorno de Gerlein sorprendió a sus colegas, que suponían un tiempo de mayor reposo y recuperación, o su retiro definitivo. Está pensionado, no tiene apuros económicos, cada vez la altura de Bogotá afecta más su salud.
Pero Gerlein no quiere dejar de asistir y ha sido un hombre disciplinado en su trabajo legislativo, donde ha hecho grandes aportes intelectuales, y también ha puesto a discutir al país con apuntes de humor político, como aquél de que las relaciones homosexuales son “excrementales”.
El verbo renunciar no suele conjugarse en la política y menos con la credencial en el bolsillo, tras procesos electorales complicados, costosos y demoledores.
El senador Víctor Renán Barco (liberal) se mantuvo en el Congreso hasta su muerte. El santandereano Hugo Serrano Gómez fue senador por tres años sin asistir a las sesiones, apoyado en artimañas de toda clase, que elaboraron con el secretario Emilio Otero. Murió ostentando el cargo.
Aurelio Iragorri Hormaza estuvo en el Congreso por 36 años y declinó postularse en las últimas elecciones, para no inhabilitar a su hijo, hoy ministro de agricultura. Pero resultó tan afectado y depresivo que viene siendo atendido sicológicamente para afrontar el momento.
Los expertos hablan de una negación frente al nuevo rol y los vacíos “existenciales” que representan. La decisión de Iragorri (su retiro) fue muy difícil, según sus allegados. Serrano nunca aceptó el retiro. Barco decía en broma: “el día que me derroten”.
Gerlein afirma: -“me siento bien”.
Quienes lo auxiliaron en su crisis de la noche anterior pensaron con temor en un desenlace fatal.
Quienes admiramos su inteligencia, gallardía y buen humor, hacemos votos por su recuperación, o por decisiones que hagan menos doloroso el drama que hoy afronta y la disyuntiva de soportar las largas y tediosas sesiones del Congreso, incómodo con sus problemas de salud.
El drama del senador Roberto Gerlein
Jue, 16/10/2014 - 06:59
Pensionarse es comenzar a morirse en vida, es creencia generalizada. Y al parecer resulta peor para quienes tienen que desprenderse no sólo del puesto sino del poder que ostentan los políticos, po