Jesús, el hijo de Dios, con una toalla en su hombro izquierdo -como la usaba Manuel Marulanda Vélez ‘Tirofijo’- rodeado de campesinos empuñando armas en una actitud de camaradería, esa era la escena que recreaba el mural pintado en la iglesia de La Macarena en el departamento del Meta.
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Y era, porque en el 2002, una vez se decretó el fin de la zona de despeje que se había asignado para adelantar los diálogos de paz entre las Farc y el gobierno de Andrés Pastrana, la pintura fue modificada. Las armas fueron cambiadas por herramientas de trabajo del campo: palas, azadones o sosteniendo nada, la pintura es enrarecida.
No es más que un símbolo, pero el mensaje es claro. “Queremos dejar atrás la violencia”, dice uno de los guías turísticos del pueblo al que la gente llega con la idea de conocer Caño Cristales.
De aquella “pintura revolucionaria” solo queda un detalle. Jesús aún tiene sobre su hombro izquierdo la toalla.
La iglesia, como las decenas de carreteras de la región, fue reconstruida con la ayuda de las Farc.
Cuentan los guías que Ricardo Cantalapiedra, párroco de entonces, consiguió el dinero para edificar la iglesia con la ayuda del fallecido máximo líder de las Farc, Manuel Marulanda, alias “Tirofijo”, mediante bazares y parrandas que se hicieron en el pueblo.
Cuentan también que gracias al diálogo directo del padre Cantalapiedra, (jesuita igual que el papa Francisco), muchos habitantes del municipio se salvaron de ser asesinados por orden del Mono Jojoy. Quien indignado por el saqueo del que fue víctima un campamento de la guerrilla, que hoy por hoy es una base del ejército conocido como El Borugo, mandó a ejecutar a los que creía responsables.
