¿Quién es este santo que acompañó una de las cirugías más delicadas de los últimos tiempos en el país? ¿Por qué, en un momento tan crítico, un médico con años de experiencia se aferró a su intercesión?
San Charbel Makhlouf fue un monje maronita libanés que vivió en el siglo XIX. Nacido en las montañas del Líbano en 1828, dedicó su vida al silencio, la oración y el sacrificio extremo. A los 47 años se retiró a una pequeña ermita donde vivió como ermitaño hasta su muerte, en 1898. Era un hombre que apenas hablaba, pero cuya presencia imponía. A través del recogimiento total, el ayuno y la contemplación, cultivó una vida espiritual tan intensa que, tras su muerte, comenzaron a atribuirse a su intercesión decenas de curaciones inexplicables.
Su tumba se convirtió en lugar de peregrinación. Se dice que su cuerpo fue encontrado incorrupto y que irradiaba una luz extraña. En 1977, el Papa Pablo VI lo canonizó. Desde entonces, ha sido conocido como el santo de los imposibles silenciosos. En muchos hospitales de Medio Oriente y América Latina hay imágenes de él en quirófanos y salas de cuidados intensivos.
Colombia no escapa a ese influjo de fe. El neurocirujano que operó a Miguel Uribe, cuya identidad se ha manejado con discreción, compartió que en medio de la tensión del quirófano, mientras la precisión técnica era vital, oró a San Charbel. Lo hizo no desde la superstición, sino desde el respeto profundo por la vida y el poder misterioso de lo intangible. “Pido que guíe mis manos”, habría dicho. Lo hizo, como tantos médicos lo han hecho en silencio a lo largo de la historia, cuando la medicina avanza al borde del abismo.
Miguel Uribe se recupera hoy con buen pronóstico. Su caso no es solo político ni judicial. Es, también, profundamente humano. Nos recuerda cuán frágil es la vida, cuán letal puede ser el odio, y cómo, incluso en medio de la barbarie, hay quienes creen, quienes oran, y quienes operan con esperanza.
San Charbel, desconocido por muchos, se convierte ahora en símbolo silencioso de una batalla por la vida. Una vida que sigue, en parte, por la ciencia… y en parte, quizá, por un milagro.
