
“La bici es un vicio” dice Francisco Álvarez, un hombre de 46 años que todos los martes en la noche se reúne a jugar Bike Polo con jóvenes 20 años menores que él. Sus implementos son un par de guantes, un casco, un mallet y una bicicleta que ama así haya acabado con sus dos rodillas. Francisco es el jugador más viejo del parche. Un ciclista experimentado que ha escalado trochas, ha competido en canchas y ha recorrido las carreteras de Suramérica pedaleando. Viajó desde Colombia hasta Chile sobre dos ruedas y cree que el día que se baje de ellas puede morir. Por eso, desde que este veterano supo que existían el grupo de Bike Polo en Bogotá no se ha perdido ningún de los partidos.
Hace tres años, Javier Suárez y Daniel Olarte, estudiantes de diseño industrial de la Universidad de Los Andes, salieron de clase con ganas de jugar polo en bicicleta. Fueron al barrio el Ricaurte, compraron materiales convencionales y construyeron seis palos como los que habían visto en un video.
Los estudiantes invitaron a cuatro amigos más y jugaron en una cancha de polo para caballos. Con los mini balones de fútbol que se reclamaban con tapas de gaseosa y sus bicicletas todoterreno se citaban los domingos. Poco a poco empezaron a convocar gente y promover este deporte urbano.
Hoy, el grupo lo conforman publicistas, artistas, diseñadores y arquitectos. Una comunidad en la que la bicicleta es más que un medio de transporte o un hobbie: es un estilo de vida. Van a trabajar, a estudiar y a rumbear en ella. Ya no andan en las todoterreno de la adolescencia sino en bicicletas de piñón fijo. Bicicletas veloces que no tienen frenos ni cambios. Los jugadores tienen que estar en alerta porque no hay tiempo de parar. Es pura adrenalina.
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Con las fixed gear la bicicleta es como una extensión del cuerpo, la relación con la ciudad es diferente y, según quienes las usan, los hace sentir más vivos. Estas bicicletas se hicieron famosas gracias a los mensajeros en Nueva York que las utilizan porque eran livianas y compactas.
“La bicicleta hace amigos, une a la gente” dice Javier Suárez. Bogotá tiene la red más grande de cicloruta en Latinoamérica y vale la pena aprovecharla. Hoy las bicicletas son una moda sana que deja ver la ciudad con otros ojos.
Oscar Arcos se fracturó la columna y duró cinco meses en cama, mientras que Federico Otero se rompió el pómulo, la clavícula y tuvo que permanecer quince días hospitalizado. A pesar de esto, ninguno de los dos pudo dejarla. La bicicleta se les ha convertido en una adicción, la mayoría tienen entre tres y seis para diferentes usos. La aman.
El Bike Polo se juega hace más de un siglo, pero en Colombia apenas se está conociendo. Este grupo de jóvenes se reúne en las canchas de microfutbol de Usaquen, El Parque Nacional y el barrio El Polo, donde instalan arcos de 180 x 90 centímetros. Arman equipos de tres jugadores compuestos por hombres y mujeres, y pitan partidos de 10 minutos o de cinco goles en los que no se permite poner el pie en el piso hasta el final.
Ellos arman sus propias bicis, cosen sus uniformes y entrenan para llevar a los equipos a los torneos de Bike Polo en países de América Latina. Un deporte que no es nuevo pero nació por la curiosidad y el amor de estos jóvenes por la bicicleta.





