Almanaque Bristol: el inmortal Google campesino

Publicado por: Erika Mesa Díaz el Mar, 29/12/2020 - 19:21
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189 ediciones de este folleto naranja lo han consolidado como una tradición en las familias colombianas. ¿Quién lo hace? ¿Es confiable su información? ¿Por qué es tan popular? Historia de Kienyke.com.

En el siglo XXI hay acceso permanente a datos de utilidad, como el estado del tiempo, las fases de la luna, los feriados religiosos o el estado de la marea, e información para entretener, como un chiste o la distribución del zodiaco. Es más: es posible que usted haya elegido leer este artículo para matar algo de tiempo muerto —gracias por eso—.

La respuesta siempre está a un toque de distancia y sirve para decidir cuándo sembrar, cuándo conviene cortarse el cabello para que sea más largo o abundante, cuándo es mejor abstenerse de tomar ciertos medios de transporte, cuándo felicitar al amigo Pablo por el día de San Pablo —el 29 de junio—, entre otras cosas. El teléfono inteligente es una fuente de información casi infinita y que no ejerce mayor esfuerzo a la columna vertebral.

¿Qué hacían nuestros padres y abuelos cuando tenían las mismas dudas y no había acceso a internet? Lo más seguro es que buscaron la respuesta en el Almanaque Bristol. Kienyke.com repasa su historia.

Folleto de perfumería

Para sus adentros, el rostro sereno e inmortal del farmacéutico Cyrenius Chapin Bristol se ríe de todos los publicistas que se rompen el coco a diario para llamar la atención de públicos cada vez más dispersos. Él solo necesita ser impreso en tinta negra sobre una cartulina naranja para que la gente lo encuentre valioso y se lo quiera llevar a su casa.

En 1832, el señor Bristol encontró una forma muy creativa de hacerle publicidad a su jarabe de zarzaparrilla: hacer una publicación corta, del tamaño y estilo de un fanzine, con consejos prácticos para las amas de casa y los granjeros. De esa forma, quienes consultaran los consejos verían el tónico y tal vez se animarían a comprarlo. 

Su estrategia funcionó al punto de que, en 1856, la perfumería neoyorkina Lanman & Kemp-Barclay le ofreció comprar los derechos de esa publicación. El señor Bristol aceptó. Entonces, esta perfumería reemplazó la publicidad de la zarzaparrilla por la de sus perfumes y pastillas milagrosas. El segundo producto más famoso de Lanman & Kemp-Barclay —después del almanaque, obvio— es el Agua de Florida, una colonia que es usada para muchas cosas: desde limpiar herramientas hasta hacer rituales de purificación.

Comenzaron a editarlo anualmente… hasta hoy en día, cuando ya han sacado 189 ediciones. El texto se edita en Estados Unidos, directamente por su empresa propietaria, y luego es distribuido en cada país donde hay demanda. De acuerdo con información de BBC Mundo, un tercio del total de ediciones en español —un tiraje de 1.5 millones— es enviado a Colombia.

La información astronómica y meteorológica es adaptada para cada país y algunas ediciones dicen en la portada que la corrección de los datos se garantiza. Anteriormente, la perfumería decía que estos datos venían directamente del Observatorio Naval de los Estados Unidos. Ahora, la información viene de la empresa Weather Trends.

En teoría, este folleto de colonias es de distribución gratuita y la gente podía llevarse una copia al comprar cualquier cosa en el boticario. Por ejemplo, en una columna de 1969 para El Tiempo, el ensayista Germán Arciniegas contó que de niño se ofrecía a comprar la botella de aceite de ricino con la que luego sería torturado. El suplicio valía la pena porque el farmacéutico le regalaba una copia del almanaque con la horrorosa botellita.

En la práctica, los vendedores de semáforos, las tiendas de todoamil y las tiendas esotéricas los ofrecen a precios irrisorios. El modesto precio del almanaque gratuito puede resolver la cena de una familia en apuros. Además, por su formato sencillo y la ausencia de colores en sus páginas, falsificarlo es fácil y barato. Es fácil identificar si el almanaque es falso: la publicidad de la perfumería se cambia por la de negocios locales.

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El secreto de los almanaques es la gente

El español heredó muchas palabras de la lengua árabe y almanaque es una de ellas. Su origen es al-manākh, que quiere decir el clima. Su propósito era muy simple: dar información a los agricultores sobre las estaciones del año y el clima. Con eso podrían decidir cuándo era más seguro sembrar. 

El filósofo y alquimista británico Roger Bacon usó el término por primera vez en 1267. Él creó unas tablas que describían el movimiento de algunos cuerpos celestes y las llamó almanaque. Por supuesto, ya existían planos astronómicos antes del primer almanaque, incluso antes del siglo I después de Cristo, pero el de Bacon fue el primero que recibió ese nombre.

Desde entonces hasta hoy se crearon muchos almanaques. En América del Norte hay dos que son muy conocidos: el Farmer’s Almanac y el Old Farmer’s Almanac —el Almanaque del granjero y el Almanaque del viejo granjero—. El almanaque más popular del mundo es el World’s Almanac, un ladrillo cuya edición 2021 tiene 1008 páginas. Durante un tiempo fue editada una versión en español para América Latina —Almanaque mundial—, pero ya fue descontinuada.

Ahora, cabe decir que el clima es un sistema caprichoso. Quienes viven en Bogotá saben que una predicción del clima puede ser un chiste de mal gusto. Incluso, hoy en día es difícil para Google dar información precisa sobre el estado del tiempo en las próximas horas, aun con el acceso que los reyes de los datos tienen a reportes en tiempo real y de fuentes confiables. 

Los pronósticos del clima que hace el Bristol no se han puesto a prueba, pero sí los del Old Farmer’s Almanac. Tras comparar los pronósticos que la publicación hizo entre 1975 y 1980, el equipo del científico Richard Kerr concluyó que acertaron muy poco con lo que en realidad pasó. Las personas del común saben que su almanaque falla en los datos que presenta y lo excusan con factores como el cambio climático.

Entonces, si no aciertan tanto y ya hay información un poco más confiable y gratuita en internet, ¿por qué las personas siguen comprando almanaques? El secreto está en quienes lo compran y lo que a ellos les llama la atención de este librito.

La información de internet tiene varias barreras. La primera es el acceso mismo: según el portal Statista, de los 50 millones de personas que viven en Colombia, 35 millones son usuarios de internet. Una googleada no resuelve el problema de quienes no tienen acceso constante para saber cuándo caerá la próxima luna llena.

La segunda barrera es la alfabetización digital: los excluidos digitales —llamados así porque las nuevas tecnologías no fueron pensadas para ellos— tienen dificultades para acceder a la información por su cuenta y discernir si esta es confiable o no. Los formatos en los que se presenta la información veraz tampoco son los más amigables con los usuarios.

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En todo esto ganan los almanaques como el Bristol. Por cinco mil pesos colombianos al año —casi dos dólares, con lo que se puede pagar dos pasajes de bus en Bogotá—, casi cualquier persona puede tener este librito naranja en su casa. Sin necesidad de energía eléctrica o internet, quien quiera información la tendrá, sea errada o no. Después de todo, como dice el antropólogo Renzo Taddei, poseer un almanaque calma la ansiedad que todos tenemos hacia lo desconocido

Además, el Bristol es fuente inmediata de entretenimiento: la edición de cada año incluye chistes y una tragicomedia ilustrada, que niños y grandes pueden entender sin mucha ciencia. Esta es la clave: como se creó para hacerle publicidad a los productos de la casa Lanman & Kemp-Barclay, el almanaque Bristol es muy fácil de leer y no hace enojar a nadie. Las guerras, las dictaduras y el clero nunca vieron una amenaza en este folleto, así que ha circulado sin restricción alguna.