La calle de las cenas decembrinas

Mié, 23/12/2020 - 14:50
Hay un corredor gastronómico de Bogotá que solo se activa en diciembre. Kienyke.com le cuenta la historia de la Feria del Pavo y el Pernil, las personas que hoy están frente a ella y lo que esperan de estas fiestas decembrinas.

El camino para llegar a esta calle fue largo: implicó dos buses y muchas preguntas a los vecinos para pedir indicaciones. De todos modos, fue fácil saber que ya habíamos llegado al destino. Junto a la vía se ven personas agitando banderas de colores, para avisar a las personas que circulan en los carros que frente a ellos hay un negocio de carnes frías. Esto sería un panorama común en cualquier barrio popular y comercial, excepto porque estas banderas no se ven y estos negocios no están abiertos el resto del año: solo abren en diciembre

Kienyke.com le cuenta la historia de la Feria del Pavo y el Pernil, las personas que hoy están frente a ella y lo que esperan de estas fiestas decembrinas.

Esta feria genera empleos para jóvenes cortadores, vendedores, aseadores, domiciliarios y jaladores

El origen de la Feria del Pavo y el Pernil

La actividad comercial de la carrera 50 con Avenida Primero de Mayo, en el barrio Ciudad Montes III de la localidad bogotana de Puente Aranda, se activa principalmente para vender lo que será la cena de las grandes noches decembrinas: el 24 y el 31 de diciembre. Según Yolanda Becerra, líder comunitaria del sector, así ha sido desde las últimas tres décadas, cuando la alcaldía local organizaba competencias para estimular a los vecinos a decorar las casas con luces y motivos de navidad.

Las extravagantes decoraciones eran la excusa perfecta para que los dueños de las casas decoradas vendieran natillas, buñuelos y otras delicias de temporada; de acuerdo con ella, los pequeños negocios navideños eran una gran oportunidad para ganar dinero y dar empleo a unos 4000 vecinos del sector, entre jóvenes y adultos mayores. Esa tradición atrajo la atención de los mayoristas de carnes frías. Los grandes y pequeños vendedores dieron comienzo a la tradición de la Feria del Pavo y el Pernil; una sana competencia entre calidad culinaria y precios convenientes para llenar las mesas de las familias bogotanas.

Con el tiempo, algunos de estos grandes mayoristas empezaron a hacerse con las casas más visibles del sector. Aunque estas aún lucen como residencias normales el resto del año, los garajes abren sus puertas en el último mes para ofrecer lo mejor de sus productos: perniles de cerdo de gran frescura, las mejores recetas de pavo relleno, tablas de quesos, pollos y varios productos más. Hay opciones para todos los gustos y aptas para casi todos los bolsillos.

“Vender pavo es toda una experiencia porque estamos abarcando las festividades más importantes, donde se reúne toda la familia. Es una experiencia de poder reconocer las necesidades de los clientes: escuchar a los abuelitos, a los papás, a los niños, y crear un producto que sea ideal para toda la familia” dice Liliana Moreno, una de las vendedoras de carnes frías del sector.

Pernil al whisky
Créditos:
Qué buen pernil

La vida fuera de la feria

Los habitantes del sur de la ciudad siempre se preguntan a qué se dedican el resto del año los que trabajan allí en diciembre. Naturalmente, aunque parezca, los trabajadores no brotan de la tierra cada navidad para participar en la feria y luego desaparecen. Estas son personas con vidas propias. Incluso, aunque el negocio del pavo no se ha visto dramáticamente afectado por la pandemia, esta sí los ha afectado de formas más personales.

Iris Rojas es trabajadora en uno de estos locales y el resto del año es estudiante universitaria. Cuenta que este es el quinto año en el que ha trabajado para ese local durante esta temporada, junto con su hermana. Según Iris, el negocio familiar funciona de forma estable con otros puntos de venta el resto del año; aunque ella solo se involucra durante la temporada navideña, que es cuando tiene tiempo.

Cuenta que su cuñado, uno de los pioneros de la feria, falleció este año por cuenta de la covid-19. Aunque ha sido un fuerte golpe para la familia, decidieron abrir el local para mantener su memoria viva a través de esta tradición y son muy cuidadosos con las medidas de bioseguridad: aunque el local es muy amplio, ellos han instalado una cinta por fuera para que la gente haga una fila ordenada, se desinfecte las manos y espere su orden lejos de la mercancía. 

Durante el resto del año, Michael Martínez es cocinero profesional. Por su parte, la cabeza principal del negocio en el que trabaja Michael es docente de física y química. El negocio de ellos, que en este 2020 cumple 13 años, es generador de empleo para otros jóvenes del sector y un ingreso adicional durante los meses cesantes de ellos, que son tristemente comunes en sus trabajos. 

Según Yolanda, llanera de nacimiento pero bogotana de corazón y pionera de la feria, los negocios de carnes frías tienen viabilidad todo el año porque “nunca faltará un sándwich en la casa: a algunas personas no les gusta estar comiendo sopa, seco, jugo”. Sin embargo, los vendedores mayoristas tienen sus puntos de fábrica en otras partes de la ciudad. 

Es el caso de Liliana: ella heredó el negocio familiar de su madre, quien empezó vendiendo el pavo y luego aprendió una receta tradicional española para fabricarlo. El local donde nos atendió esta vez solamente abre en navidad; el resto del año se dedica al resto de sus locales.

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Pernil y pandemia

Yolanda cuenta que, en una temporada normal, las personas se acercan a comprar carnes frías hasta las doce de la noche del 25 de diciembre o del 1 de enero, y los negocios siguen abiertos para sacar del apuro gastronómico a quienes dejaron la compra de la cena para última hora. También dice que, en los festivos siguientes, las casas también ofrecen caldo parao para desenguayabar a los visitantes del sector.

Tal vez el panorama cambie un poco este año, pero no necesariamente para mal. Aunque esta visita tuvo lugar entre semana, días antes del inicio de las novenas navideñas, no deja de llamar la atención que no circulaban demasiadas personas por las aceras. No estaban presentes esas largas procesiones de compradores que siempre pululan alrededor de todo lo que huela a diciembre y tradición. 

Por supuesto, un virus tan contagioso como el causante de la covid-19 no es el mejor amigo de las ferias populares y el comercio decembrino. No por nada las imágenes del Madrugón, que por años solo eran captadas en cámara para mostrar abundancia y rellenar noticieros en temporada de resúmenes y pocos hechos importantes, este año se volvieron motivo de escándalo por la nula distancia física entre compradores y vendedores. Los ríos de gente motivaron restricciones como la criticada reactivación del ‘pico y cédula’.

Algunos vendedores de la feria ya se mostraban preocupados porque las ventas habían bajado un poco, pero no ha sido una baja escandalosa por varios motivos. El primero es que, con el correr de los años, los compradores en el evento se fidelizaron con algunos de estos negocios por su calidad y sus precios. Tienen la tranquilidad de que estas personas volverán a comprar este año e invitarán a más personas a comprar junto con ellos. Según Iris, el voz a voz los ha sostenido siempre y este año tampoco les fallará.

A la vez, negocios como el de Michael decidieron incursionar en las redes sociales y contratar domiciliarios de largo alcance. De esta forma, quienes estén interesados en comprar pero tengan miedo de salir por las aglomeraciones —o quienes tengan cédula par y no puedan comprar nada el 24— pueden hacerlo mediante canales digitales y recibir el producto en sus casas. Aunque dice que los pedidos a domicilio no han sido precisamente masivos, esta iniciativa es generadora de empleo y les da visibilidad ante posibles compradores nuevos. 

Con orgullo, Liliana muestra la máquina que adquirió para garantizar mayor higiene y alimentar la confianza de sus clientes. Antes de la pandemia, las personas llevaban la pieza entera de carne o la compraban a granel: en tajadas contadas y pesadas. Ante la llegada de la pandemia, Liliana corta las rodajas que le pidan o le encarguen, las empaca al vacío y las entrega al cliente, quien podrá lavarse las manos en la casa e higienizar el plástico antes de tener contacto con la carne que consumirá la familia en estas fechas especiales.

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Una navidad atípica

Desde antes de la pandemia, para preservar la popularidad de la feria y la salud de las personas, las autoridades sanitarias del distrito hacen operativos para controlar el buen estado de la mercancía. Quienes se acercan a comprar allí pueden hacerlo con la tranquilidad de que la fecha de expiración no está alterada, que la carne viene de proveedores de confianza y que los vendedores están capacitados en buenas prácticas de manipulación de alimentos. Los vendedores del sector se toman estos controles en serio: se precian de la calidad de lo que venden y de cumplir los extensos requisitos que les solicitan.

La pandemia ha añadido requisitos adicionales a los vendedores del sector. Además de las pruebas que tienen que pasar para vender el producto, ahora deben garantizar también que las personas puedan guardar su distancia, que usen tapabocas y se laven manos y suelas antes de ingresar al local. También hay un puesto de salud cercano en el que pueden hacerse la prueba covid y se aíslan cuando existe la mínima sospecha de que alguien está enfermo.

Con todo eso, Yolanda es clara en pedir a las autoridades que no aprieten tanto el cinturón con certificados —para los vendedores— y restricciones —para los compradores—, pues los negocios están poniendo de su parte para continuar funcionando y no dejar perder la tradición por cuenta de un año atípico como este. 

Con los ojos vidriosos, Iris cuenta que tiene una esperanza para estas fiestas: “animarnos, seguir avanzando y terminar el año un poquito mejor; que lo que no se hizo en todo el año se pueda recomponer un poquito en este mes”. 

Creado Por
Erika Mesa Díaz
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