Este 23 de abril, Día Mundial del Idioma Español, una de las voces más reconocidas de Colombia abandona los micrófonos, después de estar 52 años inmerso en el periodismo, 28 de ellos al frente de Caracol Radio.
Durante su larga trayectoria profesional, ha pasado por todos los medios informativos. Luego de terminar la universidad, en España, en 1.967, cubrió como reportero la Guerra de los Seis Días para un medio ibérico y desde ese momento el periodismo ha sido su vida, solo se apartó un par de años del oficio que Gabo llamó como 'el mejor del mundo', en 1.989, cuando aceptó ser embajador plenipotenciario de Colombia ante las Organización de Naciones Unidas, en Nueva York.
Al llegar a Colombia en el inicio de los años 70, entró a trabajar como jefe de redacción del diario antioqueño El Colombiano. Ha sido profesor de periodismo en varias universidades. También fue presentador de televisión, en el programa Cara a Cara, ente otros trabajos más dentro del oficio de informar, que le han otorgado unos 50 premios de periodismo, entre ellos el Rey de España, el Premio Ondas de España; el Premio Maria Moors Cabot; el Premio Ortega y Gasset y el Simón Bolívar, entre otros.
Darío Arizmendí recibió hace un año a un equipo periodístico de Kienyke.com que llegó a él con la intensión de hacerle un homenaje por su trayectoria dentro del periodismo. Lea a continuación la última entrevista que el doctor y maestro Arizmendi (doctorado en ciencias políticas y maestría en periodismo) le dio a KienyKe.com, en la que desde hoy deja de ser su oficina en Caracol Radio y donde habló de su familia, de sus triunfos y derrotas y hasta del retiro de los micrófonos.
El día que Gabo le enseñó a Arizmendi no temer a la muerte
Por: Ricardo Moreno Una de las voces más escuchadas de la radio, con la que miles de colombianos han amanecido durante 27 años, estuvo acorralada a tal punto de tener que salir del país como alma que lleva el diablo. Pasó de ser un locutor reconocido a un forastero en España y Estados Unidos (2007-2008) que arrastró una garganta silenciada por el dolor y la incertidumbre. Darío Arizmendi, antioqueño, periodista, empresario y amante de la vida, quiebra la voz cuando habla del peor día de su vida. Sus manos tiemblan cuando recuerda la llamada inesperada del presidente Virgilio Barco: “Tienes que irte porque no te quieren secuestrar… Quieren matarte y no podemos garantizar tu seguridad”. Arizmendi, que se formó en la Universidad de Navarra, llegó a Medellín para ser jefe de redacción de El Colombiano y fundador del diario El Mundo. Con dudas tendría que salir de la misma forma como aterrizó en suelo colombiano desde el viejo continente: sin saber qué sería de su futuro. Pablo Escobar y el Cartel de Medellín devoraban la economía colombiana. El único miedo del capo del narcotráfico era ser extraditado y por eso contactó periodistas, entre ellos a Darío, para que apoyaran la ley de no extradición. https://www.youtube.com/watch?v=bcjR58aveE0 Eran los ochenta y el comunicador ya tenía varios años en el país, pero negarse al pedido de Escobar lo dejó entre la espada y la pared. -Me salvé por cosas de la vida. Fueron unos tres intentos de asesinato, hasta uno con un carro bomba que fui avisado por un gobierno amigo y ofrecieron una recompensa de 1.000 millones de pesos. Cambiar de itinerario, llegar a horas diferentes y otras cosas del destino que pasaron me tienen vivo y hablando con usted-. Para un hombre que suele sonreír por cada tres palabras que menciona es difícil aceptar que la libertad de prensa en esa época se veía afectada, así como todo el país, por una guerra que cubrió y derramó sangre en cada rincón colombiano. Antes de regresar en secreto a Colombia, Darío estuvo seis meses trabajando en la Organización de las Naciones Unidas en Nueva York, Estados Unidos. “Me dijeron que volviera en silencio, que no le contara a nadie y que tuviera cuidado con mis salidas para no levantar sospechas”. Arizmendi bebe agua aromática a sorbos lentos. Suelta el pocillo cuando enfatiza y no deja de mirar al techo cuando algún momento ahonda por su memoria. Encontrarse de frente con la muerte ha sido cotidiano para él, tanto como las entrevistas realizadas a todas las personalidades colombianas. Por sus micrófonos han pasado presidentes, deportistas, actores, modelos, entre otras profesiones que generan importancia mediática. La bomba a Caracol Radio, el 12 de agosto de 2010, fue una embestida perpetrada por las FARC. Cinco días antes Juan Manuel Santos había asumido la presidencia del país y el grupo guerrillero en ese momento quería dar un golpe para dar a entender que podían atacar cualquier punto del país, incluso el medio radial más importante. Darío recuerda que la bomba estalló a las 5:30 de la mañana. Los vidrios de su oficina quedaron destrozados mientras él se desplazaba por el edificio. Había llegado a la sede de Caracol tres minutos antes de que el explosivo detonara. “Me preocupaba la gente porque muchos trabajan aquí y en los alrededores. La señora que nos ayudaba con el oficio quedó traumatizada dos años. Tuvo pesadillas por el momento escabroso que vivimos”, apuntó el periodista. [single-related post_id="854583"] En una de las entrevistas realizadas a Rodrigo Londoño ‘Timochenko’, el comunicador confesó haber perdonado al grupo guerrillero por el atentado que pudo acabar con su vida y la de cientos de colombianos. Lo más importante para el director de noticias de Caracol Radio es que la paz sea factible en Colombia.“Creo en la paz y la apoyo. Viví la guerra y la pase mal… Por eso quiero un país mejor para mis hijos, los hijos de mis hijos y los hijos de todos los demás”.Arizmendi es un líder de opinión. Querido por muchos y odiado por otros. Cada palabra que sale de su boca da de qué hablar entre los ciudadanos. No tener pelos en la lengua es lo que ha generado las amenazas de muerte y las críticas de algunos oyentes que acusan al periodista de segmentar la información. “No tengo Twitter ni nada de eso porque quiero ser feliz. Sé lo que dicen de mí en redes: que soy uribista, izquierdista, antipetrista, de todo. No estoy de ningún lado, simplemente espero como todos un futuro mejor”. Darío confiesa que es partidario de “al pan pan y al vino vino”. Si cree que algo está mal lo dice sin problemas, así sus afirmaciones puedan ser interpretadas como parcializadas por los oyentes. “Si tengo que decir algo lo digo; con Álvaro Uribe, Juan Manuel Santos, Germán Vargas Lleras, Gustavo Petro, entre otros. No callo”, señaló el comunicador. ¿Es tan antipetrista como dicen algunos? “Con Petro soy crítico por la mala administración que tuvo en la Alcaldía de Bogotá. Es un buen orador pero no sabe gerenciar. No le tengo miedo a Petro como dicen. Le tengo miedo a una Colombia gobernada por él, que es diferente”. [single-related post_id="693092"] El periodista en su momento fue tildado de comunista por los viajes a Cuba para hablar con Raúl y Fidel Castro, además de su amistad con el Nobel de literatura Gabriel García Márquez, a quien agradece ya no temerle a la muerte. Vive cada día como el último. Se levanta a las 4:00 de la mañana, toma agua aromática, llega a Caracol después de las 5:00 y permanece hasta casi mediodía en la sede radial, cumple con otros compromisos empresariales y periodísticos para estar en casa antes de que caiga la noche: “A las ocho ya tengo que estar en cama así concilie el sueño tarde. Suelo dormir entre cinco y seis horas”. Tiene 71 años y quiere llegar con salud hasta el último de sus días. “Con Gabo dejé de pensar en eso. Él era agnóstico y una vez en la Fundación Santa Fe (cuando nadie sabía que tenía cáncer de pulmón) me pidió que lo visitara. Tenia miedo, nunca lo vi así”. -Estoy jodido-, le dijo Márquez. Días después, luego de una cirugía, se retractó y le confesó que “morir era como quedar dormido. Sin conciencia. No hay nada que hacer si no se siente”. Desde ese día Arizmendi, un hombre creyente, entendió que cuando el fin le abra las puertas no tendrá tiempo para pensar en algo más. ¿Dejará la radio pronto, alguna fecha? “Hermano, llevo más años en Caracol de los que usted debe tener. He hecho televisión prensa y radio. Aunque de los otros medios ya me retiré, de los micrófonos no me veo haciéndolo, al menos por ahora. Mientras pueda lo haré”. Arizmendi ama el golf, el fútbol, los buenos vinos y whisky, además de su familia, el motor que lo mantiene tan firme como desde los años sesenta cuando inició en el periodismo. En su mesa ha tenido a los mejores profesionales del país. Nombrarlos le tomaría mucho tiempo y lo que él prefiere decir es que “se siente orgulloso de enseñar y formar a otros grandes comunicadores”. Cuando alguno decide irse siente como un padre que ve partir a alguno de sus hijos. Todo con el anhelo de crecer. Leer le llena el alma. Tiene una biblioteca repleta de libros en su oficina, muchos de ellos de Gabo. Mientras toma su maletín café y observa la hora en el reloj que lleva en la mano izquierda, deja una frase suelta en el aire: “Soy un hombre feliz y agradecido. Ando con esquema de seguridad desde hace cuarenta años por obligación y no me gusta. Por mí andaría sin nadie. Pero las cosas del destino me tienen así. Libre y no libre”.