Tomado de Vanguardia Liberal
A las 9:00 de la mañana empiezan los reclamos. Los pericos cantan y aletean dentro de sus jaulas, queriendo romper los barrotes que las encierran. Los micos no se quedan atrás. El que los ve, sin saber qué es lo que piden, diría que están haciendo ejercicios para mantener su estado físico, pues saltan de un extremo a otro, haciendo los mismos movimientos.
Todos tienen hambre y presionan para que sus cuidadores aceleren el paso en la cocina y les sirvan deliciosos platillos. Lo mismo ocurre con las martejas o marmotas, que se deslizan dentro de su jaula con furia; con una pequeña zorra llamada Tequila, que a esa hora toma sol y espera paciente que le traigan su comida, y con Pepe, un mono cariblanco, herido en su espalda, que está en recuperación.
Uno de los ‘chefs’ del Centro de Rescate, Rodrigo Blanco Pineda, se toma su tiempo y hace su trabajo con dedicación. Parte en pequeños trozos la papaya, la manzana, el banano, la guayaba y los baña con yogurt; sirve en pequeñas tazas el maíz entero, el maní, las semillas de girasol y el concentrado, y pica pasto en otros recipientes.
Ese día también comerán las boas, así que Rodrigo pide a los estudiantes en práctica de la facultad de Veterinaria de la Universidad Cooperativa de Colombia que preparen el plato predilecto de la serpiente: un ratón blanco de 80 gramos.
Según el calendario, los tigrillos también comerán los 100 gramos de carne magra, afirma Vladimir Quintero, médico veterinario del Centro de Rescate de Fauna Silvestre. Dos días después volverán a repetir su dosis de proteína, pero será pollo sin deshuesar.
Llega la hora de servir la comida. Las aves quedan en silencio, los micos inmóviles, Tequila mira con detenimiento el plato que disfrutará esa mañana y Pepe, el mico travieso, aprovecha para ir de jaula en jaula a tomar trozos de los platos de sus compañeros.
Así se alimentan a diario los animales que residen en el Centro de Rescate de Fauna Silvestre de la Corporación Autónoma Regional para la Defensa de la Meseta de Bucaramanga, Cdmb, ubicado en la antigua hacienda La Esperanza o Cervecería Clausen.
Muchos han llegado aquí rescatados por la Policía Ambiental o porque han sido entregados por sus captores. Sin embargo, como lo afirma el veterinario Vladimir Quintero, un gran porcentaje se queda en este lugar, porque pierde a habilidad de cazar, no sabe cómo defenderse y mucho menos logra conseguir alimentos.
“Nos critican y nos dicen que gastamos mucha plata en esto, pero nuestra labor trasciende lo romántico y lo sentimental. Nada tiene que ver que el animal sea bonito o feo, lo que estamos haciendo es tratar de resarcir el daño que les causó el hombre, sacarlos adelante porque son animales silvestres que cumplen una función ecológica importante y debemos conservarlos“, asegura Vladimir Quintero.
Alimentarlos, todo un reto
La alimentación en el Centro de Rescate de la Cdmb se basa en dietas equilibradas, adecuadas a la edad y condición del animal, bajo parámetros internacionales De la cocina de este lugar todos los días salen no menos de 100 platos. Toda la fruta, los granos, la carne de res y de pollo es de primera calidad. El pedido de la comida se hace cada ocho días. Se podría decir que estos animales comen “como reyes”.
Aves como los patos ‘pisingos’ comen maíz entero mezclado con frutas y una mixtura elaborada a base de alpiste, semillas de mostaza y ajonjolí. La zorra Tequila, por ejemplo, se alimenta con concentrado para perros y esto mismo se le puede suministrar a los primates, especialmente a los monos cariblancos que están en fase de recuperación.
A diferencia de lo que muchos piensan, no es fácil acostumbrar a estas especies a su nueva dieta cuando llegan al lugar. Incluso, comenta el veterinario Vladimir Quintero, algunos animales como los tigrillos no son capaces de cazar su presa. “Hemos hecho varios intentos, pero al final los tigrillos terminan jugando con los pollos”, narra el experto en medio de risas.
El proceso debe ser paulatino, especialmente con las aves, pues muchas llegan con un alto grado de estrés cuando son recuperadas y no reciben alimento. “Con las loras es muy difícil, porque las acostumbran a consumir en las casas pan con leche. Uno les pone un plato de fruta y para ellas eso no es comida. Pueden durar hasta tres días sin comer, así que toca cogerlas y como si fueran niños, introducirles la fruta en la boca”, añade Vladimir.
La mayoría de animales come una porción de alimento en el día, a excepción de las boas, que se alimentan dos veces por semana o cada ocho días, o los tigrillos, que lo hacen día por medio.
Sin embargo, para algunos micos una porción no es suficiente. “Muchos cogen las tasa y golpean la jaulas pidiendo más alimento. Esto no significa que no se le haya dado la alimentación suficiente en la mañana -600 gramos de fruta consumen a diario-. Es que estos animales gastan mucha energía y en la tarde vuelven a sentir hambre”, comenta Rodrigo Blanco, también asistente del Centro de Rescate.
Un gasto necesario
De los casi 200 animales que habitan en el Centro de Rescate de Fauna Silvestre de la Cdmb, 40 deberán permanecer el resto de su vida en el lugar, entre ellos, los tigrillos y algunos primates. Los demás, aves y serpientes, pueden alcanzar la recuperación y ser liberados, pero el proceso es lento.
“Algunos animales como las aves son dispersores de semillas y otros polinizadores. Su función es proteger los bosques y el medioambiente. Si no los conservamos de nada valdrá que hagamos campañas y actividades como estas, porque las especies van a dejar de existir”, dice Rodrigo.
El Centro de Rescate invierte al año entre $80 y $90 millones en la alimentación de estos animales y el salario de los asistentes. A la semana, según el veterinario Quintero, la inversión en alimentos se estima entre $800 mil y un millón de pesos.
Pero más allá de una dieta balanceada, algunas especies como las aves recién nacidas necesitan atención especial. Es entonces cuando Cindy Mirley Jerez Escamilla deja de ser practicante de veterinaria de la UCC y se convierte en casi una madre para ellos.
“Llegan pericos, ardillas y martejas que necesitan un cuidado especial, de vigilancia constante. Tenemos que licuarles el alimento y dárselo en jeringa, porque no pueden masticar. Por lo general los pericos sobreviven, pero algunos pajaritos como los turpiales y los carpinteros no lo logran. Los primates casi siempre salen adelante”, explica Cindy.
Para ella, como para Vladimir, Rodrigo y el resto de personal que labora en el Centro de Rescate, es difícil dejar de lado los sentimientos y ser un veterinario más, especialmente cuando se logra crear lazos con animales indefensos y que requieren de mucho cuidado.
“Me pasó con una bebé ardilla que encontraron en la Mesa de Los Santos y la entregaron al Centro. La tuve bajo mi cuidado durante varias semanas y cuando vimos que podía liberarse, lo hicimos. Pero ella regresó, creemos que se acostumbró a nosotros. Se encontró con uno de los perros que vigilan el lugar y este la atacó. Después de varios cuidados, murió”, comenta Cindy.
A Rodrigo ni los picotazos de las loras, ni las mordidas de las martejas y mucho menos las agresiones de los primates logran apartarlo de este trabajo. “Soy privilegiado y así nos digan que perdemos el tiempo, yo aporto mi granito para luchar por estas especies. Lo difícil es no encariñarse, y mucho menos existe una fórmula para que ellas no se encariñen con uno”, concluye este cuidador.
¿Cómo se alimenta a quienes han perdido su instinto salvaje?
Mié, 13/03/2013 - 13:10
Tomado de Vanguardia Liberal
A las 9:00 de la mañana empiezan los reclamos. Los pericos cantan y aletean dentro de sus jaulas, queriendo r
A las 9:00 de la mañana empiezan los reclamos. Los pericos cantan y aletean dentro de sus jaulas, queriendo r