El éxito de una vida con propósito

Mié, 18/12/2019 - 11:02
Por Armando Martí.

Una vida con propósito es una vida enfocada hacia objetivos congruentes para alcanzar la acción del éxito. Si usted, querido lector, tiene una respuesta clara sobre lo que le hace sentir bien y en armonía, de seguro está mucho más cerca de conocer el verdadero éxito personal al entrelazar los sueños y las aspiraciones con la realidad cotidiana, que es lo que nos hace realmente felices.

De modo que el éxito artificial y simulado es condicionado por el marketing basado en indicadores externos a nuestra esencia, tales como la influencia sobre los demás, la obsesión por el poder político y social, el estatus, la vanidad, el egocentrismo, el culto a la belleza física y la soberbia, entre otros.

Paradójicamente, así invirtamos gran parte de la energía vital en alcanzar estas metas, la insatisfacción de saber muy en el fondo del alma que dichas expectativas no son los verdaderos valores humanos que nutren la existencia, nos produce un gran vacío que acentúa la confusión de una vida sin sentido.

Uno de los resultados de la idea occidental basada en la competencia obsesiva hacia el éxito es el de “la envidia”; un sentimiento altamente tóxico ante la frustración de ver mi incapacidad reflejada en el éxito material del otro (esto no es de extrañar, pues sin duda los iguales se atraen y los sentimientos son mutuos).

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El éxito auténtico se detecta cuando en el transcurrir de los días y especialmente en las noches, conseguimos conciliar el sueño y descansar la mente, las emociones y el cuerpo. Entonces despertamos invadidos de una sensación de bienestar y sosiego interior, sintiéndonos seguros de que estamos viviendo conforme a nuestras reales expectativas.

Ahora bien, el éxito no es un golpe de suerte, es un proceso consciente por mejorar continuamente la calidad de vida y, por ende, ayudar a mejorar la calidad de vida de los demás.

Mi libertad termina en donde comienza la de los demás, por eso logramos cuidar de nosotros mismos y hacernos cargo de nuestras responsabilidades. De esta forma y desde el respeto y la consideración con el otro, podemos habilitar el camino hacia la felicidad sobria y sencilla, la cual nos provee de nuevas energías sanadoras y pensamientos positivos para cambiar los hábitos negativos que nos enferman y debilitan, a través de la gestión hacia la administración inteligente de las emociones.

Si complementamos lo anterior con dietas saludables, relajación, meditación y además nos rodeamos de un entorno amable y aportamos un clima laboral ameno de trabajo en equipo, hemos alcanzado el estable y justamente productivo éxito.

Una gran variedad de propósitos

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Estamos próximos a finalizar el año, y en gran parte del mundo se menciona “los propósitos del Año Nuevo”, muchos de ellos orientados hacia el mejoramiento de varios aspectos de la personalidad, los cuales, sin la voluntad y el compromiso, no sería posible corregir ciertos hábitos defectuosos de nuestro carácter.

Conversando con mis asesorados en las sesiones de Coaching de Emociones, algunos de sus propósitos para este año son por ejemplo: terminar satisfactoriamente los estudios, conocer nuevos amigos, adelgazar 10 kilos, dejar de fumar, perdonar, separarse de las personas tóxicas, mejorar la asertividad diciendo lo que se siente y no lo que el otro quiera escuchar, casarse y tener un hijo, ir a grupos de apoyo, recuperar la autoestima, aceptar la ayuda de los demás y dedicar más tiempo a la familia, padres y hermanos.

Cuando eres tu propio enemigo

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De todos estos propósitos y desde mi humilde opinión, uno de los que más debería sobresalir es el de aprender a madurar emocionalmente y hacerse cargo de la propia vida. Hay personas que no viven la vida, sino que evaden la vida y se refugian en distracciones exteriores por temor a descubrir uno o varios traumas dolorosos que habitan en el interior.

Usualmente, los individuos que no logran asumir la responsabilidad de sus actos se refugian en algunas disfuncionalidades de terceros, para encontrar un culpable a los problemas en la vida. Con el fin de evadir y no aceptar los malos hábitos y defectos de carácter, justifican e inventan excusas para no erradicarlos de sus vidas y lo que es peor, endilgando esta situación a la “mala suerte” o al destino predeterminado.

Esto les impide alcanzar el éxito en sus metas y objetivos, además de su propia realización y satisfacción personal. Por esta razón, cuando el individuo que está en negación elige adoptar el papel de “víctima”, sabe en el fondo de su mente que está autosaboteando todos sus proyectos.

Aunque este es un tema que por temor prefiere no afrontar, termina por abrir las puertas de las enfermedades psicosomáticas, las adicciones, la codependencia y los bloqueos energéticos y físicos, pues sienten constantemente una insatisfacción en la mayoría o en algunos aspectos de su vida, debido a las expectativas tan altas de “perfección” que se han fijado o se han dejado fijar y resultan muchas veces irreales, olvidando que el sentido de la experiencia está en el aprendizaje y superación que se obtenga de los triunfos y derrotas. Otros factores por considerar son la baja autoestima, la poca tolerancia al dolor y a la frustración.1

De ahí la importancia de poder tomarse un tiempo para iniciar un viaje introspectivo y vislumbrar el origen de las limitaciones y dependencias afectivas, que generalmente tienen una raíz en heridas emocionales, situaciones traumáticas en la crianza, sobreprotección y rechazo por parte de los padres o figuras de poder que pudieron generar complejos de inferioridad, falta de expresión de sentimientos, represiones e incluso incapacidad para dar y recibir amor, que es uno de los factores de las adicciones modernas.

Venimos a este mundo a aprender nuevas opciones de libertad, crecimiento y también a desaprender paradigmas y reprogramaciones mentales erradas, por medio del despertar de la conciencia, la aceptación, el perdón y la compasión hacia nosotros mismos y los demás.

A continuación, les presento una breve lista de algunas actitudes específicas, que sugiero contrastarlas sinceramente con su manera de actuar, para descubrir si usted es su propio enemigo y habilitar por medio de la aceptación, un cambio hacia la recuperación integral para conciliarse con su “yo fragmentado” convirtiéndolo en su mejor amigo:

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  • Comienza actividades y proyectos de interés personal sin terminarlos o cumplir el objetivo trazado desde un principio.
  • Desconfía y piensa que los demás mienten o quieren manipularlo cuando reconocen sus habilidades y fortalezas.
  • Suele convencerse a sí mismo de que las relaciones en pareja no funcionan en su vida, no por su culpa, sino por la del otro, ocultando sus defectos y señalando exageradamente los defectos del otro.
  • Rechaza oportunidades profesionales por miedo a salir de su zona de confort.
  • Piensa excesivamente sobre una situación actual sin concretar una decisión al respecto, o, por el contrario, actúa muy impulsivamente.
  • Procrastina al máximo sus deberes y responsabilidades repitiéndose frecuentemente “no puedo”.
  • Cree que no tiene un talento que lo haga una persona especial, triunfadora y productiva.
  • No tiene un proyecto de vida con metas claras, por lo que cambia fácilmente de rumbo proyectando inestabilidad e inmadurez.
  • Necesita ejercer control sobre los demás y depende en gran medida de la crítica o la aprobación de los otros.
  • Cambia abruptamente de estados de ánimo, pasando de la euforia a la tristeza, comprometiéndose en grandes proyectos para abandonarlos después.
  • Siente que la felicidad, la alegría, el amor y la paz no son valores que merece.
  • Teme al rechazo, al abandono y la soledad, sin lograr sentirse bien consigo mismo.

Si se identificó con más de dos de estas tendencias, es tiempo de encontrar el valor para abrazar la realidad que tanto intentaba ignorar. Será mucho más fácil que asuma con compromiso su propia vida y descubra el poder de su mente y voluntad de cara a la verdad.

El presente es el escenario donde los cambios empiezan a ocurrir, nunca es demasiado tarde para buscar ayuda y descubrir el inmenso potencial que reside en cada uno.

Es momento de superar los miedos que limitan nuestros pensamientos para alcanzar una verdadera paz, tranquilidad y satisfacción, duradera y estable. Como le digo a mis asesorados: “Si no soy yo ¿Quién? Y si no es ahora ¿Cuándo?” (Viktor E. Frankl). Si no lo hace por y para usted, nadie más lo hará, y si no actúa ahora, seguirá postergándolo. Tome control de su vida y deje de ser su propio enemigo.

Mis mejores propósitos

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Cambiar el hábito de estar y sentirme mal, por el hábito de estar y sentirme bien, sería la base para empezar a vivir una vida con sentido. De modo que ante el espejo de mi propio ser afirmo estos otros “sencillos” propósitos.

Tengo el derecho a ser feliz y, además:

  • A tener buenos amigos para escucharlos y que me escuchen, consolarlos y que me consuelen.
  • Perdonar, comprendiendo por qué perdono y descubrir que no vale la pena el resentimiento.
  • Elegir lo que quiero hacer y renunciar a la comodidad de que otros decidan por mí.
  • Vivir solo por hoy sin expectativas exageradas, sin esperar demasiado de ninguna persona, moderando mis deseos, aceptando la decepción y también la alegría de soltar y dejar fluir.
  • Rendirme. No luchar y no aferrarme a ninguna persona o situación que me amargue la existencia. El amor es para ser disfrutado, no para indigestarse de amarguras y conflictos.
  • Entender que la energía negativa es contagiosa. Hay personas que siempre “tendrán sed” de venganza a través de la queja y la crítica hacia los demás. Por eso tolerancia, pero en la distancia.
  • Aceptar que todo en la vida pasa. De modo que no vale la pena aferrarse a los buenos momentos sino gozarlos y dejarlos ir. Cuando vengan los malos momentos, recordar que ellos siempre darán paso de nuevo a los buenos.
  • Vencer los obstáculos del miedo a resolver alguna situación que nos produzcan angustia, vergüenza o culpa con cualquier persona.
  • Crecer para fortalecer mis decisiones y afirmar que puedo romper con cualquier lazo o cadena emocional dañina.
  • Reír y celebrar, bailar y hacer el amor estando presente, mirando a los ojos de mi pareja, entregando el alma y gozando el cuerpo, diciéndole desde la orilla de la humildad: “Te amo”, sin otra expectativa que la de expresar lo que estoy sintiendo en ese momento.
  • Llorar, enojarme, protestar, desinhibirme, confesarme y no cargar con los problemas de los demás, resolviendo primero los míos.
  • Emocionarme y descubrir que soy aparentemente frágil, pero esencialmente eterno, poderoso en mi interior y conectado al espíritu de Dios, que me ama y acepta tal y como soy, llegando a estructurar mi autoestima psicológica y espiritual para conquistar una vida con propósito.
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