El fotógrafo que inmortaliza el dolor

Lun, 03/12/2012 - 09:21
Gervasio Sánchez es español, periodista y fotógrafo de guerra. Tiene 53 años y ha pasado al menos tres décadas recorriendo el mundo para relatar con imágenes y escritos las historias de conflict
Gervasio Sánchez es español, periodista y fotógrafo de guerra. Tiene 53 años y ha pasado al menos tres décadas recorriendo el mundo para relatar con imágenes y escritos las historias de conflictos en lugares que han caído en las peores desgracias. Su trabajo es la voz de las víctimas. Gervasio estudió periodismo porque le gustaba viajar. Un alma de aventurero proyectaba su vida recorriendo pueblos más allá de la península ibérica. Sin embargo, al salir de sus tierras encontró otros países con historiales de violencia, pobreza y abandono. Sus primeros encuentros con el mundo de afuera, el que tanto deseó conocer, fueron tan accidentados como emocionantes. Para poder viajar, y mientras estudiaba aún en la universidad, Gervasio trabajó como camarero en las costas catalanas vendiendo paellas en la temporada alta del verano. El dinero obtenido le sirvió para viajar al extranjero y pagar sus estudios. Gervasio Sánchez(Bosnia- Herzegovina). Cuatro niñas al interior de un vehículo destrozado en Sarajevo. 1994. Foto: Gervasio Sánchez; cortesía Secretaría de Estado de Cultura, España. Planeó el primer viaje para el otoño de 1980. Gervasio y dos de sus compañeros aventurarían hacia el oriente. Para esto había comprado una cámara réflex, pero ésta se estropeó justo a punto de salir. Sin siquiera poder estrenarla debió conseguir una prestada y partir hacia su primer destino: Turquía. “Guardo aún las fotos que hice con esa cámara prestada, bastante malas por cierto”, bromea Gervasio antes de contar el que fue su primer cara a cara con el caos. Ese septiembre de 1980 es imborrable para Gervasio y para Turquía. El que en otra época fuera el fortín otomano convulsionaba en un golpe de Estado. Grupos nacionalistas y comunistas se peleaban el país. Los militares controlaban Ankara. Gervasio sintió emoción por ir, y aunque las noticias recomendaran lo contrario, el fotógrafo siguió adelante su viaje. “Fuimos en un momento un poco duro, pero no por eso íbamos a dejar de ir. Había toque de queda, el país estaba en sitio, había muertos... ¡hombre! Nosotros nos metimos en un lío pero esa fue un poco la sensación que más me atraía”.  Aunque en ese momento no le gustaran sus fotografías, Gervasio vio que en ellas había más que la captura de un instante: había historias de víctimas. Nunca recibió una clase de fotografía, y su aprendizaje, según relata, fue empírico. Más adelante, en posteriores travesías, conocería a colegas que le enseñarían técnicas. Comparando su trabajo con el de otros afinó su ojo y construyó la llamada “mirada propia”; es decir, la esencia de cada fotorreportero. El segundo viaje fue en 1982. Aún era estudiante. Su destino fue Israel, luego de que ese país invadiera el sur del Líbano. Cuenta Gervasio que también iba con su cámara a conseguir imágenes de una región tan convulsionada. Al llegar se encontró con las noticias de la matanza de refugiados palestinos en Sabra y Chatila. “Llegué a las dos semanas del genocidio. Logré conocer una sociedad israelí muy sensible al dolor ajeno; no tanto como la de hoy”. “Cubrir conflictos me permitió ir a países que siempre quise visitar” Luego de terminar la universidad, Gervasio pudo ir a Europa del Este, África, Asia y América. Su tercer viaje a zona de conflicto fue a El Salvador. En seguida pasó a Nicaragua y Guatemala. A mediados de los ochenta, Centroamérica era una región en caos político: guerras internas se llevaron la vida de miles de civiles. Había material por montones. Las fotos obtenidas eran desoladoras: niños, mujeres, hombres, ancianos. Todos víctimas. Gervasio SánchezFotografía a una víctima del conflicto en Colombia. Foto: Gervasio Sánchez Luego decidió bajar a Panamá, la Panamá de Noriega, y a Colombia cuando afloraba el narcotráfico. A Perú, azotado por Sendero Luminoso. Y a Chile y Argentina con las cicatrices de sus dictaduras. Mientras tanto, Gervasio hizo cubrimientos de importantes guerras en el resto del mundo. Estuvo en Bosnia y vivió las eras de horror en los Balcanes. Para él fue el infierno. Muchas de sus más conocidas fotografías vienen de eso que se ha denominado “el matadero balcánico”, y al que él seguiría visitando después de la guerra. En Asia también presenció el drama de la violencia entre palestinos e israelíes. Estuvo en la Guerra del Golfo en 1991, consecuencia de la invasión iraquí a Kuwait. Más tarde visitó Afganistán, donde haría fuertes denuncias de vejámenes contra mujeres en la guerra. Sus fotos también dan fe de su paso por Sierra Leona, Liberia, Angola y Ruanda. Son muchas, acaso miles de veces, en las que ha obturado su cámara para capturar alguna escena que atestigua el espanto de la violencia. “A mí la guerra no me gusta”  Como pocos en el oficio, Gervasio ha viajado miles de millas recorriendo tantos países como guerras. Su deseo de viajar y conocer el mundo lo condujo a relatar con imágenes lo peor del ser humano. “Ir a una guerra no me gusta, y cuando conozco a un fotógrafo que le gusta la guerra, pues yo me alejo de él corriendo. Creo que es muy grave que alguien se pueda sentir influido, invocado o apasionado por el sufrimiento ajeno”, dice Gervasio, aunque de inmediato agrega: “pero creo que es muy importante estar ahí; hay que ir a esos sitios porque las guerras que no se cubren quedan ocultas, y ocultarlas las hace mucho más violentas”. Gervasio SánchezGervasio lleva más de 25 años cubriendo conflictos. Los protagonistas de sus fotos son las víctimas. Foto: Diego Sánchez  Gervasio adoptó con el tiempo otra mirada del conflicto. Eso sí, dice que critica a los fotoperiodistas que quieren sentirse héroes y coger protagonismo. “Hay una tendencia de algunos periodistas de hablar mucho de lo que les pasa a ellos y no de lo que pasa en el terreno”. En su opinión, cuando habla de su experiencia lo hace para contar lo que pasa en la guerra, no lo que sintió él. “Lo que tengo que mostrar es mi trabajo no mis sentimientos. Y si quiero mostrar mis sentimientos lo hago a través de mi trabajo. No debemos hablar de nuestras lágrimas sino de las lágrimas de los que sufren”.  Por eso, más que él, atestiguan lo que pasó en sus viajes. Sus fotos hablan. “Por eso no me gusta que mis fotografías se tomen sin nombre y sin apellido”. Gervasio confiesa que habla con las víctimas antes de capturar su dolor, cuando esto es posible. Las personas merecen desahogarse, y una forma de hacerlo es dejándose retratar en una instantánea para que quede por perpetuidad su historia. Esa es la clave de Gervasio: buscar la historia con total respeto, sentirla en la piel y nunca abandonarla. “En mis talleres de periodismo le digo a todos que si no están dispuestos a sentir en su interior el impacto y el valor de las víctimas no van a poder transmitir con decencia. Hay que ir a la guerra a sentir el dolor, ese impacto de las víctimas. Y yo doy un consejo: que si van a una guerra y no sienten nada, mejor regresen a su casa”. Esa es la lección primordial, porque Gervasio dice que no hay fórmula mágica para contar lo que pasa en zona roja. “Al final te das cuenta de que el periodismo no sirve para alcanzar a explicar lo que está pasando, así sea en una fotografía o una crónica. Las guerras duran 24 horas del día y hay guerras que duran muchos años; ¿cómo se resume eso en una crónica de 70 líneas? Es imposible”. Con todas sus víctimas Gervasio, a quien poco le gusta hablar de sus sensaciones en zona de conflicto, confiesa que hay algo que lo conmociona. “Al final en la guerra lo más duro es ver a la gente sufrir y morir. Al fin y al cabo pasa el tiempo, y vas a un país tras otro, y lo que queda es el sufrimiento guardado en tu memoria”, dice. Por esos recuerdos es que no puede clasificar entre buenas o malas, entre favoritas o memorables a sus fotografías. Todas son tan importantes para él como los hijos a sus padres. Todas las personas a las que ha visto padecer merecen su más profundo aprecio y respeto, y en su defensa, critica a quienes condenan el trabajo del fotógrafo de guerra por mostrar verdades crudas en un retrato, o a quienes se sensibilizan más por ciertos grupos de víctimas. Gervasio SánchezVíctimas en los Balcanes, Oriente Medio, Asia central, África y América Latina han pasado por los lentes de la cámara de Gervasio. Su filosofía es: “sentir su dolor, para transmitir con decencia”. “Yo no soy partidario de que porque una imagen es dura no se debe sacar. El problema no es mostrar una fotografía de un niño muerto. ¡El problema es que hay niños muertos!”. Gervasio continúa: “No porque la víctima sea un niño debemos estremecernos más. A veces hago una foto de un niño y genera dolor, pero yo digo: por suerte este niño, si tiene 10 años, solo ha entendido la guerra conscientemente 3 años. Pero en países con decenas de años de conflicto, cuando un anciano tiene 50 años ¿A caso no hace más de 40 años que sufre conscientemente la guerra?”. Con esto reconoce que ha caminado por muchos pueblos en los que sus habitantes le cuentan que llevan décadas viendo pasar la guerra por sus calles. Colombia es citada por él varias veces como uno de los ejemplos más palpables. Sus proyectos sobre víctimas de minas antipersona y desaparecidos han sido alimentados por fotos y relatos que en su mayoría vienen del infame conflicto colombiano. Y mientras pueda seguir disparando su cámara, sus relatos gráficos seguirán en periódicos españoles, en exposiciones de galerías y en blogs, donde acompaña las imágenes por comentarios que insistentemente condenan los horrores que ha visto y que seguirá registrando a través de su cámara.
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