En los andenes apenas se puede caminar sin tropezar con las grandes mesas sobre las que hay montañas de productos que salen de cada local. Es diciembre y, como reza tradición, la cena navideña debe armarse con una selección de carnes frías. Para ello, no hay mejor lugar en Bogotá que la Avenida Primero de Mayo con Carrera 50. En medio del ir y venir de compradores y vendedores que empacan anchetas y rebanan jamones con sendas fileteadoras aparece Armando*, un hombre que huyendo de la mafia del narcotráfico de los años 90, terminó cuidando pavos.
Año tras año, este sector de la capital de la República se convierte en el epicentro de los festejos navideños. En ningún lugar de la ciudad se encuentra tal variedad de productos. Jamones, perniles, lomo de cerdo, pavos rellenos de todo tipo de verduras y quesos. Anchetas grandes y pequeñas, en canastas, baldes, platones, canecas y cubiertas en papel celofán y moños vistazos.
[single-related post_id="796998"]
'El Triunfo' es uno de los negocios que exhibe sus productos en neveras y estantes. Al lugar llegan carros de todas las gamas, desde un destartalado Renault 6 hasta lujosos Mercedes Benz . Hasta la ventana de los pasajeros llegan vendedores llevando consigo muestras para convencer a los clientes. Es el más lleno de los establecimientos y el único local que atiende 20 horas, 7 días a la semana todo el año desde hace veintisiete años. Cada madrugada los taxistas, rumberos, camioneros y una que otra persona con ostentosas camionetas llegan a pasar su borrachera.
Pero es diciembre y en este sitio predomina un ambiente festivo. Los rostros sonrientes de los clientes parecen ser la regla, salvo el agotado semblante de los trabajadores que a diario hacen jornadas de 16 horas. Solo una cara parece fuera de lugar: la de Armando. Gafas negras que intentan cubrir sin éxito una cicatriz cerca al ojo izquierdo que casi le llega al labio, camisa de jean medio abierta que deja ver una camiseta esqueleto y una gruesa cadena que cuelga del cuello. Su aspecto es de otro tiempo, de aquel en el que la violencia y el narcotráfico predominaban.
[caption id="attachment_800131" align="alignnone" width="1024"] Luisa Ardila[/caption]
"Yo trabajo acá. A veces ayudo recogiendo unas cosas que dejan tiradas, o moviendo cajas. Los muchachos creen que mi trabajo es ayudarlos y ya, pero hago más que eso. Mi labor es vigilarlos. Trabajé más de diez años en el ejército como agente de inteligencia y como escolta. Así que me contrataron para saber qué hacen, y garantizar que no se embolsillen nada ni que nos roben, sobre todo en esta época en la que se facturan muchos millones por día", comenta esta extraña figura, con voz baja, receloso ante cualquier movimiento sospechoso.
No es exagerado. El pernil puede costar $22.000 el kilo, es decir, más de cien mil pesos la pieza completa. Pavo relleno de pimentón, verduras y huevo a $18.000. Queso de cabeza, cordero y lomo de cerdo completan este menú, que es entregado a los clientes con salsa de ciruela, maracuyá y mango. Con cientos de piezas vendidas cada día, uno de los cajeros de 'El Triunfo' estima que el lugar factura en esta temporada cerca de 20 millones de pesos diarios, aunque recuerda un 24 de diciembre en el que llegó a recibir en su caja 50 millones.
[single-related post_id="799224"]
Todo este dinero requiere seguridad, y la presencia de Armando la garantiza. Afirma haber combatido guerrilla, perseguido mafiosos y participar de célebres misiones de inteligencia. Pero, ¿cómo un exagente del Ejército termina cuidando el lugar de venta de pavos y perniles más famoso de Bogotá?
"La cosa iba bien, ganaba bueno. Pero un día casi me matan, me escapé por nada. Luego me llegó una amenaza por parte de un 'duro' en la que aparecía el nombre de mi mujer, mi hijo y detallaban mi rutina diaria. Tenía que desaparecerme", asegura con su voz ronca. Y lo hizo, o al menos eso creyó. Se radicó en Bogotá y trabajó como escolta privado de una de un reconocido empresario con cientos de locales en Unilago.
[caption id="attachment_800130" align="alignnone" width="1024"] Luisa Ardila[/caption]
Pensó estar libre. Lejos del Ejército no era una amenaza para la mafía y tras ocho años creyó escapar de ellos. Pero era una falsa sensación de seguridad. Una nueva carta lo obligó a renunciar a su importante puesto. ¿Qué iba a hacer? ¿A donde ir? Entonces recordó 'El Triunfo', aquel sitio de pavos que abría todo el día, en donde él llevaba a su jefe a comer luego de una larga fiesta en los lugares más exclusivos, en los que, casi siempre, iba acompañado de 'amiguitas' que le conseguía.
Desconfiado como ninguno, se toma su seguridad como un asunto de vida o muerte. Procura pasar desapercibido, prácticamente no existir: "Desde que trabajo acá me desaparecí. No tengo redes sociales, no hablo con nadie, ni siquiera tengo EPS, prefiero pagar médico particular. Esa gente tiene mucho poder y ¿quién me garantiza que no entren en las bases de datos o en Facebook y me encuentren?".
[single-related post_id="795941"]
Para ser alguien que prefiere mantenerse anónimo, habla bastante. Mientras se extiende recomendando bares y discotecas para ir de rumba, pide a los trabajadores un sándwich con el mejor pernil de cerdo para regalar a su interlocutor. Él no come, prefiere seguir hablandado de amores y traiciones, pero siempre lanzando tras sus lentes oscuros una que otra mirada al cajero o a un cliente que quiera llevarse sin pagar un pavo.
De un momento a otro deja de pronunciar palabra, se disculpa. Debe continuar su trabajo. Da vuelta y se pierde entre la marea de clientes que degustan, negocian y pagan la que será su cena en una novena o en noche buena.
*Nombre cambiado a petición de la fuente.
El guardián de los pavos y los perniles
Jue, 21/12/2017 - 07:32
En los andenes apenas se puede caminar sin tropezar con las grandes mesas sobre las que hay montañas de productos que salen de cada local. Es diciembre y, como reza tradición, la cena navideña debe