KienyKe.com publica las preguntas que nunca le hicieron a Ignacio Greiffenstein y las respuestas que no se conocieron, sobre las razones que tuvo para trinar contra algunas seguidoras de Gustavo Petro, cuando en Twitter las calificó de 'putas' y que lo obligó a renunciar a su cargo como Director de Televisión de la Presidenca de la República.
Comencemos por el origen de la piedra del escándalo: ¿Por qué se le ocurrió lanzar ese tuit?
Esa noche yo miraba Twitter cuando me encontré con tres tuiteros que agredían ferozmente a una persona que se había atrevido a hablar a favor de Sergio Fajardo. Su lenguaje era el acostumbrado por miembros de la llamada “bodega” petrista. Le decían que era el caballo de Troya, paraco camuflado, uribestia vergonzante y demás insultos ya conocidos desde la campaña presidencial.
Las agresoras tenían nombres de mujer, sin apellidos. Eran tres señoritas, cuyo perfil estaba ilustrado con aguacates y avispas y con fotos francamente similares a las de los portales de porno y citas sexuales, a los cuales se accede pagando. Una tenía como seis seguidores, la otra once y la tercera dieciséis, o algo así. Podían ser personas reales o ficticias, robots, mercenarios virtuales, cumpliendo la tarea de violentar intelectual y moralmente a los críticos del senador Petro. Así que lancé la pregunta “¿Por qué habrá en Twitter tantas fanáticas petristas con pinta de putas?”. La idea era desenmascarar y fustigar a la “bodega” y a su organización de matones digitales.
¿Y qué tenían de particular las tuiteras para que usted considerara que tenían pinta de putas?
Como dije antes, eran fotos de mujeres bonitas, voluptuosas, sensuales e insinuantes. Para mí, eran mujeres que resaltaban sus atributos físicos tratando de conseguir algo. ¿Seguidores?
¿Usted cree en la tal ‘bodega petrista’?
No creo que exista un lugar como tal, pero sí una organización de mucha gente que siguen pautas y consignas, y emplea cientos de cuentas falsas. Póngase a revisarlas y encontrará que muchos llevan nombres ficticios, tienen muy pocos seguidores -en numerosos casos no tienen ninguno- y todos emplean los mismos términos e insultos.
¿Y qué siguió después?
Cuando comenzaron las reacciones en Twitter me di cuenta de que había cometido varios errores. El trino era incorrectísimo políticamente. Por una parte, la idea que me impulsó no había quedado clara ni exactamente explicada. Por otro lado, todas las tuiteras petristas, aun las más discretas, podían sentirse aludidas por mi trino, lo cual no era en ningún momento la intención. Así que lo borré y luego lancé otro tuit disculpándome, reconociendo mi error y retractándome.
El tema se viralizó y el lunes después del mediodía, y el portal las2orillas.com publicó un artículo en el cual, puso en boca mía algo que no dije.
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¿Qué decía el artículo?
El titular dice: “ ‘Las mujeres petristas tienen pinta de putas’: funcionario del gobierno Duque - Ignacio Greiffenstein, director del servicio de televisión de la Casa de Nariño, publicó este ofensivo trino contra las seguidoras del senador”.
Yo no dije eso. Yo formulé una pregunta, las2orillas.com la convirtió en una afirmación. La pregunta era sobre algo específico y lo convirtieron en algo general.
¿Se está justificando, entonces?
Para nada. Cometí una serie de errores y los asumo, con entereza y sin reservas.
¿Por qué renunció finalmente a su trabajo en la Presidencia?
Por decencia. Porque me daba una enorme vergüenza con el presidente Iván Duque y su gobierno por haberlos embarcado en ese escándalo. Porque las instituciones están por encima de las personas. Porque me parecía tremendamente injusto someter a la institución de la Presidencia a semejante desgaste de su imagen. Tampoco quería seguir dando motivos a la voracidad de la oposición.
En las redes sociales, principalmente en Twitter, se da la protesta pero también el matoneo. ¿Fue matoneado?
Indudablemente. Lo que pasa es que mucha gente protesta matoneando. Deberían hacer lo primero sin incurrir en lo segundo. Nos falta mucha educación y decencia en las redes sociales.
¿Quién lo matoneó?
Primero, la llamada “bodega” en pleno y con toda su artillería. Su objetivo era acabarme a mí para afectar el gobierno. Tienen una estrategia premeditada y bien preparada: buscar errores de funcionarios para descalificar y obstaculizar el gobierno, impedir que funcione.
Me matonearon personas del común que se ponen del lado del más débil, así sea con actitudes más graves que aquellas por las cuales están protestando. Un ejemplo simple, que hasta produce risa: muchos de quienes protestaban porque yo supuestamente discriminé a las mujeres petristas, me llamaban “viejo”, como si eso no fuera también una manera de discriminar. Es una incoherencia que no notan o la notan y no les importa.
Me matonearon también hombres y mujeres que se esconden en el anonimato, tras un seudónimo, para dar rienda suelta a sus odios, frustraciones y amarguras, producto de una sociedad enferma como la nuestra.
Me sentí también matoneado por los medios de comunicación, quienes le dieron una excesiva y desmedida cobertura al caso, siguiendo la agenda que les impuso el histérico y sanguinario frenesí de Twitter. Es una lástima que la hoja de ruta del periodismo colombiano sea la que trazan las redes sociales. Hoy en día, cada escándalo es un festín para los medios, los cuales, a su vez, se encargan de alimentarlo. Su labor periodística se reduce a echarle más gasolina al fuego. Es una vergüenza. Ojalá algún día se den cuenta de que están desvirtuando totalmente el oficio y reaccionen.
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Dentro de ese cubrimiento periodístico sacaron también a relucir otros tres tuit misóginos que usted publicó…
Primero pongámonos de acuerdo acerca de lo que es la misoginia. Misógino es quien ve a la mujer como un objeto, la discrimina, desconoce sus derechos, desprecia sus capacidades, la considera inferior y le niega el espacio que le corresponde en la sociedad. Misógino es aquel o aquella que descalifica y maltrata a una mujer porque no le gustó un vestido que utilizó. En esos tres trinos que usted menciona no aparece absolutamente ninguna de estas características.
Esa fue una publicación de La W que, partiendo del falso presupuesto de que soy misógino, se dedicó a hacer una “investigación” retrocediendo varios años de mi actividad en Twitter para “comprobarlo”. Eso se llama periodismo carroñero.
Explíqueme mejor eso del “periodismo carroñero”…
Es cuando se llama a los gallinazos para que devoren el cuerpo de un moribundo, en lugar de prestarle los primeros auxilios.
Si el interés periodístico de La W era saber si yo soy misógino, bien pudieron entrevistar a las mujeres que han trabajado conmigo, a mi lado o bajo mis órdenes, incluidas mis numerosas amigas petristas. Su testimonio hubiera sido rico, suficiente e incuestionable. Entre esas colegas están mujeres de amplia trayectoria, como Gloria Cecilia Gómez, Inés María Zabaraín, Yolanda Ruíz, Claudia Cano, para nombrar algunas famosas. También están numerosas colegas jovencitas que se están iniciando en el oficio. Solo ellas pueden decir si soy misógino, no Twitter ni las torcidas y “malalechosas” conclusiones de La W.
De nuevo, es lamentable y reprobable que se juzgue a una persona exclusivamente por lo que ha expresado en Twitter. Convertir una red social en la única fuente de información es hacer un periodismo fácil, malo y desvergonzado.
Muchas personas, la mayoría colegas suyos, que han conocido su trayectoria de muchos años, dicen que ese no es usted, que la culpa de lo ocurrido la tiene su ideología uribista, la cual lo llevó a la intolerancia.
Se lo digo claramente: Yo no tengo filiación política. No le he hecho campaña a nadie. No he entrado a la sede de ningún partido. En el ejercicio del periodismo he trabajado bajo las órdenes de jefes de diversos grupos, como Mauricio Lizcano, del Partido de la U, en el Senado, o de Rodrigo Lara, ex presidente de la Cámara, de Cambio Radical, todas las veces por méritos profesionales.
A mí no me llamó el presidente Iván Duque a trabajar en la Presidencia. Contrataron mis servicios por considerar que tenía la competencia para liderar el servicio de televisión de la Casa de Nariño. Así pues que yo no sigo libretos políticos. Voté por Duque y creo en él pero esto que ocurrió nada tiene que ver con ideologías.
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¿De qué se arrepiente?
De muchas cosas: De no haber pensado dos veces ese trino; de creer que con él, la gente iba a interpretar correctamente lo que yo quería decir. Me arrepiento de haber usado la palabra “putas”, que es ofensiva; de no haber pensado cómo se interpretaría mi tuit y, sobre todo, cómo podía ser utilizado en mi contra y en contra del Gobierno. Me arrepiento de haber causado un perjuicio al presidente, de no tener en cuenta que esa guerrilla digital que yo pretendía criticar estaba al acecho y lista para destrozarme.
Pasado el tsunami, ¿Qué enseñanzas le quedan?
De los errores resultan los grandes aprendizajes. Y esta vez fueron muchos. Aprendizajes sobre el uso de las redes sociales, sobre la trascendencia que se les está dando, sobre la manera como las utilizamos y como están modificando nuestro comportamiento. Aprendizajes y reflexiones sobre el periodismo colombiano que con casos como estos demuestra que perdió su norte, con excepciones, afortunadamente. Espero organizar todas estas ideas y compartirlas.
¿Qué viene ahora para usted?
Así como he tenido críticas feroces, he recibido apoyos muy valiosos de numerosas personas que me conocen como ser humano y como profesional. Lo que sé en estos momentos es que dedicaré mis esfuerzos para que de este nefasto incidente resulten cosas positivas para mí, para la sociedad y para nuestra profesión
Ignacio Greiffenstein se confiesa en Kienyke.com
Jue, 21/02/2019 - 13:06
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