Kiss Me, el imperio del sexo y el amor

Jue, 20/01/2011 - 09:58
Si no fuera por las 185 camas que tiene el motel Kiss Me, el lugar podría ser un parque de diversiones para niños. Desde el puente de la carrera 15 con calle 26, se v

Si no fuera por las 185 camas que tiene el motel Kiss Me, el lugar podría ser un parque de diversiones para niños. Desde el puente de la carrera 15 con calle 26, se ve una descomunal estatua de 16 m de altura de Venus, la diosa del amor. Cuatro toneladas de hierro, yeso y un valor de 80 millones de pesos son la señal inequívoca del motel más grande de Cali.

Los vecinos pusieron el grito en el cielo. De inmediato acudieron con demandas contra Humberto Villegas, el dueño del motel. En 2009 la alcaldía de Cali le puso una multa por diez millones de pesos y la mandó a demoler. El argumento era el peligro que corrían los transeúntes y residentes del barrio Saavedra Galindo si Venus se cayera del edificio de seis pisos. Las acciones populares aún no han prosperado y la diosa sigue en pie. Los chismosos dicen que Villegas arregló el pleito por una “módica” suma.

El primer piso del motel fue construido hace ocho años, pero su propietario lleva veinte en el negocio. Villegas, más conocido en Cali como “Condorito”, tuvo una idea genial que ha sido la razón de su éxito: diseñar habitaciones temáticas. La  primera que hizo fue la Caverna de la Selva, donde diseñó  réplicas de animales en yeso de tamaño natural. Su idea le funcionó, las ganancias le dieron para levantar el segundo piso y así, poco a poco, hoy tiene seis pisos y 3000 m2 de libertinaje y diversión. Su hijo, Edison, dice que a su papá le ofrecieron 2.500 millones de pesos por Kiss Me, pero él está seguro que su papá nunca lo vendería.

“Condorito” ya no se deja ver por los pasillos de Kiss Me, pero vive en el penthouse del motel. Su hogar está amoblado con el mismo gusto que ha decorado sus moteles. Villegas se dedica a pasear, mientras que sus cuatro hijos, cada uno de una mamá diferente, se dedican a manejar el negocio. De sus viajes radica gran parte del concepto de Kiss Me. Siempre trae souvenirs para decorarlo o ideas para mandar a esculpir algo que le gustó.

Al “jefe”, como le dicen sus trabajadores, lo consideran de buen humor, bohemio, un poco mujeriego, pero muy responsable. Él mismo asesora a su ejército de escultores, un grupo de jóvenes que saben el arte del yeso, a los que les dice qué figura quiere, cómo la quiere, de qué dimensiones y colores.

Al lado de la fachada de Kiss Me, por la carrera 17, se asoma una especie de mausoleo chino, una réplica del coliseo romano, un pino de 15 m y varias diosas míticas. Una vuelta al mundo en menos de una calle.

El motel tiene dos entradas. Una para carros particulares y otra para taxis. El patio que recibe a los particulares es un mosaico de Colombia hecho en grandes dimensiones. En el se mezclan las fachadas de una iglesia colonial, de una casa paisa, de una boyacense y hasta un rincón costeño.

Entrar al pasillo de habitaciones y cavernas es como entrar a un museo de neón. Hay cuartos que van entre $23.000 por cuatro horas, hasta $30.000 la noche. Ahí predominan las cavernas árabes, las mexicanas, las rusas, las italianas y las chinas. Todos estos nidos de amor cuentan con su respectivo baño, ducha, televisor con el canal de porno Venus, equipo de sonido y un kit de toallas y objetos de aseo. Todo el mobiliario está asegurado contra robo porque, según los mismos empleados, hay clientes que se llevan hasta los rollos de papel higiénico. El caso más anecdótico es el de un cliente que intentó llevarse un juego de sabanas, pero lo delató su diminuto maletín a punto de reventarse.

Las imágenes de leones y tigres abundan por los pasillos, como si cuidaran con su mirada el imperio de “Condorito”. La diosa venus no es la única escultura de grandes dimensiones. Justo al frente de la recepción, dentro del motel, hay un monumento al falo de cuatro metros de altura, traído de Perú. Dentro del ascensor que conduce a los demás pisos hay un loop comercial con la voz de un reconocido locutor de Cali que dice: “¡La naturaleza y Kiss Me son tu compañía ¡Disfrútalos!”.

Si se quiere disfrutar de más naturaleza y más arte, se sube de precio y se sube de piso. En el segundo y tercer nivel se encuentran las cavernas con turco o con sauna, un plus para que el cliente sude más amor.  De $35.000 a $45.000 es la tarifa, y si la cuestión es de hacer realidad un ménage à trois la persona adicional vale $11.000.

Los tríos y el sexo en grupo nunca faltan. Para eso están las cavernas presidenciales o las VIP. Su espacio es más amplio, pero se vuelven más exóticas. Hay una presidencial perfecta para los que gustan de los toros, los cachos y la fiesta brava,  La Caverna Española. La cama está hecha en forma de rotonda, como para hacer grandes “corridas”. En la otra cuadrilla, hay una máquina del amor hecha en forma de toro, para que la mujer se coja de los cachos y tiente al torero.

Otra de las habitaciones presidenciales más solicitadas es la Caverna Argentina. En ella, una figura de Maradona sonríe al ver la táctica sensual de los calientes jugadores. También está Riquelme, el 10 del voyerismo, mientras que la banda sonora atraviesa los parlantes que rodean el cuarto, con tangos interpretados por el dandi Carlos Gardel. Uno de los administradores recuerda que la cuenta más cara que se ha pagado en el motel salió del cuarto argentino. El cliente fue un célebre mediocampista que entró con tres mujeres por tres días. Consumió varias botellas de whisky, se alimentó a la carta y canceló más de dos millones de pesos.

En Kiss Me se venden mil condones mensuales. Es decir, en sus camas dejan de nacer más de doce mil nuevos caleños al año, que de seguro en algún momento de sus vidas serían clientes del motel. Un par de veces han tenido que destapar las cañerías del sitio por culpa de los clientes imprudentes que tiran los preservativos a los inodoros. Los látex usados y consoladores desechables van a parar a bolsas exclusivas de reciclaje.

En el motel también hay un sex shop. El producto más vendido es la pastilla de Sildenafil, para la erección, con un aproximado de cien pastillas vendidas al mes por $7.000. Otros productos de alta demanda son los consoladores, las gotas excitantes que se aplican en el clítoris y las pastillas del día después.

El “cliente exigente”, como lo llaman los operarios de este parque del amor, puede pasar un buen rato al pagar el combo de $200.000 en la mejor caverna que existe en el motel, El Iglú. Una réplica exacta de una casa polar, con osos, montañas de yeso en forma de hielo, un jacuzzi con agua helada, el aire acondicionado a temperatura extrema y su respectivo tubo para pole dancing. El kit viene con una caneca de ron de 350 ml, dos bebidas energizantes, un paquete de cigarrillos, dos condones y una picada de carnes.

Con un promedio de cien servicios diarios y trescientos el fin de semana, el propietario del motel tiene para pagar con comodidad los ochenta empleados que rotan por esta empresa en turnos de doce horas: mucamas, recepcionistas, porteros, vigilantes, aseadoras, lavanderas, cocineros, meseros, valet parking, auxiliares técnicos, contadores y hasta masajistas. Las lavadoras industriales del sitio dejan como nuevas más de mil juegos de cama a la semana. 250 kilos de jabón, 30 lt de quitamanchas, 30 de blanqueador y 30 de suavizante no dejan un solo rastro de las mieles del amor.

Hasta las empresas de servicios públicos se ven beneficiadas con el imperio de “Condorito”. Los gastos en energía, agua y teléfono sobrepasan los quince millones de pesos mensuales. Los vendedores de “jabón chiquito”, esos jabones de hotel más pequeños que un iPod Nano, dicen que su mejor cliente es Humberto Villegas y sus dos moteles.

“El diablo”, uno de los taxistas que se parquea a diario a esperar carreras en las afueras de Kiss Me, dice que Venus y Baco, los dioses del amor y el vino, deben estar esperando a “Condorito” para montar otro motel igual en el mismísimo Olimpo. Pero a él, a sus 51 años de edad, todavía le quedan muchos años para administrar su imperio del sexo y el amor.

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