Acompañada por su mamá, andaba de compras en Unicentro. Era muy joven y hermosa, apenas llegaba a los 18 años. Un hombre se fijó en ella y la detuvo porque quería hacerle un casting. Desde ese día se juró prendado por semejante descubrimiento. No descansó hasta casarse, pero –al parecer– la veía más como la modelo por presentar y lucir. Se convirtió en el manager, con maniquí propia.
Roto ese matrimonio, vino entonces el segundo hombre de su vida, Humberto Mora, con quien se propusieron conformar un hogar “completo”, para lo cual eran necesarios los hijos. Y duraron meses y años en distintos tratamientos, por algún problema de fertilidad.
Finalmente llegaron trillizos. ¡Enorme felicidad! La modelo Cristie Brinkley –dice Viena Ruiz– afirmó en una entrevista que durante su embarazo sabía, día a día, que su cuerpo estaba creando una obra de arte. Pienso igual: mis trillizos son mi obra maestra.
Pero el matrimonio con Mora tuvo su fin. Y llegó la tercera boda (2010) con Juan Carlos Ortiz, con quien vive inmensamente feliz (para que suene perfecta la rima). Se gozan la vida en la ahora amplia familia: los tres hijos suyos, los tres de él y dos sobrinos que siempre los acompañan. Es común verlos en los aeropuertos con 8 muchachitos, una escuelita completa.
Sin embargo, viven en apartamentos separados, cuestión que ha resultado una bendición para mantener encendida la llama del amor y la pasión (las palabras son mías).
Viena es un encanto, dicen quienes la conocen. Expresiva sin control. Si alguien le cuenta algo bueno es capaz de brincar de alegría para celebrarlo. Y si es una tristeza, llora con el interlocutor. Sus compañeros de CMI –en los tiempos de “los secretos de Viena”- recuerdan que rayaba en la ingenuidad. No entendía los chistes de doble sentido y había que explicarle los más verdes.
Trabajadora incansable, con inmensa voluntad de acertar, aprendiendo cada día. “La primera vez frente a una cámara estaba aterrorizada. No tenía idea de cómo mover las manos ni hacia dónde mirar”.
Viena Ruiz acaba de publicar el libro ‘Los secretos de Viena Ruiz’ que ella califica como “un manual de moda y maquillaje” y el más exquisito y narcisista recorrido de belleza, con las mejores fotos de la protagonista (como 50). Me acordé de Nanetti Valencia, cuando en épocas pretéritas presentaba un programa de televisión en el que él mismo narraba los itinerarios del ilustre doctor Nanetti (se sube al avión, desciende, es saludado).
Claro que hay una enorme diferencia. El pobre Nanetti Valencia se convirtió en el hazmerreír nacional. Y Viena se crece ante los ojos del público que recorre las 200 páginas de su pasarela.
La señora Ruiz (bellísima, divertida, que dibuja muñequitos en las dedicatorias y deja su boca pintada con dulzura en su firma) anda por encima de los 40 abriles. ¿Y quién dijo que no podíamos ser sexys?, responde a la pregunta obvia.
“Es una etapa considerada como los nuevos veintes, pero sin las inseguridades de los años pasados. Tenemos la tranquilidad y la experiencia de la vida para triunfar. Nuestro cuerpo está mejor que nunca y hay que lucirlo”.
Para quienes van por los 50 –recomienda– les recuerdo que famosas como la actriz Demi Moore han logrado redefinir esta edad. ¡Estoy pendiente de Demi, ella es mi musa!
Les confieso, finalmente, que he observado el libro sin morbo alguno, mirando únicamente la calidad de las fotografías y la elegancia de la modelo. Desprendido de cualquier fijación o trastorno, resulté repasando sus consejos sobre el encanto de la ropa interior:
“La regla de oro es usar siempre brasieres y pantys en perfecto estado, que puedan mostrarse…porque uno no sabe: en una consulta médica, en un control en un aeropuerto internacional y hasta para afrontar a esos hombres con mirada láser que desvisten con los ojos.
Mi recomendación: compre prendas ciento por ciento algodón, más frescas y no causan irritaciones (en el caso de los calzones).
Y el brasier, señoras. Aquí me detengo porque hay mucho detalle: para las que tienen busto grande, las que lo tienen muy pequeño, las que tienen espalda ancha, o aquellas con gorditos debajo del busto o demasiada grasa en la espalda.
No resisto copiar este secreto: en materia de calzones, mis favoritos son los hilo dental. No marcan la ropa y se consiguen en todos los estilos. Con un vestido los más sexys son los cacheteros”.
Me detengo, muy respetuosamente, para preguntar si escuché bien. ¿Cacheteros? Sí, repite ella.