El 2 de mayo se conmemoran 21 años de la masacre de Bojayá, Chocó; un suceso que dejó más de 102 fallecidos (entre ellos niños, mujeres y ancianos), luego de un enfrentamiento entre grupos paramilitares y guerrilleros.
En la Iglesia de Bellavista, más de 700 personas buscaron refugio de las balas y la confrontación violenta que azotaba las calles del municipio chocoano. Antún Ramos Cuesta, sacerdote de la iglesia en aquella época, conversó con Kienyke.com para relatar los sucesos del 2 de mayo y cómo sobrevivió a esta masacre.
“Para esa época, Bojayá era un municipio que carecía de servicios básicos y era complejo vivir. A pesar de eso la gente era feliz, pero los hechos del 2 de mayo y el desplazamiento nos quitó la alegría”, indicó el sacerdote.
Antún cuenta que el Chocó no contaba con una densa presencia de grupos armados en ese tiempo, sin embargo, recuerda que uno de los primeros grupos guerrilleros que entraron al departamento fue el M-19.
Los sucesos dentro de la iglesia
En un desplazamiento de paramilitares hacia Vigía del Fuerte, grupos guerrilleros interceptaron e hirieron a varios de sus integrantes en Bellavista. Los enfrentamientos comienzan el primero de mayo y cesan hacia las 6 de la tarde por acuerdo entre los enemigos.
“Hay que entender que los paramilitares llegan a la región en abril y 13 días después se presenta la confrontación. Los paramilitares que iban hacia Vigía del Fuerte se regresan con la dificultad de que mataron al comandante del grupo”, expresó Antún.
De acuerdo con el sacerdote, en medio de la confrontación les hicieron saber a los grupos armados que no se aceptan actores de este tipo en el casco urbano. Sin embargo, hicieron caso omiso.
Ante el estruendoso enfrentamiento, la población se resguardó en la iglesia. “Nosotros estuvimos todo el día del primero de mayo dentro de la iglesia, éramos casi unas 600 700 personas”, agregó.
Además de encontrar en la iglesia una estructura sólida, Antún cree que la gente se refugió en ese lugar por la razón de la fe. “La mayoría de las casas eran de madera y la iglesia era de concreto. Pensábamos que en medio de la confrontación los grupos armados iban a respetar ese espacio, pero incluso hasta ellos mismos se intentaron resguardar ahí, a lo que respondimos que no”.
Velando por el cuidado y la salud de mujeres, niños y ancianos; el sacerdote también debía mantener distraída a toda la comunidad que se refugiaba en la iglesia. Por ello, empezaron a realizar prácticas religiosas como la oración para contrarrestar lo que ocurría afuera.
“Tocaba solucionar la comida y los problemas cotidianos que surgen dentro de un espacio reducido. La oración se convirtió en un aliciente para sobrellevar los disparos que escuchábamos”, puntualizó el sacerdote.
Los momentos de angustia
A las 6 de la mañana del 2 de mayo del 2002, se retoman los enfrentamientos entre paramilitares y guerrilleros, esta vez con armamento pesado. A eso de las 10:30 a.m. la guerrilla lanza el primer cilindro bomba desde Pueblo Nuevo, que estalla a 50 metros de la iglesia.
Media hora después, un cilindro bomba ingresa explota dentro de la iglesia de Bellavista. Según Antún, cuando cae el artefacto los más perjudicados fueron mujeres y niños, debido a que reposaban donde el sacerdote da la eucaristía.
Luego del estallido, Antún recuerda levantarse herido, sin embargo decidió comenzar a ayudar a las personas en estado de gravedad y llevarlas a la casa de las hermanas Agustinas, lugar que también se vio perjudicado por la explosión de otro cilindro.
Fe: acciones divinas
Tras la masacre, el cristo que reposaba dentro de la iglesia de Bellavista quedó sin extremidades pero con el torso intacto. Antún cree que es una acción divina y un mensaje desde más allá para decir que el camino de la violencia es el incorrecto. “La pipeta cayó muy cerca de él. Es una manifestación divina de quedar como quedó la mayoría de la población”.
Además del suceso de Bojayá, el 2002 para el sacerdote fue un año complejo, pues su madre falleció por un ataque de la guerrilla a Quibdó y su hermano fue secuestrado por el ELN. No obstante, Antún piensa que estos hechos en lugar de disminuir su fe, la incrementa.
Diálogos con actores
Luego de la tragedia, Antún se ha vuelto a encontrar cara a cara con los actores implicados. El sacerdote estuvo en La Habana y contó que las Farc les confesó que fue el peor error que cometieron como grupo armado.
Además, Antún expresó que sigue esperando un perdón por parte del Estado, debido a que su acompañamiento en esa época fue poco o nulo, e indicó que la comunidad alcanzó a enviar unas 10 alertas tempranas antes de la masacre.