Monseñor Luis José Rueda: de bachiller soldador en San Gil, a Arzobispo Primado en Bogotá

Sáb, 02/05/2020 - 10:17
Con apenas 58 años, cumplidos el 3 de marzo pasado, heredará el cargo de Monseñor Rubén Salazar Gómez.

Luis José Rueda Aparicio, podría ser ahora en la pandemia, un pequeño empresario metalmecánico, seguramente dedicado a esperar con paciencia que le permitieran ir a su taller a trabajar con sus compañeros en la fabricación de puertas, ventanas y rejas en una metalistería, o por qué no, en un taller automotriz donde ya como un experto soldador, arreglara tubos de escape o puliera latas descompuestas, porque para eso se graduó en el Colegio Nacional San José de Guanentá, donde estudió el bachillerato, al lado de Eduardo Ardila, Orlando Pinto y Germán Peñalosa, algunos de los condiscípulos con quienes aún hoy guarda cercana amistad.

Este Sangileño, quien acaba de ser nombrado Arzobispo Primado de Colombia, ama profundamente a una tierra que heredó el nombre de un monje griego poco conocido, también patrono de los enfermos de cáncer. De su cuna habla con efervescencia al recordar al rio Fonce que la cruza y evoca su infancia y adolescencia en medio de una familia de la que él es el décimo de los once retoños que trajeron al mundo don Luis Emilio y doña Socorro. Está seguro de que sus 50 mil paisanos, están bendecidos por habitar en un paraíso de gente buena y suelo fértil. 

Con apenas 58 años, cumplidos el 3 de marzo pasado, heredará el cargo de Monseñor Rubén Salazar Gómez, quien seguía ejerciendo sus funciones por pedido especial del Papa Francisco, a pesar de que hace más de dos años, al cumplir 75, como mandan las reglas, le había presentado la renuncia a la dignidad a la cual llegó en el año 2010, procedente de la arquidiócesis de Barranquilla. 

Monseñor Luis José tiene fresca en su memoria la casa paterna y recuerda con claridad que al lado derecho habitaba la familia compuesta por don Félix Vesga y doña Alcira Gómez, en tanto que a la izquierda, vivía la profesora Georgina y su esposo don Expedito, quien era taxista. 

Es fácil calentar su espíritu con solo empezar a recitar “Si pasas por San Gil, amigo mío, por las bravas tierras de Santander…” porque él suelta una sonrisa cómplice para pegarse y continuar el verso: “…ahí tu paso al detener/, admirarás el Fonce en su raudo transcurrir/ y cruzarás por el puente que no olvido/que conduce hacia el camino del parque Gallineral”. 

“No toco instrumentos, pero tengo oído y alma para disfrutar las cuerdas del tiple que suene bien, la guabina santandereana y a los hermanos Martínez cantando canciones de Colombia, como esta que le compuso el maestro Jorge Villamil a mi tierra”, afirma.

De su padre, quien murió hace unos 30 años, cree haber heredado el ser buen trabajador, el buen humor y el ser católico, mientras de su madre, quien falleció un año después de ser investido como obispo, cree tener la disciplina, la fe y la franqueza al hablar y al vivir. “Me gusta ser sincero para que no haya cosas dobles; soy sincero y directo” 

Arzobispo

De cura de pueblo a la mayor dignidad en Colombia

De Albania, su primera tarea, dice que “era la última parroquia de Santander en límites con Boyacá; lo particular es que el solar de la casa cural, quedaba en Boyacá. De ahí salía uno por el alto de Saboya y llegaba a Chiquinquirá todas las semanas a hacer mercadito para llevar a la casa. Esa parroquia me enseñó a ser párroco porque en el seminario uno se prepara, pero aprende a ser párroco con el pueblo de Dios; ahora pertenece a la diócesis de Vélez”

En Curití recorrió todas las veredas a pie. “El anterior párroco, Samuel González Parra, quien aún vive, era un sociólogo y había hecho un trabajo organizativo de base muy bonito; él me entregó una parroquia muy organizada, con muchos líderes laicos”, evoca con evidente agradecimiento.

De allí, el padre Rueda Aparicio fue a Roma a estudiar Teología Moral en la Academia Alfonsina, una rama de la teología que trata el tema de la conciencia, la bioética, la ecología y las comunicaciones, en general, todo lo que tiene que ver con el tema social y cuando regresó se fue director a su tierra a servir como formador en el Seminario Mayor.

Su vida sacerdotal prosiguió en Pinchote, la tierra de la heroína Antonia Santos, donde fue testigo del cambio de milenio, el cual recibió con su comunidad en medio de múltiples peregrinaciones. Pasó a Mongotes, primero como vicario pastoral y luego como párroco. 

Su trabajo lo llevó a recorrer a pie o a caballo las 57 veredas de un municipio donde se encontró con muchas carencias porque faltaban, por ejemplo, carreteras y energía eléctrica. “Allí la comunidad me enseñó el camino de trabajar por la paz, en medio de un ambiente de violencia”, enfatiza. 

En Barichara, que, según el ahora arzobispo, “es una hermosura de pueblo”, asegura que aprendió a trabajar con los laicos porque su antecesor, había realizado una organización de base en las comunidades. Reemplazó después al padre Ramón Zapata, Rector del Instituto Técnico para el Desarrollo Rural –IDEAR-, cuando debió dejar la rectoría por razones de edad en el año 2010 y luego se fue a ejercer como Vicario Episcopal de Pastoral de la Diócesis de Socorro y San Gil, hasta cuando en el año 2012, el Papa Benedicto XVI, a quien conoció personalmente 6 meses después, lo nombró obispo de la diócesis de Montelíbano, en el departamento de Córdoba.

“En Montelíbano se aprende el vallenato; esas tierras sabaneras de Córdoba son muy alegres, tienen el fandango, tienen el porro sabanero y me gustaba que cuando llegaba a los pueblos, me cantaban una canción que a mí me gusta mucho, Los caminos de la Vida”, lo evoca como si le hiciera falta el calor y la alegría de sus gentes. 

Monseñor Luis Rueda

“En Popayán me he sentido muy bien, entre otras cosas, porque el anterior obispo que duró 21 años, monseñor Iván Antonio Marín López, es un hombre muy fraterno y se quedó aquí a acompañarme, a ayudarme; ha estado caminando conmigo, todos los meses nos reunimos para distintos escenarios de discernimiento y eso me ha permito, con él, estar muy cerca del presbiterio, muy cerca de las comunidades religiosas, y con él aprendí a entender el Cauca y a servirle con amor” reflexiona con seguridad el arzobispo. 

“Yo le he pedido siempre que me acompañe (habla de monseñor Marín), y le pido concepto en muchas cosas. Él pudiera haberse ido, y sin embargo, ahora después de ser arzobispo, volvió a ser párroco, le tiene un amor muy grande a la ciudad y a la iglesia arquidiocesana, nos entendemos.  Para mí la presencia de los hermanos mayores, que han caminado, que han sufrido, que han trabajado por la iglesia, es muy importante, y es un pozo de sabiduría que uno no lo puede desperdiciar nunca” concluye.

Sorprendido pero dispuesto a servir

Ante el nombramiento, dice que se sintió sorprendido, y explica: “1. Soy el más pequeño. 2. Llevo poco tiempo en el camino, sirviendo. 3. Hay otros con más capacidad, con mucha lucidez, con todos los dones y carismas que uno diría, les permite estar muy preparados; entonces la sorpresa de por qué yo. Pero también, no solamente en la dimensión humana sino en la espiritual, la sorpresa que Dios da cuando uno se siente llamado por él, y retado a la santidad, entonces uno quiere decir como el profeta Jeremías, mande a otro, no me mande a mí”

La conversación con monseñor Rueda es grata, fácil. Cuando se quiere saber cómo se entera una persona como él de tal responsabilidad, cuenta que la noticia la da directamente el Nuncio Apostólico que es algo así como el Embajador del Papa en cada territorio. Después les contó a sus dos hermanas, Edilia y Gloria, quienes viven con él en Popayán. Luego se comunicó con su hermano Gilberto, un contador público que vive en San Gil, ya que fue su más cercano compañero por la edad, y ellos, como era obvio, se emocionaron.

Por su parte, dos de sus colegas en el episcopado, de un lado monseñor Darío Monsalve, arzobispo de Cali, y del otro, monseñor Primitivo Serna, coinciden al calificar al nuevo Primado como un pastor “sencillo, místico y cercano”. Al indagarlo a ese respecto, dice convencido: “Eso es pura bondad de mis hermanos obispos. Yo soy obispo por mis hermanos obispos; ellos me reciben, me forman. Yo no puedo vivir esta vocación en primera persona singular, debo vivirla en primera persona plural, con todos mis hermanos obispos, con los presbíteros, con la Iglesia de Dios”

El prelado es claro al hacer notar que el hecho de ser Primado de Colombia, no implica ninguna posición de mando sobre los demás obispos; es fraternidad misionera, es llevar un liderazgo en comunión. “Nunca sentirse más, ni pretender ser más que los demás, ni pretender ser dueño de la iglesia, sino hermano, fraterno”, dice reflexivo. 

Monseñor Luis Rueda

Sus antecesores marcaron el camino

Cuando monseñor Rueda Aparicio nació, era arzobispo Primado de Colombia, el cardenal bogotano, Luis Concha Córdoba, quien estuvo en el cargo desde 1959 hasta 1972. Le proponemos que con ese punto de referencia nos ayude a realizar un recorrido de lo que ha significado ese cargo y cómo lo han caracterizado sus antecesores. Del mencionado cardenal afirma que logró entrar en el corazón de los bogotanos y de Colombia.

Le sucedió, el cardenal Aníbal Muñoz Duque, de Santa Rosa de Osos Antioquia, entre 1972 y 1984. De él recuerda que fue obispo de su tierra en la diócesis de Socorro y San Gil, que de allí pasó a ser el primer obispo de Bucaramanga y luego llegó a Bogotá. Un hombre de una oratoria clara, directa y profunda, que acompañó todo el proceso del posconcilio y a quien le tocó afrontar la crisis por el cierre de seminarios, y por ello, decidió acoger a los seminaristas en el seminario arquidiocesano de la capital.

Entre 1984 y 1994, fue Primado el Cardenal Mario Rebollo Bravo, nacido en Génova Italia. Recordó que antes había sido obispo de Pamplona y lo reconoce como un hombre metido en la realidad nacional.

Pedro Rubiano Sáenz, el Cardenal nacido en Cartago Valle, ocupó el cargo entre 1994 y el 2010, tras su paso por Cúcuta, Cali y encargado de la sede de Popayán. Es catalogado por monseñor Rueda como un apóstol siempre dispuesto a servir.

Sobre quien ahora le entrega la sede, el cardenal Rubén Salazar Gómez, afirma que es un brillante hombre de iglesia, servidor de la comunidad. Recuerda cuando lo conoció trabajando el plan de pastoral cuando era obispo de Cúcuta. 

Lo tiene como ejemplo porque asegura que: “Cuando yo lo conocí en el 2012, siendo él presidente de la Conferencia Episcopal, lo sentí como un hombre que desmitifica todo ese cargo, convertido en un hombre tan fraterno, tan hermano, que, sin perder profundidad, se vuelve muy cercano a nosotros los obispos. Ayudó a Colombia, desde Bogotá, en todos los momentos difíciles que ha tenido que asumir en esta última década. También lo hizo con todo el episcopado latinoamericano como Presidente del Consejo Episcopal, del CELAM”

Monseñor Luis Rueda

Con el ánimo de adentrarnos en lo que significa para un obispo ser llamado a ocupar tan alta responsabilidad, y desde el entendido que la iglesia, los sacerdotes y los obispos son seres humanos, nos atrevimos a preguntarle si por si acaso, pudieran surgir envidias de otros prelados que se creyeran dignos y esperaran ser llamados al cargo. 

Entonces, sin dudarlo, aseveró: “Yo creo que no porque soy fruto de su elección; a ellos les consultaron. Al contrario, ellos en sus diálogos, en sus llamadas, me manifestaron su apoyo, su fraternidad, su cercanía. Yo creo que ellos pueden sentir la misma sorpresa que yo siento”

“Yo aspiro a que el Señor haga su voluntad, pero no aspiro a cosas que superen mi capacidad”, contesta cuando se le pregunta si cree que ya en algún lado se le esté confeccionando su Capelo Cardenalicio.

Al nuevo arzobispo primado, le quedan al menos 17 años en el cargo, si es que antes no lo llaman de Roma a prestar otro servicio, o como dice él, “a no ser que Dios en su plan lo llame a uno a la casa paterna, a la eternidad”.

Concluye este enriquecedor diálogo con “un mensaje de esperanza, un mensaje de vida, un mensaje de cercanía de toda la iglesia, de todos nosotros. La santidad es el plan de Dios para Colombia, para nuestras familias, para la humanidad entera”, según el arzobispo primado de Colombia Luis José Rueda Aparicio, quien proyecta tomar posesión de su nueva sede el próximo jueves 11 de junio. 

Creado Por
Ancizar Villa
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