Quienes han estado cerca al ruedo de la carrera de Pablo Hermoso de Mendoza como torero, aseguran que tiene una conexión extraña con los caballos. Es el caso de Cagancho, un caballo que compró en Portugal cuando aún era un potro torpe y de lomo duro. El dueño era un rejoneador veterano, a quien se lo habían regalado en un gesto de gratitud por enseñarle a una niña a montar a caballo. Hermoso dice que a Cagancho no lo miraba nadie. Era feo, su crin no crecía, parecía un caballo peludo y era muy torpe.
Sin embargo, Hermoso lo compró. Le costó sólo tres mil dólares, la mitad de su presupuesto. Recuerda que todo el invierno se dedicó a montarlo día y noche. El entendimiento entre el caballo y él fue tal que Cagancho es reconocido en el mundo como uno de los caballos de rejoneo más importantes para el tercio de banderillas, cuando los picadores han abandonado el ruedo.
Pablo Hermoso de Mendoza tiene en su hacienda, de la localidad de Estrella, en la provincia de Navarra, más de 120 caballos, entre animales de trabajo, yeguas de cría y de rejoneo, entre los que se cuentan españoles, andaluces y pura sangre. Su amor por los equinos no nace sólo de su profesión de torero, sino de su familia paterna. Para la corrida de este domingo en la Plaza de Toros La Santamaría trajo sus mejores ocho caballos, sus ocho “muletas vivas”, como él mismo llama a sus equinos. Cagancho, quien ya tiene 25 años, vino por última vez a Colombia hace diez años a la Feria de Cali. Ahora se quedó en España junto a Nilo, otro caballo viejo. Ya está muy viejo para volver a pasar el Atlántico.


